El "rumiyasqa mallki", un árbol fósil de 10 millones de años ubicado en la población de San Miguel, Cusco, abrió una inesperada ventana al pasado del Altiplano peruano. A partir de él, expertos del Instituto Smithsoniano de Investigaciones Tropicales (STRI) esperan encontrar respuestas a los drásticos cambios ambientales que sufrieron los Andes centrales a lo largo del tiempo.
"Rumiyasqa mallki" se traduce en quechua como "árbol convertido en piedra", explicó la paleontóloga Camila Martínez, becaria del Instituto, con sede en Panamá. Investigadores de viajaron hacia la zona para hacer estudios al fósil, hallado en excelentes condiciones de preservación, durante una primera expedición al lugar en 2014.
"Cuando nosotros vimos este árbol quedamos muy impactados y queríamos saber por qué estaba ahí". Los modelos climáticos "predecían que para ese momento (hace 10 millones de años) la región de los Andes centrales debía ser mucho más seca" y no podía dar cabida a un espécimen de este tipo, explicó Martínez, doctora en Biología Vegetal por la Universidad de Cornell (EE.UU.).
Un árbol fósil 40 veces más antiguo que la humanidad
Tras varios años de estudio, que incluyeron el análisis de este y de más de 5.000 registros de otros vestigios encontrados en la zona, como polen y hojas, se pudo determinar la antigüedad y características del árbol.
"Este árbol tiene 10 millones de años, lo que significa que es 40 veces más viejo que la humanidad. Al mirar sus células en el microscopio supimos que hacía parte de la familia del fríjol, que es la más característica de los trópicos y muchas de sus especies son árboles que pueden llegar a ser tan altos como un edificio de 10 pisos", explicó la paleontóloga.
Al recopilar toda la información que dieron los fósiles se pudo identificar qué tipo de plantas vivían en esa parte del Altiplano andino hace 10 millones de años, y "logramos entender que la elevación era la mitad de lo que es hoy", es decir 2.000 metros sobre el nivel del mar.
"Eso permitió que lloviera mucho más y que en vez de ver pasto (como hay ahora en la Puna) tuviéramos un bosque de montaña con muchos árboles, palmas, helechos", indicó Martínez.
Este paisaje que sugiere la evidencia fósil es completamente diferente al que presentan "las simulaciones por computadora, que predecían que para ese momento la región de los Andes centrales debía ser mucho más seca".
"Cuando se logre recopilar más información sería interesante que estos fósiles provean puntos de calibración para mejorar la información que se le suministra a los modelos climáticos, de tal manera que no solamente sirva para mejorar las predicciones hacia el pasado sino también hacia el futuro" de cómo que será el clima, valoró la investigadora colombiana.
Se evidencian cambios drásticos en poco tiempo
Pero ese ecosistema en el que creció hace 10 millones de años el árbol hallado en San Miguel no duró mucho, en términos de tiempo geológico.
"No solamente teníamos esta ventana de tiempo de los 10 millones de años, sino también de los 5 millones de años, cuando ya la elevación era muy similar a la actual" en la árida meseta intermontana, que se encuentra a 4.000 metros sobre el nivel del mar, dijo Martínez.
Fósiles de 5 millones de años de las mismas zonas confirmaron que había nacido el ecosistema de la Puna, que ahora domina las altas mesetas de los Andes y se caracteriza por sus condiciones extremas: bajas temperaturas, fuertes vientos y poco oxígeno.
Así, las muestras de polen más jóvenes provenían principalmente de pastos y hierbas, en lugar de árboles, y el material de las hojas era de helechos, hierbas y arbustos, lo que indica que la meseta ya se había elevado a su altitud actual.
"Este tipo de hallazgos pueden hacernos ver estos cambios dramáticos en la Tierra. Los Andes se siguen elevando (...) algo muy interesante de viajar en el tiempo geológico es que podemos ver que el planeta no ha sido estable", afirmó Martínez.