El niño de la tierra --que aprecia los robles, nogales y castaños de Quechurewe, la ciudad donde nació, 75 kilómetros al este de Temuco-- descubrió gracias a su abuelo, el lonco de la comunidad, que hay un presente porque tras él hay un pasado que lo sustenta. El deslumbramiento tiene una música: el sonido de las aguas del río Allipén, “que cuando canta hacia el oriente significa que vienen días buenos; que cuando llora hacia el poniente, que lloverá sin parar”. La mirada hacia la totalidad de lo viviente es desde el silencio y la contemplación. Aunque se recibió de médico obstetra, nunca ejerció. La memoria de su infancia sostiene el pensamiento de Elicura Chihuailaf (68 años), el primer poeta mapuche, traductor, ensayista y oralitor en ganar el Premio Nacional de Literatura en Chile. Desde Asturias (España), donde está por la pandemia de Covid-19, esperando el momento para regresar a su país, el autor de Recado confidencial a los chilenos y La vida es una nube azul dijo que este reconocimiento permite visibilizar la deuda que el Estado chileno tiene con el pueblo mapuche.
“Intento hacer dialogar mi espíritu y mi corazón de mapuche, porque es necesaria una pluriculturalidad: es el camino que hoy hay que tomar, en este momento tan tremendo que vive el mundo, en el que la naturaleza nos ha dado una dura advertencia –aseguró el ganador del Premio Nacional de Literatura desde Asturias-. No soy yo quien habla únicamente: el autor es un pequeño camino dentro de lo que es la enseñanza y la palabra de nuestros antepasados. Esa voz, de un pueblo que sufre hace 200 años, es la que me ha llevado por el mundo”. Elicura significa “piedra transparente” en mapuche. “La piedra es el corazón, que debe ser pulida por el agua del espíritu. Entonces, quien quiere ser transparente debe trabajar con las palabras”, plantea el poeta, que aprendió de niño la poesía en su familia, al escuchar los cantos de su abuela y las historias de su abuelo, que hablaban en mapudungún, y las adivinanzas de su madre junto al fogón.
“Hay quienes buscan violencia donde no la hay, porque a nosotros nos dicen que la tierra es nuestra madre y padre que nos enseña todo para vivir. Entonces nos preguntamos, ¿qué hijo o hija no se levanta cuando uno de sus padres es violentado? Cada uno de nosotros levanta su voz porque no solo nos interesa nuestra gente, sino también el Chile profundo, porque cuando los bosques desaparecen y las aguas se contaminan, ¿qué mayor violencia puede haber?”, subraya Chihuailaf --apellido que significa “neblina extendida sobre un lago”--, que dirigió la revista Poesía Diaria, junto con Guido Eytel, en Temuco, a comienzos de la década del ochenta. En los años 90, dirigió la revista de Arte y Literatura Mapuche Espíritu Azul/ Kallfvpvllv. Entre los libros que publicó se destacan El invierno y su imagen (1977), En el país de la memoria (1988), De sueños azules y contrasueños (1995), obra que fue reconocida con el premio del Consejo Nacional del Libro y la Lectura para la Mejor Obra Literaria, y más recientemente El azul del tiempo que nos sueña (2020). Sus poemas han sido traducidos al inglés, alemán, francés, italiano, croata, sueco y húngaro, entre otros idiomas.
Chihuailaf, que tradujo la poesía de Pablo Neruda, La Araucana, de Alonso de Ercilla y la obra de Víctor Jara al mapudungún, propuso el término oralitura para referirse a la importancia de la palabra en la cultura mapuche. Él mismo se define como oralitor en la medida en que su escritura se ejerce al lado de sus fuentes: la oralidad de los mayores. “Viejo estoy y desde un árbol/ en flor miro el horizonte/ ¿Cuántos aires anduve?, no lo sé/ Desde el otro lado del mar el sol/ que se entra/ me envía ya sus mensajeras/ y a encontrarme iré/ con mis abuelos -anuncia en uno de sus poemas-. Azul es el lugar adonde vamos/ Los poderes del agua me llevan/ paso a paso/ Wenulewfv, el Río del Cielo/ es apenas un círculo/ en el universo/ En este Sueño me quedo:/ ¡Remen remeros! En Silencio/ me voy/ en el canto invisible de la vida”. El poeta se pregunta si el silencio no será tal vez el zumbido del tiempo que no existe. Chihuailaf, como miembro de una gran comunidad en sincronía con la Naturaleza, sigue respirando poesía en el maravilloso jardín del mundo.