Pensar la pandemia sin caer en lugares comunes ni generalizaciones vacías... otro desafío... y van...muchos.

Mi tozudo optimismo -con componentes negadores posiblemente- me hace pensar en grandes pérdidas visibles y dolorosas; pero también en ganancias tan invisibles como el coronavirus pero igualmente devastadoras para pensamientos autoritarios y seres poderosos.

Si se puede hablar de un triunfador, en términos poco serios, creo que se podría pensar en un avance del reconocimiento al mundo del conocimiento al llamado, a veces heurísticamente, mundo científico.

Las horas "perdidas" frente a un microscopio son las mismas usadas para facturar y multiplicar ganancias aún deforestando un continente.

El débil investigador mal pago hoy se hace visible aunque su pobreza material aún genere dudas.

Un teutón americano bruto sugiere tomar lavandina, la que elimina la suciedad visible. Nada sabe de micrones, moléculas o ácidos nucleicos; estos han sido "engaños subversivos", muchos de ellos portados y aportados por "subversivos" masacrados por las dictaduras de turno. Algunos de estos sobrevivientes o sus hijos o nietos son hoy los candidatos a salvar a la humanidad , incluidos sus asesinos.

¿Paradojas que devela una vez más esta pandemia?

Lamento no tener creencias religiosas, de haber sido así creería en un mensaje divino, en un castigo de Dios a los desatinos de los hombres. Aunque muchos creyentes también desoyen posibles mensajes sublimes y redoblan su violencia armamentista para aniquilar al que amenaza su poder. No para combatir al enemigo invisible como el coronavirus, no aportando dinero para investigar o curar, sino reforzando su potencia bélica (ver desfiles militares rusos y americanos, amenazas de invasión , misiles, en plena pandemia).

Otro saldo a evaluar, aunque precozmente aún, es la facilidad y fatuidad con que muchos anclan su angustia en "enemigos visibles": médicos , científicos , infectólogos…

Cualquier recurso es válido para no caerse o reconocer su ignorancia, es que de hacerlo debería cuestionar toda su existencia y eso es intolerable.

¿Cuántas horas de su vida dedicaron a leer algo, a pensar, a perder algo de facturación por averiguar conceptos y conocimientos, verdaderas herramientas útiles en estos tiempos por no decir las únicas disponibles?

Estos anclajes, incluidos los pensamientos místicos se están agotando, ya no son útiles, no solo sirven poco para calmar angustia y ansiedades sino que además implican una negación de la materialidad básica de la vida y de los enormes progresos que han significado llegar a la expectativa de vida de nuestro tiempo promediando las ocho décadas. Este básico y elemental pensamiento es negado por los negadores/odiadores de este tiempo.

Todo aquel que cite un pensamiento científico o simplemente racional es un invocador al miedo, por lo tanto hay que matar al emisario, para seguir en la ignorante oscuridad ciegamente confortable y frágilmente  cómoda.

Hay que volver a matar a los Galileo, a los descubridores de la verdad tan peligrosa como una aguja portadora de una vacuna propiciada por esa oscura profecía llamada ciencia. En estos momentos, dónde se pierde la brújula con gran facilidad, hay que reencontrar el norte, que no necesariamente coincide con el geográfico.

Tal vez la simple lectura de las tarjetas de vacunación y una simple revisión histórica nos oriente: poliomielitis, rubéola, viruela, tuberculosis, tétanos, difteria; más acá, hepatitis b, hpv, neumonías, gripes.

En orden de medicamentos: para enfermedades metabólicas, cardiacas, antiinfecciosas (desde la penicilina para acá) renales, procesos de diagnóstico precoz, ginecológicos, digestivos, avances de la prevención y atención primaria son sólo una muestra de los cambios de época y de la incontrastable aparición de los que a pesar de todo y a veces contra todo luchan por la conservación de la vida y hacen notar sus triunfos silenciosos y efectivos aunque una bomba destruya en segundos las vidas que salvaron por esfuerzos de años.

Es llamativo el uso de frases de San Martín como "seamos libres que lo demás no importa nada" pronunciadas en época en que estoicamente cruzaban la cordillera a caballo y burro para evitar la dominación del continente trasladadas a la actualidad donde con un clic estamos en Santiago de Chile o Compostela. En una epoca donde un hombre de 40 años era un anciano próximo a morir.

Creo que hoy la libertad es la de poder tener acceso a los progresos que permiten mejorar la vida y prolongarla con dignidad y calidad, cuestiones no solo científicas obviamente.

En épocas de paz y sin hipótesis de conflictos bélicos visibles, sobre todo en nuestro país, imagino que hoy los próceres enfocarían la lucha hacia la libertad de estudiar, investigar, educar y educarse.

Y la lucha anticolonial es más compleja y puede haber amigos y colaboradores tecnológicos en Oxford, Moscú, México, Beijing y enemigos del progreso en Puerto Madero o en nuestra cuadra.

Creo que la humildad de escuchar a los que tienen algo que aportar, e ignorar a los que siguen vendiendo vidrios de colores es un norte posible.

 

Eso sí, requiere un cierto esfuerzo, sacudir una modorra intelectual y correr el riesgo de pensar, que paradojalmente -o no tanto- se traduce y/o expresa y colabora con nuestra salud física y global.