La jornada de clasificación del Gran Premio de Italia no se desarrollará este sábado sin un emotivo recuerdo: el del piloto austríaco Jochen Rindt, uno de los mejores y más rápidos de su generación, quien murió hace exactamente medio siglo, en este mismo escenario, tras accidentarse en la curva Parabólica del circuito de Monza y, sin embargo, sobrevive en la memoria como el único campeón póstumo que ha tenido la Fórmula Uno.

El autódromo italiano oficiará de constante en este viaje en el tiempo, hacia aquellos terribles años de fatalidades y precariedades en cuanto a la seguridad en el Gran Circo; basta mencionar que el holandés Max Verstappen perdió el control de su Red Bull este viernes y, tras el golpe que dejó a su auto sin alerón delantero, a los 22 minutos estaba de vuelta en la pista.

Monza no será lo único que evoque a Rindt, el hombre que tenía la nariz plana al estilo de un boxeador y los ojos a veces celestes y a veces grises. Helmut Marko, que a sus 77 años es asesor de la escudería Red Bull y a quien puede verse en cada competencia, es una de las figuras que traerá su memoria al presente tras haber sido compañero suyo en la escuela y su gran amigo de la juventud.


Marko y Rindt se conocieron en Graz, la capital del estado de Estiria, en el sur de Austria
, justamente donde se encuentra el circuito que albergó las dos primeras carreras del actual calendario de la categoría. Rindt llegó allí con apenas quince meses de vida, traído por sus abuelos luego de que su madre y su padre murieran en un bombardeo en Hamburgo, Alemania, durante la Segunda Guerra Mundial.

Cuando al nacido en Mainz el 18 de abril de 1942 le preguntaban por su origen, él apenas decía: “Yo soy europeo”. Aunque sus abuelos conservaron su nacionalidad alemana, su licencia para correr fue de su país de adopción. Rindt inauguró la historia grande del automovilismo de Austria convirtiéndose en el primer austríaco en correr un Gran Premio de Fórmula Uno y en una verdadera estrella de la categoría.

¿Habría una fecha asignada al histórico escenario de Spielberg si no hubiera sido por Rindt? Probablemente, no. Ya lo dijo hace 20 años el enorme Niki Lauda: “Jochen guió nuestro camino y demostró que los austríacos también podíamos hacerlo, en un deporte dominado principalmente por británicos e italianos. Abrió la puerta de la Fórmula Uno para nosotros, era un ídolo”.


Quien fuera profesora suya en la escuela, recuerda -en un testimonio recogido por el historiador Erich Walitsch para la web oficial del piloto- que el vértigo con el que corrió sobre ruedas ya latía en esos primeros años de juventud. “Un día, Jochen llegó a la escuela con un scooter de madera. Andaba a altas velocidades, acelerando fuertemente con una pierna, pero sin derribar a nadie. Ella lo llevó aparte y le pidió que no fuera tan rápido. Él le dijo: ‘¡Pero si no fui para nada rápido!’. Ella está segura de que probablemente ya tenía un buen sentido de la velocidad, así como extraordinarios reflejos, ya en aquel momento. De lo contrario, eso no habría podido salir bien”. También se acuerda que, en tiempos en los que la posguerra hacía pasar hambre y frío, más de una vez encontró sobre su escritorio un sandwich cuidadosamente empaquetado; aunque él no decía nada, ella sabía que era Rindt quien lo había dejado ahí.

Marko recuerda al juvenil Rindt como “siempre alegre y aventurero”, en una época en la que manejaba al límite un escarabajo que le habían regalado sus abuelos. Aquel espíritu, para su compatriota, fue una huella de la crianza de sus abuelos. “No eran estrictos como cualquier padre. Jochen tenía más libertad que cualquiera de nosotros”, contó en una reciente entrevista publicada por la escudería austríaca.

Este sábado, Marko estará solo en Monza, sin su amigo. Pero en 1961, estaban juntos cuando Rindt descubrió que sería piloto de carreras. La “chispa” que lo empezó todo ocurrió después de haber manejado 14 horas para ver el Gran Premio de Alemania en Nürburgring. Habían terminado hacía poco la secundaria y aquella noche terminaron durmiendo en el campo junto al auto, al lado del circuito. “El ruido infernal de los autos, corriendo a toda velocidad, nos despertó -se acuerda Helmut-. Y entonces, Jochen me dijo: ‘¡Yo también quiero hacer eso!’. Lo miré con asombro porque era una perspectiva inimaginablemente distante para nosotros”.


Entre los rugidos que despertaron a Rindt aquella mañana estaban los del motor de la Ferrari de Wolfgang von Trips, que se volvió el espejo al que siguió el austríaco. Aquel 1961, el destino parecía unir sus tragedias: Rindt empezó a dar sus pasos en el automovilismo el mismo año en el que su referente alemán perdió la vida en un recordado accidente en Monza, en la penúltima fecha de un campeonato que lideraba y que, de no haber sido por su muerte, lo habría consagrado campeón.

Rindt también lideraba el campeonato aquel sábado 5 de septiembre de 1970 en Italia, cuando su Lotus 72 se fue contra las barreras mientras practicaba. La fatalidad -que ocurrió casi en la misma zona del circuito donde había perdido la vida von Trips- no impidió su consagración porque había conquistado una ventaja inalcanzable aún a falta de cuatro carreras.

“Estaba enojado por la fragilidad del auto. Escribió una carta antes de Monza sobre eso. Estoy absolutamente convencido de que se habría retirado al final de esa temporada”, recordó hace tres días su amigo y piloto Jackie Stewart, en diálogo con el portal de la Fórmula Uno. El británico, que aquel día lloró adentro de su auto antes de dar la vuelta en la clasificación, se quiebra otra vez al advertir que la ausencia de Rindt cumplirá hoy medio siglo: “Parece que hubiera sido ayer. No puedo creer que hayan pasado 50 años”.


Su esposa Nina recibió el trofeo cuando se convirtió en el único campeón post mortem de la Fórmula Uno. Fue la gloria que Rindt no pudo ver y que habría coronado sus siete años en la máxima categoría. Su final fue de ascenso meteórico: el 5 de octubre de 1969 en Estados Unidos, once meses antes de su muerte, había conquistado la primera de sus seis victorias en Grandes Premios. Quizás alguien lo recuerde de su paso por Argentina; la última de las tres veces que corrió en nuestro país fue el 11 de enero del '70: salió segundo -a bordo de un Porsche 908 junto a Alex Soler Roig- de los 1.000 kilómetros de Buenos Aires.

Cuando hoy inicie la jornada de clasificación en Monza -del campeonato que lideran Lewis Hamilton y Mercedes-, será imposible no recordar a su campeón de 1970. Y una frase suya, que invita a pensar que trató de disfrutar cada uno de sus jóvenes 28 años. “Como piloto de carreras, no sabes cuánto tiempo tienes por vivir -dijo Jochen Rindt-; por eso cada minuto de cada día es precioso y no debe desperdiciarse”.