El Día de la Historieta Argentina encuentra al sector parado en un lugar inusual. Por la pandemia, claro, pero también a pesar de ella. Este año no hay celebraciones oficiales. Apenas algún video que se subiría a la página de la Biblioteca Nacional y una colaboración con una multinacional en la cuenta de Instagram (@museosba) de la Dirección de Patrimonio y Museos del gobierno de la Ciudad. Pero la efeméride encuentra al circuito en un momento de reacomodamiento que a mediano plazo permitiría celebrar algún cambio positivo.

Desde luego, el balance momentáneo es incierto: al bajón de ventas cuando se decretó el aislamiento social, preventivo y obligatorio, se sumó la cancelación de eventos y festivales –principal fuente de ventas para el 95 por ciento de las editoriales -. Pero una vez que comiquerías y librerías pudieron reabrir y las editoriales hacer envíos, la maquinaria empezó a moverse. Ayudó también el freno casi total de entrada de libros importados. Pero además, la pandemia vino a profundizar movimientos que el mercado ya había registrado: quines manejan licencias extranjeras quitaron su material de las distribuidoras especializadas y montaron sus propios mecanismos de distribución. En ese contexto, cuando un poco por la pandemia, otro poco por una mudanza, una de esas proveedoras grandes (Plan-T, que ahora devino “F4”) paró sus actividades, las editoriales más pequeñas descubrieron que podían vender bien por las suyas.

Un sello comenta a Página/12 que en unos meses de cuarentena vendió directamente más ejemplares que en el último año de una distribuidora. ¿Los motivos? Los consultados coinciden en que las distribuidoras trabajan con la cabeza puesta en la novedad extranjera y que no piensan en el long-seller, que es lo que caracteriza a los libros de autores nacionales. El depósito ordenado y el largo plazo son rarezas en estos mayoristas. Como resultado, aparecieron dos nuevas iniciativas de distribución entre los sellos locales.

El primero es una línea que llevará adelante OvniPress (fuerte licenciataria de material norteamericano, ahora con DC Comics) y que incluirá en su primera fase los libros de Purple Books, Capitán Barato Ediciones, Términus Libros y Libera la bestia. El otro es un conjunto de sellos (Historieteca, LocoRabia, Maten al Mensajero, Doedytores, Anexia, Primavera Revolver, Tren en Movimiento y Comiks Debris) que bajo el paraguas de “Che Distribución” intentará mejorar su situación.

“Esta es una vieja idea –reconoce Marcelo Pulido, responsable de Historieteca Editorial-, de juntarnos y ofrecer en conjunto nuestros catálogos”. El editor recuerda uno de los últimos sacudones del mercado local, cuando la española SD compró el paquete de distribución de La Revistería, que devino cadena de comiquerías, y dejaron de comprar en firme, como hacía la administración anterior. “Ahora sí nos juntamos, facilitamos el laburo y damos un buen descuento. Y afinaremos durante la marcha. Empezamos por comiquerías, que es nuestro circuito natural, pero queremos extendernos a librerías. La idea es llegar a quien lo necesite y sumar más editoriales”, apunta Pulido.

Leo Scarano es uno de los responsables de Purple Books y, además, es empleado de OvniPress. Junto a Daniel Muller, de Capitán Barato, impulsaron mover material nacional bajo el paraguas de Ovni. “La pandemia sacó el velo y nos hizo ver la realidad de dónde estábamos trabajando”, reconoce Scarano. El proyecto es trabajar en paralelo a los libros de Ovni, pero aprovechando sus posibilidades logísticas.

La apuesta en ambos casos es que, al visibilizar la historieta argentina, esta no quede en el fondo de las opciones de empresas más preocupadas por vender el último tomito de Avengers que en construir una industria. “La diferencia está en quién lo maneja”, destaca Scarano.

Mariano Abrach hizo un camino inverso, pero celebra las novedades. El periodista rosarino primero devino distribuidor en el área santafesina y ahora “aplacó” ese proyecto ante un puesto en una librería y en pos de una editorial propia. Así, se reconvirtió en Multiversal Ediciones. Sigue moviendo libros, pero cuenta que será una labor más “curatorial”, de “difusión comercial”. Ni su sello ni el resto del Colectivo Editorial BS, que integra, están por ahora en las nacientes iniciativas, pero las ve como muy positivas. “Las editoriales se ponen a distribuir porque es una de las falencias de nuestro circuito desde siempre”, explica. “Si una comiquería pide Marvel, DC o manga, nosotros entramos por la ventana, necesitamos distribuidores con llegada y ganas, porque estar en un depósito o listado de ventas no garantiza nada”, amplía. Y cuenta que en general, los sellos pequeños cuando tienen trato personal con algún librero, evitan las distribuidoras. “Montar una distribuidora es ampliar ese juego a otros”, celebra.