Es el futbolista mejor pago del planeta y este año le habrán ingresado 104 millones de dólares. Posee hoteles, su propia línea de indumentaria y hasta se dio el gusto de "zafar" de la cárcel por evasión de impuestos. Lionel Messi tiene todo lo que tiene un poderoso y, aún así, no pudo hacer valer su voluntad. "Nunca iría a juicio contra el Barça porque es el club que amo, que me dio todo desde que llegué, es el club de mi vida", se desnudó el rosarino en su anuncio de continuidad en el conjunto culé, tras lo que fueron diez días de pésimo manejo comunicacional y legal, que hacen temer por la capacidad del entorno que rodea al capitán de la Selección.
Durante ese período se hizo viral un video de un argentino haciéndose pasar por español, y disparando contra el goleador en retirada, que "eres un desagradecido", que "cuando llegaste aquí no tenías ni un peso", que "te dimos de comer", oraciones en tonada española que se hicieron pasar por verdaderas y fueron levantadas por numerosos sitios y noticieros. Chascarrillo aparte, este discurso -muchas veces disfrazado de "sentido común- que pone a Messi como un deudor de por vida para con el Barcelona no faltó durante el conflicto. Como no falta tampoco en el más cotidiano de los ámbitos de la vida cuando, desde un lado de la lucha ideológica se defiende al empresario como dador de trabajo, y desde el otro, se aclara a los trabajadores como los artífices del cada vez mejor -generalmente- pasar del que pone el capital.
Si la plusvalía es el valor que genera el trabajador por sobre lo que cobra de salario, nadie podría decir que Messi ya no pagó su "deuda" con el club que lo recibió cuando era un purrete. Claro que aquel no fue un mero acto de solidaridad. Como la mayoría de los clubes europeos, Barcelona registra talentos alrededor del mundo "menos desarrollado" y se lleva aquellos diamantes en bruto que en el futuro le pueden dar réditos. Y la gema rosarina sí que lo hizo. Porque detrás de los títulos y los goles -como si fuera poco-, vienen los premios económicos, los aumentos de los derechos televisivos, los abonos anuales y el merchandising que viste a millones de chicos y chicas alrededor del mundo.
Pero no, no fue suficiente. Para no tener que lidiar con el mote de "traidor" o "desagradecido", Messi prefirió agachar la cabeza y no hacer valer lo que alguna vez le prometió la patronal del club, avalada desvergonzadamente por las autoridades del circo del fútbol español, que cuidaban su negocio. Como con toda estrella deportiva, resulta difícil identificarse con Messi en su rol de trabajador, pero en ésta, se sumó al multitudinario equipo de los perdedores diarios. Vaya refuerzo.