Se lo extrañaba a Raúl Perrone, el patriarca del cine independiente argentino. Pero, como dice la canción, todo concluye al fin. Lo que termina en este caso es la espera. Desde este jueves se podrá ver en la plataforma Cine.ar Corsario, donde "el Perro" realiza un homenaje al gran cineasta y poeta italiano Pier Paolo Pasolini. Y hablando de poesía, el propio realizador se encarga de mencionar como subtítulo de su largometraje que Corsario es "un poema de Perrone". 

En la ficción, un director de cine realiza un casting junto con su asistente buscando chicas y chicos para su próxima película. Los candidatos tienen que recitar un poema del escritor y dramaturgo británico Dylan Thomas. Hasta que, como en todas las películas de Perrone, Ituzaingó cobra vida cuando el director sale a buscarlos por la tierra prometida del director de La mecha. Claro que ésta es una breve sinopsis de un film que combina el mundo pictórico con el literario. En el mismo lenguaje cinematográfico conviven Paul Verlaine con Caravaggio. Y todo realizado con una cámara digital estenopeica, lo que significó básicamente filmar sin lente ni foco.

Corsario tuvo su première mundial hace dos años en el Festival de Mar del Plata. "Ultimamente llegué a la conclusión de que es diez mil veces más difícil estrenar una película que hacerla", confiesa Perrone. "Las condiciones son muy difíciles cuando no tenemos un respaldo económico porque estrenar una película implica toda una movida. Y todo eso sale plata. Entonces, a veces, es muy difícil conseguir sala, que te banquen la película, que la gente vaya. Hace ya unos cuantos años que venimos sufriendo cosas muy heavy. Entonces, uno tiene que buscar la manera propicia de poder estrenar, que no siempre es la mejor", agrega el director. Corsario se iba a estrenar en febrero de este año, pero la pandemia -como el diablo- metió la cola. "Surgió la posibilidad de poder estrenar por Cine.ar y dijimos: 'No queda otra, vamos a hacerlo', aunque mucho no me agrada que la gente vea una película en la computadora, me parece que es un suicidio para los ojos", agrega Perrone.

-¿La pensaste como un homenaje a Pasolini, en consonancia con P3ND3J05 y Ragazzi?

-Sí, cierra una trilogía, aunque no está dicho explícitamente el nombre de Pasolini porque Pasolini no conoció a esos chicos y chicas que yo muestro en el principio de la película. Pero, de alguna manera, era como que Pasolini venía fantasmalmente a visitarme a Ituzaingó. Es mi versión de lo que yo pienso siempre de algunas cosas. Por eso lo junté con Verlaine y con Caravaggio, como una trilogía de gente que podría haberse conocido entre sí.

-O sea que, de algún modo imaginaste cómo viviría Pasolini el recorrido por las calles de Ituzaingó.

-Es más o menos eso. Me da la impresión que hoy Pasolini tendría vínculos con esas chicas y chicos que hoy son las nuevas tendencias, como muchas otras. Pasolini tenía una mente de adelantado y los ragazzi estarían muy contentos con su figura dando vueltas por Ituzaingó.

-¿Cómo fue el trabajo y cuáles las dificultades con la cámara digital estenopeica?

-Es muy difícil trabajar con una estenopeica porque lo hacés con una cámara sin foco y sin lente. Es como si te dijeran: "Vas a escribir sin lapìcera o sin computadora o sin máquina de escribir". Imaginate cómo sería eso. Es muy difícil. El estenopo se usaba en las cámaras analógicas. Lo que hace es tener una textura, a su vez, muy bella. Empecé a investigar, como me gusta hacer. Y hablé con un fotógrafo a ver si estaba la posibilidad de usarla digitalmente, cosa que nunca se había hecho. Y ahí empezamos a hacer pruebas porque tenés que sacarle el lente a la cámara y agujerear la tapa de ésta. Se le hace un agujerito, después va una cosa atrás y por la entrada de luz es que nosotros podemos ver lo que estamos filmando. Pero no tenés control sobre eso porque no tenés foco, no tenés lente. Fue un trabajo de prueba y error y tenían que ser días que hubiera un poco de sol, no filmar en días nublados. Nos llevó casi un mes y medio llegar a punto con eso, pero cuando empezamos a filmar la verdad es que quedé sumamente entusiasmado. Me volvía loco con las imágenes.

-¿Por qué la necesidad de aclarar “Un poema de Perrone”? 

