Compañeres de ruta para cuando se pueda; querides quedadites en casite; militantes del erotismo que a duras penas puede presentarles batalla a los destructivos tanáticos del Mal Organizado que han perdido todo límite –incluso, y sobre todo, el del delirio y la alucinación mediática; personos y seras humanas que aún tienen en mente que para ser libres hay que estar vivos, como bien lo señalara nuestro presidente hace como tres años (en verdad, fue hace tres meses, pero el tiempo también ha perdido su calibre, últimamente); wasaperes, zoomerios y meetingovias que saben que no es lo mismo, pero también saben que acá cerca y no hace tiempo anda el virus: henos, henas y henes aquí, allí y acullí, todes juntes, aislades y viviendo lo mejor posible.
Como ya lo dije, y lo repito, los llevo en mis glóbulos. Por eso mismo, quiero compartir con ustedos la extraña percepción de lo siniestro que me acomete en estos tiempos.
Lo siniestro (unheimlich, en alemán), decía el abuelito Sigmund, es “cuando lo familiar, lo conocido, lo hogareño (heimlich, en alemán) se vuelve extraño”.
O sea, cuando "lo familiar”: un café con amigos, un cumpleaños, juntarse a tomar mate o a ver una peli, un encuentro amoroso, una salida a comer afuera, un picnic; una noche de bowling, de cine, de papas fritas, de sexo, o de todo eso junto; una pizzada, una marcha para encontrarnos, reconocernos y reclamar o celebrar lo justo; cuando todo eso, digo, se vuelve una trampa mortal, individual y social, estamos ante lo siniestro.
Como eso no nos gusta nada y nuestro inconsciente trata de darnos todos los gustos para después poder exigirnos cosas desde el superyó, opera un mecanismo llamado “negación” –y entonces uno “de verdad cree que no pasa nada”–, o bien otro, llamado “renegación” –o sea: “sí, pasa, pero ‘a mí’ no me va a pasar”.
Todo eso funciona desde lo inconsciente, es decir: se supone que uno no se da cuenta de que está haciendo eso.
Y eso se cura con un buen psicoanálisis, o bien con que la realidad nos ponga un buen límite. Que de alguna manera nos diga: "Perejilito de mi vida, tú también eres parte de ‘los demás’. Aunque seas único para tu madre, tu novie o ti misme, no lo eres para el virus, que es un jodido y mata gente, pero es muy democrático y nada excluyente a la hora de hacer maldades". (¡Uia! ¡Como los mafiosos de las pelis, tan bien educaditos y familiares!).
Pero cuando la realidad se pone del lado del Mal, del virus, del Tánatos, la cosa es, más que siniestra, jodida.
*Cuando en la ciudad te dicen: “Andá tranquilo al bar y pedite un café 'sin azúcar y sin virus’”.
*Cuando cierto periodismo te dice: “Andá nomás a visitar a la abuelita, que no te va a agarrar el ‘lobid’ en el bosque. ¿Quién te creés que sos? ¿Caperucita?".
*Cuando en la tele te dicen: “Estamos en un clima autoritario”, y es cierto, pero el autoritario se llama “Covid”, no Alberto.
*Cuando todos saben que la circulación es la manera de contagiarse, pero abren chances de más y más circulación.
*Cuando dejan el cuidado a cargo de cada uno (ya estaría mal si no fuera contagioso, y encima es contagioso).
*Cuando, desde algún lugar de la estratosfera, un Malo muy Malo dice “que se mueran los que tengan que morir” como si tuviera una impunidad biológica que no tiene.
Entonces, hije míe, amigue míe, compañere, ahí tenemos lo siniestro.
Yo vivo y amo vivir en la CABA o, como decimos, la CACBA (Ciudad Autónoma y Contagiada de Buenos Aires); amo los cafés, los cines, los bares, los encuentros, las librerías..., y puede usted, lectore, agrandar la lista.
Y porque amo todo eso, quiero que siga, mejor dicho: que vuelva. Pero no desde lo siniestro, no desde ese lugar de trampa al servicio (imaginario) de la economía.
Sacrificar a los ciudadanos y, sobre todo, al personal de salud, para vender un par más de cervezas o de celulares, es, finalmente, el peor de los negocios. Y disculpen, pero cuesta hacer chistes con esto. Duele mucho.
Para que el postre no sea amargo, sugiero terminar esta nota viendo Los chanchuyos del señor Garqueta, en sus dos versiones, ambas en el canal de YouTube de RS Positivo (Rudy-Sanz). Aquí incluimos el link para acceder a la más breve, a cargo del Coro de Cosacos Porteños; la otra incluye comentarios de Vartolsky Mimitri.
Hasta la que viene.