“Fue una época de sufrimiento y de terror”, afirmó el sociólogo Fortunato Mallimaci en referencia a 1975, al declarar como testigo en el juicio oral por los crímenes de la Triple A en Bahía Blanca. Militante de grupos cristianos y de la Juventud Universitaria Peronista, trabajador no docente en las escuelas medias de la Universidad Nacional del Sur hasta su expulsión ordenada por el interventor Remus Tetu, y finalmente exiliado en mayo de 1975 y hasta el retorno de la democracia, el investigador del Conicet recordó la efervescencia política en los años previos al golpe y el recrudecimiento de la violencia que a nivel local tuvo como caras visibles a matones vinculados al diputado y secretario de la CGT Rodolfo Ponce. Las audiencias continuarán el 15 de septiembre con declaraciones vinculadas a los asesinatos de Carlos Alberto Davit y Víctor Oliva Troncoso.
El juicio se realiza en el aula magna de la UNS, donde el grupo paramilitar supo sembrar el terror luego de que Tetu los contratara como personal de “seguridad y vigilancia”, con el visto bueno de los servicios de inteligencia, que los dotarían de armas, les señalarían blancos y les garantizarían impunidad. Por los 45 años de demora y la muerte de los miembros más notorios en el banquillo hay sólo cuatro acusados, que siguen las audiencias desde sus casas.
Raúl Roberto Aceituno, con arresto domiciliario, está acusado por el homicidio de David Cilleruelo en un pasillo de la UNS el 3 de abril de 1975. Excarcelados, acusados de integrar la asociación ilícita a la que se atribuyen 24 homicidios, están Héctor Angel Forcelli, Osvaldo Omar Pallero y Juan Carlos Curzio. En la etapa de instrucción está imputado el excamarista y exagente de inteligencia Néstor Luis Montezanti, que fue indagado hace más de dos años y cuya situación procesal debe resolver el juez federal Walter López Da Silva.
“Con la llegada de Tetu empieza a aparecer esa patota al interior de la universidad, los Falcon verdes, las itacas”.
“Entré en la universidad como estudiante en 1968, provengo de una ciudad aledaña, Punta Alta, vinculada a la base naval de Puerto Belgrano. Estudié en la UNS hasta el ‘75, cuando tuve que dejar primero Bahía Blanca y después el país para exiliarme en el Perú, después en Francia y regresar en el ‘84”, recordó Mallimacci, que declaró por videoconferencia. “Al mismo tiempo, desde el ’70 hasta que me expulsaron trabajé en las escuelas medias de la UNS”, añadió. “Participé también desde fines de los ’60, quizás hasta el día de hoy, en distintos grupos organizados cristianos, en la Acción Católica de Punta Alta, donde estaba el padre Hugo Segovia, y en la Juventud Universitaria Católica de Bahía Blanca. A su vez conocí y estuve muy presente en la sociedad y en la universidad, dado que pertenecía a la JUP, organizada desde el año 73”, rememoró.
El testigo repasó los nombres de los rectores de la UNS nombrados por los gobiernos peronistas en 1973 y 1974 hasta el desembarco como interventor de “Tetu y su patota”, dado que “ya venía acompañado por gente de Ponce, al que también la conocíamos a nivel local y nacional por sus atributos, sus reacciones, sus maneras de ligarse al gremio y a los trabajadores”. A partir de su tarea en la Comisión Provincial por la Memoria pudo “conocer en más detalle cómo varios de nosotros veníamos siendo fichados por la llamada ‘comunidad informativa’ desde principios de la década del ‘70”.
"La Justicia repara, libera, nos da esperanzas y nos hace mirar lejos”.
Consultado por el fiscal Pablo Fermento sobre el grupo paramilitar que hacía ostentación de armas en los pasillos de la UNS, Mallimaci recordó que “fue una época de sufrimiento, de terror, en la cual salir a la calle costaba y mucho”. Contó que sabían de la existencia de los matones porque el período que va de 1972 a 1974 fue “un momento de amplia movilización estudiantil y de vínculos con otros dirigentes sindicales", y mencinó al gremio de comercio, los metalúrgicos y la Uocra. También “sabía de la patota porque a fines de 1974 habían asesinado a (Luis Jesús) ‘Negrito’ García y eso nos había mostrado cómo en Bahía Blanca sucedían hechos que no pensábamos que fueran a ocurrir”.
“Sabíamos que la gente de Ponce, sus matones, tenían presencia en algunos sindicatos, había peleas intersindicales”, recordó, y añadió que “con la llegada de Tetu empieza a aparecer esa patota al interior de la universidad, los Falcon verdes, las itacas”. “La llegada de Tetu, sabiendo sus antecedentes, hace que organicemos una enorme manifestación, la última gran manifestación del movimiento estudiantil en Bahía Blanca, en marzo del ’75, cuando llegamos al rectorado porque se había empezado a expulsar gente, la patota molestaba a los trabajadores no docentes, a profesores”, rememoró. “Hay que hacer memoria porque la universidad todavía tiene una deuda con todos ellos”, destacó. Consultado sobre Cilleruello, recordó que “era un compañero, un amigo, con quien hablábamos de cómo organizarnos mejor, de cómo tener una presencia al interior de la universidad”. Al culminar su extenso testimonio pidió que “se haga Justicia, porque la Justicia repara, libera, nos da esperanzas y nos hace mirar lejos”.