El cupo laboral trans y travesti es una gran deuda de la democracia porque representa una reparación muy concreta frente a toda la violencia estructural de la que la comunidad ha sido objeto. Una violencia proveniente del Estado. Era claramente una de las principales necesidades. Otra de las grandes deudas fue saldada con la sanción en el año 2012 de la Ley de Identidad de Género. Una vez saldada la cuestión identitaria, nos permitimos soñar también con otras cosas. Por eso ahora decimos que el próximo paso será pensar en una reparación histórica para el colectivo.
Son pasos que hemos logrado dar y por supuesto que iremos por otras cosas porque la alegría no nos tapa la certeza de que falta un montón. Alguien preguntó en los medios en estos días cuándo el colectivo trans pensaba parar de reclamar derechos. Para decir eso se parte del mito de que el Congreso sólo tiene que legislar para cierto tipo de personas. Yo creo que esa persona se va tener que acostumbrar a la ampliación de derechos. Había hasta esta madrugada un sector de la Argentina alejado de todos los derechos que le corresponden al ser humano. Somos muchas las que desde anoche estamos sin dormir y hoy solo pensamos en agradecer, pero no solamente al gobierno de Alberto Fernández, pensamos en agradecer la lucha de muchísimas compañeras que hoy no están y que trabajaron mucho para que nosotras ahora podamos estar festejando. Son muchas las que quedaron en el camino. Son muchas las que andaban con un cartelito que decía "Cupo trans" e hicieron un enorme recorrido.
Aunque parezca sorpresivo este decreto presidencial no era tan inesperado. Desde principios de año corría un rumor de que el Gobierno iba a presentar una acordada con un proyecto sobre el tema. Luego vino la pandemia e interrumpió muchas cosas. Pero al mismo tiempo la emergencia sanitaria lo que hizo fue poner en relieve muchas desigualdades. Quedaron expuestas las necesidades a las que está sometido el colectivo, que no son de este año, no son de ahora, sino que es una realidad que nos ha golpeado durante toda nuestra existencia.
Al fin y al cabo, este gobierno hizo lo que hacen los gobiernos peronistas: recoger las demandas de lo que el pueblo necesita. El gobierno nos reconoció e hizo lo que había que hacer: donde había una necesidad, ahora hay un derecho.
Somos un colectivo que ha sido diezmado, nos han privado de todo, y sin embargo seguimos luchando con alegría. Anoche fue difícil conciliar el sueño de la alegría. Y sin embargo no paro de pensar en esto como una fase de un proceso mayor de conquistas, que no solo están destinadas a la comunidad travesti y trans, muchas otras identidades también necesitan que el Estado repare en ellas: las villeras, las personas de los barrios vulnerables, son muchas las personas que todavía tienen pendiente poder acceder a un trabajo digno y registrado.
También creo que es necesario señalar que el cupo trans debe ser custodiado para que no se convierta en una herramienta para que sólo puedan acceder a él personas que tienen una cercanía partidaria o que pertenecen a organizaciones hegemónicas, es decir, referentes que tienen ciertas “acordadas”. No debe ser una cuña para que las personas de siembre o quienes ya tienen ciertas condiciones de vida dignas accedan a cargos. Acá hay que pensar en las más necesitadas. El decreto habla de reparar, y reparar es mejorar las vidas de aquellas que pasan las noches en la calle, muertas de frío, expuestas a peligro, sin posibilidad de asegurarse la comida o el alquiler. A ellas es a quienes les debemos dar la oportunidad de tener un trabajo de calidad. A ellas primero que a nadie. Tambien se lo debemos aquellas que no tienen cuerpos hegemónicos. Muchas veces veo que en algunos espacios se contrata personas trans, pero se trata casualmente de trans o travestis a las que “no se les nota”. Es algo que algunos empleadores usan para lavar su imagen. Yo quiero ver trabajando a aquellas personas del populacho, a las pobretonas, a aquellas que llevan en el cuerpo las cicatrices de las vidas tremendas que han tenido. A aquellas a las que “se les nota” la sombra de la barba porque no tienen dinero para pagar la electrólisis. A ellas hay que resarcir, a las que sufrieron todos los días y en carne propia la ausencia del Estado.