“Nos definimos festival barrial desde lo territorial, un lugar de identidad cultural donde hacer pie, pero la proyección del Festival de Tango de Flores no es barrial: construimos desde acá pero no tenemos techo”, plantea la cantora Viviana Scarlassa, una de las organizadoras del esperado encuentro tanguero, que comienza este viernes y se extenderá hasta el domingo 13. Dada la situación sanitaria, el quinto encuentro será enteramente online, a través del Facebook del Festival (https://www.facebook.com/FestivalTangoFlores) o su canal de Youtube. Habrá charlas (incluyendo una con José Colángelo), presentaciones de libros, clases online, un certamen de canto, muchos recitales, algunos djs para quienes quieran mover los pies desde casa y también estará disponible para ver Pichuco, el documental de Martín Turnes. El Festival busca un equilibro entre corrientes más clásicas y otras contemporáneas, y busca lazos con su comunidad. La apertura, el viernes a las 18, estará a cargo de la Orquesta de la Escuela de Música CASA del Barrio Ricciardelli, que presentará un video y dará voz a su directora.

Scarlassa reconoce que esta edición será muy diferente a lo que esperaban, pero que con el correr de los días pudieron “ver el lado positivo de la cosa”. “Vimos que de esta manera también podíamos tener participaciones internacionales, como Ariel Eberstein, que está en Bélgica y participa en una charla, o de una musicóloga chilena”, señala a Página/12. “Como productores, buscmaos que esto de la virtualidad en lugar de cerrar, nos abriera posibilidades”.

Para la organización, es una incógnita cómo funcionará la virtualidad en relación a su público. “Desde lo positivo, la gente está más en su casa mirando cosas, pero si hilamos más fino, la respuesta es incierta, ¿qué pasa con la gente del otro lado?”, plantea una inquietud que recorre no sólo a los organizadores del Festival de Tango de Flores, sino a los productores de gran parte del arco cultural. “La socióloga del arte Nathalie Heinich dice que no nos tenemos que preguntar qué es el arte, sino cuándo hay arte, cuándo hay públicos a los que el arte les importa”, comenta Scarlassa. “Los consumos culturales virtuales son muy de salto, capaz estoy mirando algo en internet, me aparece un vivo y me engacho, pero eso es más inestable que la persona que se dispone a ir a una sala, sentarse a ver un concierto, pagar una entrada”, reflexiona.

La tensión entre lo local y lo global que impone la virtualidad no inquieta a los organizadores, que tampoco ven riesgo en que se licue la identidad barrial. “Alguna vez me pasó hablar con alguien y citar el Festival de Flores y que dijeran ‘bueno, pero es un festival barrial’, pero ante eso, yo tomo las palabras de Angel Prignano, que nos acompañó cinco años de festi, él dice que la frase de ‘llevar cultura a los barrios’ está mal: la cultura ya está ahí, lo que hay que hacer es visibilizarla”.