Mientras muchos celebran su cumpleaños por Zoom, Tribulaciones lo hace pensando en el futuro. La productora de recitales alcanzó dos décadas de existencia en una época en la que la industria musical argentina busca soluciones para seguir adelante en medio de la pandemia “Esto va a pasar”, asegura con optimismo Mario de Cristófaro, creador de un David que supo plantarse ante los Goliat de los festivales musicales locales. “Si bien es difícil que este año haya conciertos, tarde o temprano volverán. Pero con limitaciones. Hacer un evento internacional será más complejo por la cantidad de gente que puede entrar en un espacio. Quizás eso vaya a reducir las posibilidades que te ofrece el negocio para ser redituable, a lo que tenés que sumar que tampoco podés poner una entrada cara en una sala. Por el momento, todo sigue siendo un interrogante”.
-Si se toma en cuenta que se dedican a presentar a artistas foráneos, el panorama augura a que tendrás que volver al ruedo con recitales de músicos nacionales. ¿O esperarás un poco más?
-Muchos no conocen la historia anterior. Empecé haciendo ciclos en la FM La Tribu con artistas nacionales y luego trasladamos eso al Club del Vino. Hicimos un montón de shows todos los lunes, con entrada libre y gratuita, donde fueron a tocar desde Juana Molina hasta Fernando Kabusacki, pasando por Javier Malosetti y Pappo. Mi intención siempre fue difundir a músicos que no tienen llegada en los medios masivos, aunque no necesariamente fueran vanguardistas. Fue el proyecto original de esto y seguimos así, la idea es darle manija a lo local.
-Tribulaciones se caracteriza por presentar a artistas que no suelen formar parte del mainstream musical. ¿Sería errado pensarla como una productora de autor?
-La idea es mostrar a aquellos artistas que me parece que están buenos, no sólo en el jazz, sino también en el rock y la electrónica. Mi desafío es que la gente conozca bandas y solistas interesantes, al igual que históricos. Te doy como ejemplo a The Residents, que la mayoría no conocía o que sólo escuchó hablar de ellos, al igual que los japoneses Acid Mothers Temple o Julia Holter, partícipe de la vanguardia de cantautoras de los Estados Unidos. No me interesa esto como negocio, la cosa va por otro lado. A tal punto de que estuve varios años sin auto porque debí venderlo, tras el show de un grupo que no voy a nombrar por respeto. Sin embargo, estoy contento y satisfecho. Un poco de esto tiene que ver con eso de la curaduría, que arrancó en 1999 con Medeski, Martin & Wood. Fue el desafío de traer a un grupo que nos gustaba mucho y que se hizo más conocido después.
-Pero también hubo gestos nobles como el que tuvo Laetitia Sadier con vos…
-Ella es una artista excelente y lamentablemente fue a verla poca gente. Al momento de pagarle, me dijo que, como me había ido mal, le diera la mitad de lo que acordamos. Y me pasó en otra ocasión con Uri Caine, pianista de la vanguardia del jazz estadounidense. En 2005, hizo dos noches en La Trastienda que no tuvieron mucha convocatoria de público. Cuando fui a darle el dinero, me pidió que lo dejara así porque tanto su mujer como sus músicos la habían pasado muy bien. Casi se me caían las lágrimas de la emoción por su gesto.
Además de haber traído a la agrupación de funk metal Primus, para la segunda edición del Festival Tribulaciones, De Cristófaro fue responsable de recitales memorables como el único desembarco en Buenos Aires de Stereolab, las incursiones de Tricky, el debut del colectivo ruso Pussy Riot, el ensordecedor recital del legendario grupo estadounidense de rock experimental Swans y el insólito show de los enigmáticos The Residents. “Muy pocos vieron sus caras”, explica el productor acerca del proyecto vanguardista cuyos integrantes esconden sus rostros dentro de una máscara con forma de globo ocular. “Quería saber cómo manejaban eso y cuando me mandaron los pasaportes para sacar las visas, ahí pude conocerlos. Es un secreto guardado bajo siete llaves. En Niceto, que fue donde tocaron, salimos por la puerta de atrás porque no querían que nadie los viera”.
-¿Llevás la cuenta de cuántos recitales organizaste?
-No los conté, pero debo haber hecho más de 60 recitales internacionales.
-¿De qué depende la organización de un recital en Tribulaciones?
-Depende de la situación económica del país o de la oferta artística. Este año había previsto hacer cuatro o cinco, pero luego se canceló todo. No tengo un límite. Me gustaría hacer más, en la medida de lo posible. El problema de las productoras independientes es conseguir un auspiciante que te ayude a trabajar más relajado. Trajimos a los ZZ Top al Luna Park y terminamos perdiendo plata. Fueron más de cinco mil personas, pero no alcanzó. Si no tenés una marca que te auspicie, terminás dependiendo de la venta de entradas.
-En esta época de híper información, la constante pareciera ser el escepticismo. ¿Cuál es ahora el algoritmo para hacer un recital acá?
-Es una cosa que siempre nos planteamos. Ahora que están la diversidad y las redes, se perdió la sorpresa de ver a una banda en vivo. Pero uno es curioso, tiene olfato, y pregunta a los amigos que conocen el tema.
-¿Cómo es la competencia?
-La competencia es cada vez más feroz, pero hay que buscar el espacio. Hay artistas que nadie quiere traer y ahí estamos nosotros. Asumimos el desafío. Hacemos esto contra todo el mainstream, pero a veces, lamentablemente, no tengo fondos. A partir de la fusión con otros socios, pude hacer cosas que de otra forma no hubiera podido. Apuntamos a que el mercado no se concentre en las tres o cuatro productoras que organizan festivales como el Lollapalooza.
-¿A cuál artista te quedaste con ganas de traer?
-A Wilco. Grinbank me ganó de mano. Además de respetarlo mucho, tiene las capacidades económicas para hacerlo.
-¿Por qué te dedicás a esto?
-Soy economista, pero ya no me dedico tanto a eso. Mi viejo tenía una agencia de consorcio de edificios, con eso puedo vivir mensualmente. Lo que me inspiró es que soy fanático de la música. Comencé haciendo un programa de economía en La Tribu y luego tuve uno de música. De ahí viene el nombre Tribulaciones. Más tarde me llamaron de la FM Supernova y un día decidimos traer de afuera a una banda que nos gustara. Así surgió lo de Medeski, Martin & Wood, sin conocer el mercado. Hicimos La Trastienda y fue un éxito. A partir de ahí, me encantó la adrenalina de hacer un recital. Después trajimos a Living Colour, en 2001, y pasamos a ligas mayores.
-Nunca dejaste de hacer radio…
La radio fue una satisfacción. Hice hasta 2013, en Nacional Rock, y luego dejé por diferentes motivos. Empecé a trabajar como columnista el año pasado en Radio con Vos, y volvieron mis a ganas de regresar. Arrancamos en marzo con Tribulaciones Radio, y abrimos el espectro.