Joya de culto del rock nacional de la década del ’90, Suárez fue una de las bandas que renovaron el paisaje sonoro del género, introduciendo un corpus de influencias que hasta entonces habían sido ignoradas por los artistas locales más influyentes. Fue además el espacio donde comenzó a brillar la polifacética Rosario Bléfari, cantante y ocasional guitarrista de la banda, pero también actriz, poeta, escritora y periodista, labor en la que se destacó en estas mismas páginas, quien falleció el 6 de julio pasado a los 54 años. En homenaje a ella y a la mítica banda de la que formó parte entre 1988 y 2001, el Festival Internacional de Cine Documental de Buenos Aires (Fidba) incluyó dentro del programa de su octava edición un foco que las tiene como protagonistas. El mismo está compuesto por los documentales Entre dos luces. Suárez. Primera parte (2015) y Cien caminos. Suárez. Segunda parte (2017), ambos dirigidos por Fernando Blanco. Debido a las extraordinarias causas que en 2020 alteraron el normal desenvolvimiento de todas las actividades públicas, el 8° FIDBA realiza sus proyecciones de forma online, de modo tal que ambas películas podrán verse de forma gratuita hasta el miércoles 9 de septiembre solamente a través de la plataforma OctubreTV.
Suárez fue parte importante de lo que a comienzos de los años ’90 se llamó la movida sónica, una camada de bandas que tal vez fue la última dentro de la cronología del rock nacional a la que puede considerarse como una generación. De la misma también formaron parte Babasónicos, Los Brujos, Peligrosos Gorriones, Martes Menta, El Otro Yo o Juana La Loca, y en su origen es posible reconocer dos grandes influencias. Por un lado el fenómeno Madchester, aquella explosión que impulsó a nivel global a un puñado de bandas de la británica ciudad de Manchester, como Happy Mondays, Stone Roses o Inspiral Carpets. Por el otro, el universo aún más heterogéneo del Indie Rock estadounidense, que tuvo a sus exponentes más visibles en grupos como Pixies, Dinosaur Jr. y, sobre todo, Sonic Youth. La movida se consolidó con el padrinazgo de Gustavo Cerati, aunque enseguida se fue deshilachando, en parte por el éxito diverso las bandas que la conformaban, pero también por la prematura separación de algunas de ellas.
Dentro de ese riquísimo paisaje generacional, Suárez se destacaba por su bajo perfil, el carácter performático de muchas de sus presentaciones, el trabajo artesanal con que encaraban sus producciones o una manifiesta voluntad poética que se hacía evidente en el trabajo lírico. Las dos películas de Blanco logran ilustrar bien todas esas características, mostrando dos etapas cronológicamente muy claras, pero siempre con un estilo crudo y un montaje prolijamente descuidado que se combina bien con el espíritu lo-fi del grupo. Así, mientras que Entre dos luces se concentra en los primeros años de la banda, cuando su formación completa incluía a Fabio Suárez en bajo, a Gonzalo Córdoba y Marcelo Zanelli en guitarras y a Diego Fosser en batería, Cien caminos la retrata durante una gira por España en 1997, en la que presentaban Galope, su tercer disco, ya sin Zanelli en el equipo.
Construidas a partir de videos caseros grabados por los propios integrantes del grupo, Entre dos luces y Cien caminos documentan la intimidad de una banda de rock. La primera –cuyo título parece remitir a los modestos shows de los inicios de una banda de rock, que muchas veces tienen lugar literalmente entre solo dos luces— plasma el entusiasmo de los años formativos , comenzando con la salida de Hora de no ver, su disco debut, editado en 1994 de forma autogestiva. Fabio Suárez ilustra muy bien el estado de ánimo efervescente del grupo al tener en sus manos aquel primer disco compacto, soporte que a comienzos de los ’90 empezaba a imponerse. Filmándose a sí mismo, el bajista cuenta que tienen el disco desde hace 13 días. “Estamos contentos porque en 13 días hicimos bastante y bien, en 13 días podríamos habernos re-colgado y no haber hecho nada”, revela con un tono graciosamente confesional. “Tenemos tres meses por delante y nuestro objetivo es quedarnos sin discos antes de fin de año. Esperemos que lo podamos conseguir, pero si no lo hacemos no vamos a detenernos por eso”, lanza como un desafío. La respuesta está en la misma película, que muestra al entonces quinteto yendo de una presentación a otra, poniendo en movimiento el espíritu vivaz del rock hecho a mano y a pulmón.
Cien caminos es la continuidad de esa historia, retratando a la banda ahora convertida en cuarteto frente a un nuevo reto: llevar su música al otro lado del Atlántico. Una road movie que también tiene algo de El día de la marmota, en la que sus protagonistas se despiertan cada día teniendo que presentarse en un nuevo show que siempre parece una festiva extensión del anterior. Pero si algo identificaba especialmente a Suárez era el lugar que Blefari ocupaba, confiriéndole una identidad bastante anómala dentro del rock nacional donde, salvo excepciones, el rol de las mujeres se encontraba limitado a labores secundarias y es muy difícil encontrar a otro grupo que tuviera una frontwoman con esa presencia.
Las dos películas programadas por el Fidba inevitablemente destacan ese lugar. Pero también limitan a su figura a solo un par de sus avatares, los de música y poeta, dejando apenas visible o directamente fuera de campo a la escritora, a la actriz y a la periodista, territorios en los que se destacó con igual brillo y en los que también merece ser homenajeada.