A veces, la muerte de alguien cercano es motivo de curiosidad acerca de su pasado, tal vez como una manera de aferrarse al que se fue, más allá del dolor que implica la pérdida de un ser querido. La nueva ficción de Saula Benavente, Karakol -que estrena este jueves en Cine.ar-, bucea en la búsqueda que emprende una hija por los secretos celosamente guardados por un padre que acaba de fallecer. Agustina Muñoz compone a Clara, una joven que no logra aceptar la reciente muerte de su padre. “Tiene que haber algo más”, piensa. Así, revolviendo papeles encuentra señales que la llevan a un lago en un país remoto, Tayikistán, donde cree que su padre tenía otra vida. Pero una vez allá, ¿de qué sirve develar el secreto profundo de quien uno ama? ¿Qué sentido tiene revelarlo? ¿Acaso empeñarse a descubrirlo no responde sólo a sus propias mezquindades? Sin darse cuenta, construyendo su propio secreto, Clara comprenderá que existe en todos un lugar bien hondo, sólo para uno mismo. En el elenco de Karakol también participan la gran actriz francesa Dominique Sanda, Soledad Silveyra, Santiago Fondevila, Guido Losantos, Pablo Lapadula y Juan Barberini.

Benavente inició su carrera profesional en 2006 cuando su guion El cajón ganó el Concurso Ópera Prima del Incaa y así escribió, dirigió y produjo su primera película. A partir de entonces, intercalando algunos trabajos de dirección, empezó su carrera como productora con Secuestro y muerte (Rafael Filippelli, 2010). En 2015, junto a Inés de Oliveira Cézar produjo y dirigió Gule, Gule, crónicas de un viaje, documental ficcionado, rodado en Francia y Estonia. En 2018 formó la productora El Borde junto a Albertina Carri y Diego Schipani, y produjeron el documental Bernarda es la Patria. Y ahora llega Karakol.

"La idea de esta película nació de charlas con Agustina Muñoz muchos años atrás. Fuimos delineando la historia sobre temas que nos atraían o nos preocupaban. Fue a través de conversaciones entre nosotras dos y una amiga, hace seis o siete años", comenta Benavente. “Después, la vida nos llevó a otro lados. Cuando el proyecto ganó el premio del Incaa nos pusimos a trabajar más en relación a la otra parte del mundo donde transcurre", agrega al directora sobre la investigación para llegar a Tayikistán.

-¿Realizar esta película tuvo que ver con pérdidas que sufriste en tu vida?

-Bueno, he sufrido bastantes pérdidas, pero más que la pérdida, nos interesaba indagar en la vida del otro, en eso de escarbar en la intimidad de otra persona por necesidades propias. Eso era lo que más me interesaba preguntar, más que el tema de la pérdida. Pero también tiene que ver. El dolor es algo que nos toca a todos, el perder a seres queridos en diferentes momentos de la vida. Pero no era lo principal. Es importante, por supuesto, pero tenía que ver más hasta dónde le reviso al otro su intimidad.

-Se suele decir que así como no hay recetas para ser padre cuando un hijo llega a la vida, tampoco las hay para saber cómo vivir cuando alguien muy íntimo se va. ¿Coincidís?

-Sí, exactamente. Frente a la pérdida, uno queda en shock. Hay pérdidas programadas, pero las otras, las que son de golpe son muy difíciles porque uno quiere saber: "¿Y ahora qué?". Se acaba, de alguna manera, una vida que uno tenía y hay que reacomodarse a eso. También eso me parece que es interesante porque con una pérdida muy cercana uno piensa: "No la resisto". Pero tenemos una capacidad extraordinaria para reinventarnos, para acomodar las cosas, que uno cree que es imposible. Uno sigue.

-¿Conocer un secreto ayuda a dejar de idealizar a un ser querido?

-Depende qué descubra uno. Igual, a los que no están, uno los mira de manera más piadosa también. Uno comprende. Y también en ese revolver en el otro lo interesante es llegar a una comprensión y no a un castigo o a una condena. Me parece que eso es lo que nos hace mejor, nos hace bien.

-¿Por qué decidiste que el secreto estuviera tan lejos como Tayikistán queda de la Argentina?

-Yo pretendía que el personaje se meta en un mundo extraño, que es el mundo del otro. Era conceptual. Y había que representarlo con un lugar en el que uno nunca había estado: no tener de qué agarrarte al meterte en un escenario desconocido. Conceptualmente dije: "¿Dónde es ese lugar?". Podría haber sido más fantasiosa y meterme en un estudio a filmar algo extraño, pero a mí me gusta el realismo. Y me pareció que tenía que ir por ahí porque la zona del mundo que los argentinos -al menos con los que hablé- menos conocemos son las ex repúblicas socialistas soviéticas. Nunca tenemos noticias de allí. No sabemos casi ni meterlas en el mapa. No sabemos qué cultura tienen, cómo se visten ni en qué idioma hablan. No podemos ni leer un cartel. Además, no es fácil llegar. Entonces, la idea era que si yo metía un personaje ahí, no podía decir: "Bueno, listo, quiero volver, hablo con alguien, que alguien me rescate". Estás absolutamente solo. Ese es el motivo de que el personaje vaya allá, como si hubiera podido ir a otra galaxia. Conceptualmente era un poco eso.

-¿Esta película te ayudó a profundizar en la reflexión sobre la muerte?

-Creo que más sobre la vida que sobre la muerte porque sobre la muerte no hay nada qué hacer. Llega y listo, ya está. Esto tiene más que ver con los que nos quedamos que con los que se fueron. Por lo menos para mí es así.

-¿Pensar en la muerte es desaprovechar momentos de la vida o es una reflexión necesaria para seguir adelante?

-La muerte de un ser querido hace replantearte todo. Con la muerte de otro, cuando llega a esa instancia, uno dice: "No me va a ganar el dolor", como un desafío. Y se mueve la escala de valores. Por ejemplo, cuando murieron mis abuelos, mi familia se reacomodó de otra manera. Todos cambiamos de rol. Hay algo que se sacude. Y eso es lo que me interesa, esa sacudida, porque cuando alguien desaparece hay otro que tiene que ocupar ese lugar, de alguna manera, familiarmente. ¿Quién organizaba la fiesta del Año Nuevo? Bueno, es otro el que la va a organizar. Ese tipo de cosas, ese reacomodamiento es al que me refiero. Y el modo de recordar también al otro, dónde lo ponemos.