-No es una aclaración. Lo que hago ya desde hace muchos años es desprenderme de las etiquetas. No me gustan las películas que dicen: "Un film de...", "Una película de Raúl Perrone". Yo saqué todo eso y pongo "por Perrone". Es como si estuviera filmando un dibujo de lo que hacía en los 80. Entonces, dije: "Bueno, voy a hacer un poema de Perrone". Punto. Mañana puedo poner: "Una canción de Perrone" o "Una ópera de Perrone".

-¿Pero ves a tu película como un poema visual?

-Claro que es un poema visual. No solamente un poema visual por el modo en que fue hecha sino que es como una carta que le escribo a Pasolini. Fijate también que, corriéndome un poco de la obviedad, si alguien no lee los títulos puede creer que ese poema es de Pasolini.

-Algo que se mantiene como una constante es la presencia de la juventud en tus películas. Y Corsario no es la excepción...

-No, siempre escribo sobre los jóvenes y cada tres, cuatro películas, vuelvo a ellos. Siempre. Incluso tengo dos películas más sobre pibes porque veo en el cine europeo (no tanto en el argentino) que, generalmente, siguen tratando a los pibes como idiotas. Siempre las historias son las mismas. Ahora, con este asunto de los virus y las pandemias, todo está plagado de películas de pibes jóvenes que van a las universidades y lo de siempre, que a uno le hacen bullying. Buscan al más lindo y al más famoso de la escuela que sale con la mejor piba. Son todas iguales. Son como una cadena de idioteces y no van al hueso de la cuestión, a preocuparse del porqué de esos pibes. Yo sigo preocupándome por los pibes y no por los padres.

-Señalás siempre que si pudieras evitar el rodaje lo evitarías. ¿Por qué si es tan particular el ambiente en tus películas?

 

-Bueno, será que soy contradictorio. Y el ser contradictorio tiene que ver con que no soy falso. La contradicción, a veces, es bienvenida cuando la usas en beneficio de lo que estás haciendo. Para mí, el rodaje es un incordio. Sigo poniéndome nervioso, muchas cosas me son muy difíciles porque sabemos en las condiciones que laburo. Pero he formado un equipo en el cual todos vamos para adelante. Pero ir a filmar sigue siendo para mí un trámite bastante complicado. Es como hacer la cola de un banco. No puedo. Es algo que me supera. No sé hacerlo. Entonces, trato que los rodajes sean amenos, que duren nada más que tres o cuatro horas y volver a mi casa a bajar ese material y editarlo. A pesar de que hablo con mucho entusiasmo de mis películas y de cómo fueron hechas, la verdad es que las padezco en algún punto. Y las padezco con enfermedades. No es joda. Yo he pagado con mi cuerpo todos los rodajes que he venido haciendo. He tenido enfermedades.

-¿Y qué es lo que más disfruta?

-La edición. La edición es el último proceso de una película. Uno la piensa, después la filma, pero cuando la editás y estás en soledad con ese material es maravilloso. Es impagable. Es lo que le da sentido a todo lo anterior. Paso muchas horas editando. Me pongo como un overol: a las 6 o 7 de la tarde edito todos los días hasta las 4 o 5 de la mañana. Todos los días. Por eso es que me cuesta mucho levantarme a la mañana. Pero la edición es como estar dirigiendo la orquesta y poner las cosas donde tenés que ponerlas. Es un trabajo muy serio y ahí es donde sale realmente la película.

-Ahora todo el mundo filma con celulares y no solamente los directores de cine. ¿En cierto modo fuiste un pionero de ciertas cuestiones en el cine, o no lo ves de esa manera?

 

-Yo no lo veo, pero si para ustedes es así, sí. Tampoco voy a hacerme el distraído. Ya lo hice hace mucho tiempo eso. Lo que pasa es que la tecnología crece a una velocidad más rápida de lo que puede llegar a pensar la gente. Hoy cualquier celular está a la altura de cualquier cámara. Hoy te filman en 4K, 5K. Es como la frase de moda: "Tengo un celular con 4K". ¿Y? ¿Cuál es el problema si tenés un celular 4K? ¿A dónde lo vas a ver después? Hoy tenés un dron que te lo podés meter en un bolsillo. Mirá a dónde hemos llegado. Un dron que te entra en una mano. O cámaras que te entran en una mano y son 360°. Es un delirio todo eso. Entonces, cuando veo todas las marcas de celulares conocidas, pienso: "Hay que tratar de volver al pasado y hacer algo con una estenopeica que seguramente es mucho más vanguardista que cualquier pelotudez de estas".