"El perro literalmente destruyó el asiento trasero", dijo a Página/12 el abogado Leandro Aparicio al referirse a la detección del rastro de Facundo Astudillo Castro en el patrullero Toyota Etios OMP 782 (registro policial 20610), secuestrado por la justicia federal el 25 de agosto durante el allanamiento a la sede de la Policía Local de Bahía Blanca. El miércoles a la tarde se realizó un peritaje con perros a ese vehículo policial, que el 8 de mayo estuvo a pocos metros de los restos óseos hallados en el cangrejal del canal Cola de Ballena, de Villarino Viejo. Allí, el patrullero hizo un recorrido 'inusual y sospechoso' y se detuvo durante 35 minutos a 800 metros del lugar donde el 15 de agosto se encontró el esqueleto de Facundo, según la indicación que la división de Asuntos Internos le hizo al fiscal del caso, Santiago Ulpiano Martínez.
Cerca de las 14 del miércoles, en plena calle, se realizó el peritaje del patrullero del que participaron los perros K9 de la Policía Federal de Bahía Blanca, y también Yatel, el can adiestrado por el perito de la familia, Marcos Herrero.
En el mismo procedimiento del secuestro, durante el allanamiento del puesto policial de la Unidad Policial de Prevención Local (UPPL) en Bahía Blanca, ubicado en la calle Pacífico al 281, la jueza federal María Gabriela Marrón secuestró los libros de guardia de la dependencia y los teléfonos celulares y otros dispositivos de comunicación de los uniformados que trabajan allí. Los peritajes de estas pruebas también comenzarían el jueves.
El perito Herrero explicó que luego del trabajo de un equipo técnico con reactivos, introdujo a Yatel, un pastor alemán que ya participó en la causa. "Como siempre, al perro lo largué para que trabaje autónomamente después de hacer una toma de olor de Facundo", dijo Herrero sobre el comienzo de la tarea, luego de realizar la toma de olor con un par de medias de Facundo, preservadas en cadena de custodia.
"Fue muy determinante el perro", afirmó el perito a La Izquierda Diario. "Yatel inspeccionó los dos habitáculos, primero el de adelante e hizo una marcación y enseguida se pasó al asiento de atrás. Literalmente casi lo destruyó, rascándolo y mordiéndolo. Luego se abrió el baúl y cuando entró se dirigió a la parte de atrás del mismo asiento. Después se enloqueció mucho y volvió, por transportación del olor, al asiento de adelante y siguió marcando", describió el adiestrador.
"El resultado del procedimiento fue positivo", dijo el abogado Aparicio a este diario, luego de haberse comunicado con Herrero. "Como perito de parte y como guía del perro yo identifico que, más allá de que haya o no manchas de sangre u otro material genético de Facundo, el perro identificó olor a Facundo en ese vehículo", concluyó Herrero. El experto y sus canes ya habían encontrado rastros de Facundo en dos patrulleros de la Policía, pertenecientes a las comisarías de Mayor Buratovich y Teniente Origone (partido de Villarino), y el amuleto con forma de sandía con una vaquita de San Antonio en su interior, hallado en un viejo calabozo abandonado de la comisaría de esa última localidad.
¿La ría de descarte?
En tanto, Página/12 pudo saber que el martes de esta semana durante un rastrillaje de la Policía Federal en la zona de Villarino Viejo dos pescadores avisaron que había "unos huesos tirados". Al llegar, los federales verificaron que eran humanos, se comunicaron con el EAAF para dar aviso y reconfirmaron que son humanos pero no son del cuerpo que tras la autopsia resultó ser el de Facundo. Esos restos son de otro ser humano, y aparecieron a unos 2 mil metros del lugar donde se hizo el primer hallazgo.
"Estamos azorados", dijo a este diario el abogado Peretto. Los investigadores especularon con varias posibilidades a la hora de explicar el hallazgo, desde un grupo de pescadores que desapareció en 2001 hasta un policía que estaba de guardia en La Salada, el balneario de Pedro Luro, y cuyo cuerpo nunca apareció. Las conjeturas iban desde la casualidad hasta la posibilidad de que se trate de un sitio de descarte de cadáveres.