Platense es como la segunda casa para María Victoria Moyano Artigas. “El club de la resistencia”, como lo veía con su mirada de niña y al que volvió después de casi 33 años. El sustantivo hermana dos cuestiones vitales que formaron su identidad. Su propia historia de nieta restituida –la número 53– y la influencia que tuvieron sobre ella las luchas de Blanca y Enriqueta, sus dos abuelas. Pero además, la palabra resistencia alude a las hazañas futbolíticas del equipo que en cada temporada se salvaba del descenso en las últimas fechas. Esa era como la pelea por el título, el campeonato de la resiliencia que reforzó su vínculo con la institución de Vicente López. Ella lo recuerda todavía con orgullo.
Lo paradójico del caso es que sus apropiadores la acercaron a sus instalaciones. Que pasó su infancia entre el minibasquet, la natación y la colonia de vacaciones sin saber quiénes eran sus verdaderos padres, María Asunción Artigas y Alfredo Moyano. Uruguaya del barrio montevideano La Teja y embarazada ella, porteño de Buenos Aires él. Militantes de Tupamaros secuestrados dos veces. La primera en 1975 y la segunda el 30 de diciembre de 1977 en Berazategui. En ambas con el Plan Cóndor como fondo. Victoria nacería meses después en el Centro Clandestino de Detención Pozo de Banfield, el 25 de agosto de 1978. Recién a los 9 años supo la verdad y dónde estaban sus orígenes. Hace pocos días y a punto de cumplir 42 pudo volver al club donde, y pese a todo, tuvo una infancia feliz.
Su historia es una historia que bien podría haber escrito Elsa Osorio para una remake de A veinte años, Luz. Pero la tomó el Departamento de Derechos Humanos de Platense para su proyecto Identidades Calamares, una inciativa que proyecta homenajear a socios e hinchas víctimas del Terrorismo de Estado, costumbre que se viene replicando en otros clubes. La idea de empezar con María Victoria, abogada y futura profesora de danzas y yoga, propició el reencuentro con los colores que empezó a querer en su infancia. Su regreso a la cancha y a cada lugar donde dejó recuerdos imborrables, se completó con la entrega del carnet que la acredita como socia honoraria.
“Entré al club, me emocioné y mis recuerdos de niña pesaron más que bajo qué circunstancias estaba en aquella etapa donde no conocía mi verdadera identidad. Pesó mucho más eso y me gustó que fuera así. No te pueden robar todo, incluidos hasta los lindos recuerdos. Estuve muy contenta de que me pasara eso” le cuenta a Página/12 desde su barrio de Parque Chas. Cuando era muy pequeña vivía en Belgrano en el hogar de sus apropiadores, el empleado textil Víctor Penna y su esposa, María Elena Mauriño. Oscar, el hermano de aquel, era comisario de la Brigada de San Justo y el hombre clave en el circuito represivo que explica su adopción con el mismo nombre pero otro apellido. Hasta que Olga Fernández, la maestra de primer grado de María Victoria, hizo la denuncia en Abuelas de Plaza de Mayo porque sospechaba algo.
“A mí me recuperaron en el ‘87. El 31 de diciembre de ese año fui a vivir con mis abuelas y recién volví a Platense cuando me pidieron hacer un video de la comisión de Derechos Humanos del club. Fue un gesto muy audaz de mi parte porque muchos años de la infancia los pasé ahí, tenía muchísimos amigos y yo iba todos los días al club, todos. Jugaba al basquet, hacia natación. Iba a la colonia en los veranos y nada, estaba ahí. Imaginate que iba a premini. Si me ves ahora mido 1,55. Pero mi hermano de crianza es muy alto y yo lo veía a él que jugaba y quería hacer basquet. Había ido a River un tiempo y pasé a Platense porque me sentía más cómoda. Era una niña muy chiquita”, recuerda.
El presidente del club, Pablo Bianchini, le entregó su carnet de socia honoraria 33 años después en las plateas del estadio. La idea de hacer Identidades Calamares partió del área de DDHH de Platense y los socios Mauro Rexach, Lucas Solimano y Anabella Castro se la presentaron a la comisión directiva el 24 de julio.
El secretario general del club, Eduardo Rousseaux, explicó que “desde el Departamento de Derechos Humanos no solo abordaremos el eje Memoria, Verdad y Justicia. Estamos trabajando desde una perspectiva integral de los derechos, articulando con otras áreas del club. Queremos que Platense sea un lugar donde se fortalezcan los valores de la igualdad, la justicia y la no discriminación”.
María Victoria se emocionó con el reconocimiento y explicó por qué durante tantos años no pudo regresar al club: “Nunca más me animé a volver porque era hacerlo a un lugar con muchísimos recuerdos, con muchísima significación para mí y no es que no me habían dado ganas, pero sabía que iba a ser una cosa fuerte. Cuando el Departamento de Derechos Humanos entró en contacto conmigo lo empecé a pensar y les dije que quería ir”.
En Platense comenzaron a resignificar el sentido del honor que tenían algunos dirigentes deportivos en la etapa más trágica de la historia argentina. Un carnet de socio honorario como tiene hoy la nieta recuperada por Abuelas de Plaza de Mayo se lo entregaron durante la dictadura a condenados o juzgados por delitos de lesa humanidad como Videla, Massera, Agosti, Suárez Mason y Viola, entre otros, en clubes como River, Argentinos Juniors y Colón de Santa Fe. Esas decisiones se revirtieron después en democracia y repararon la gravedad institucional de conferir ese status societario a genocidas. Que el reconocimiento lo haya recibido una hija de desaparecidos es la señal de que las políticas de memoria, verdad y justicia empezaron, aunque de manera tardía, a respirarse en muchas entidades deportivas. Sobre todo por el trabajo de sus hinchas y socios.
La Coordinadora de Derechos Humanos del Fútbol Argentino es el emergente más activo de esas reivindicaciones. Como quedó demostrado con la restitución de la condición de socios a los desaparecidos de Banfied, Estudiantes de La Plata y Rosario Central, los continuos homenajes en varios clubes a quienes sufrieron el Terrorismo de Estado, las actividades basadas en una agenda más amplia de derechos que incluyen la paridad de género, la educación o algo tan básico como un plato de comida y el techo que los distintos gobiernos no garantizan y muchos clubes – incluidos los de barrio- sí. Dice Moyano Artigas que “cuando recuperé mi identidad aprendí lo que es luchar y resistir junto a mis abuelas. Desde ese punto de vista hay un denominador común, un concepto. Mis abuelas me enseñaron cómo hacer frente a todos los embates que te da la realidad si estás convencida de tus ideas y tus valores”.
En Platense percibieron que su caso puede ayudar a que se conozcan otros semejantes. Además consiguieron que regresara con su verdadera identidad. “Imaginate, ya estaba emocionada de entrar y encima me dieron el carnet. Fue muy lindo”.