A exactos 35 años, la concentración de ayer fue al mismo tiempo un homenaje a la gran protesta popular de 1982 y un nuevo reclamo contra las condiciones de vida de 2017. Aquellas manifestaciones se realizaron en dictadura. Convocaba la Confederación General del Trabajo conducida por Saúl Ubaldini. La represión trató de impedir las concentraciones en todo el país. Las marchas terminaron con 4000 detenidos, 2500 heridos y un muerto en Mendoza, el textil José Benedicto Ortiz. El 30 de marzo de 1982 ocurrió una muestra de autoconfianza que fisuró al régimen militar. Ni siquiera el desembarco en Malvinas, tres días después, ni la guerra, y tampoco el exitismo que hasta junio prendió a nivel masivo, lograron remontar el final de un proceso que ya marchaba a los tumbos. La consigna del ‘82 fue “Paz, pan y trabajo”. Tenía consenso: el Raúl Alfonsín victorioso de 1983 ganó porque consiguió convertirse en el mejor vehículo de las aspiraciones de democracia y justicia social.

La marcha de ayer se desarrolló en democracia. Al revés del 82, los manifestantes no pedían el fin de un gobierno. Uno de los oradores, Hugo Yasky, dijo de modo explícito que la discusión sobre el mandato constitucional de Mauricio Macri no está en debate. La afirmación dista de ser retórica: desde que comenzó la seguidilla de marchas y movilizaciones en todo el país los funcionarios tratan de demostrar que la Patria está en peligro. Hasta la canciller Susana Malcorra dijo en conferencia de prensa que había “movimientos destituyentes”, que no identificó, y alertó contra la posibilidad de que la sedición espante a los inversores. El mensaje busca polarizar hacia adentro (el viejo truco de “Yo o el caos”) y culpar a la oposición política y social por el freezer económico. El propio Mauricio Macri critica cada vez con mayor frecuencia los famosos “palos en la rueda” que alguien pondría en su camino de grandeza. María Eugenia Vidal va más allá. Los palos en la rueda estarían personificados por los gremios docentes, a los que hay que doblegar en nombre de la democracia. Vidal dice que el reclamo de los maestros es justo pero que la plata no alcanza. En los últimos días ella y los distintos dirigentes de PRO que ponen la cara en público empezaron a ensayar un argumento más concreto. Sostienen que los maestros tienen razón cuando piden ganar más pero que también hay otras necesidades. Y mencionan por ejemplo las cloacas. Es difícil saber qué cálculo político hay detrás de ese argumento. ¿Enfrentar a los docentes con el resto de los sectores vulnerables que aún no alcanzaron el acceso a servicios mínimos? Quizás. Lo cierto es que esa línea de propaganda oficial genera dos efectos.

Por un lado niega de hecho la justicia del reclamo docente y opaca la cuestión de fondo que hay en la exigencia sindical de obtener una negociación nacional. En 2014 la Confederación de Trabajadores de la Educación, el Sindicato Argentino de Docentes Particulares, la Asociación del Magisterio de Enseñanza Técnica y la Unión Docentes Argentinos acordaron con el Estado el diseño de un convenio marco. Al revés de lo que dice el gobierno actual, incluso se mostraron dispuestos a discutir el ausentismo y el presentismo. Solo pedían separarlos de la discusión salarial y poner ambos fenómenos en el contexto de la educación y la sociedad. 

Por otro lado, el argumento oficial de sueldos docentes versus cloacas introduce un debate de carne y hueso. ¿Por qué no sueldos docentes versus valor de las retenciones? ¿O sueldos docentes contra fuga de divisas? 

Cada pregunta suscita una puja. Las calles expresan esa disputa cada día más intensa.

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