“Pareciera que hay dos Argentinas, la de adentro de los hospitales y la de afuera”, reflexionó Rodolfo Arrechea luego de ver las imágenes de los bares de Palermo y Puerto Madero abarrotados de personas que transgredieron las recomendaciones del distanciamiento social. Él es delegado en el Hospital Rivadavia, y junto con varios dirigentes gremiales de salud cuestionaron al gobierno porteño por haber fomentado ese aglomeramiento en el peor momento de la pandemia. “Indignante”, “triste”, “irresponsable” y “tremendo” fueron algunos de los calificativos con que describieron lo que pasó.
La situación generó un intercambio entre el jefe de Gabinete nacional, Santiago Cafiero, y el vicejefe de Gobierno porteño, Diego Santilli. Cafiero exigió que la ciudad cumpliera con los protocolos sanitarios y aseguró que “si es necesario, retrocederemos en la apertura”. Santilli respondió que “la mayoría de la población respeta las normativas”, aunque “siempre hay algunos que se pasan”, por lo cual “se reforzarán los controles para que no haya excesos”.
Lo primero que Arrechea pensó cuando vio los videos y fotos de la multitud tomando cerveza en la calle fue “esto es tremendo”. “Sabíamos lo que iba a pasar si se abrían los bares, y pasó. Y ahora encima viene la primavera” alertó.
“Pareciera que hay dos Argentinas, la de adentro de los hospitales y la de afuera, con gente que piensa que los hospitales no le pertenecen, que no son su lugar y que no ve lo que en realidad está pasando”, lamentó. También dijo sentir “bronca e indignación porque pareciera que en la conducta social hay un negacionismo sobre las consecuencias del virus y que se naturalizaron los 200 muertos por día”.
No fue el único representante gremial de médicos y enfermeros que conversó con Página/12 sobre lo que muchos criticaron. Para Flavio Vergara, técnico virólogo del Instituto Malbrán y delegado de ATE de esa institución, lo que pasó en Palermo y otros barrios de la ciudad “fue una locura”. “Fue una clara definición de la crisis social que se vive, incentivada por una decisión de gobierno porteño que relega sus decisiones a la mano del mercado; porque quienes salieron, lo hicieron para consumir, y hubo trabajadores que fueron obligados a ir para atender esa demanda”, explicó.
Vergara reconoció que “hay un montón de gente que cumple” con las medidas preventivas. La mayoría de la sociedad, claro. Pero lo de anoche muestra que “hay otro montón que desafía la lógica del cuidado de una manera grosera peligrosa e irresponsable. Y si esto sigue así, el colapso va a ser inevitable”, recalcó.
Por este motivo, rechazó la posibilidad de más aperturas que estimulen la movilidad social. “Afectan el trabajo” en los centros sanitarios, destacó y puso como ejemplo lo que ocurre en donde desempeña sus tareas: “En el Malbrán, por más que desarrollemos metodologías más certeras y descifremos el genoma del virus, la decisión de tener más aperturas nos hace un flaco favor”.
Según las cifras oficiales, el sistema de salud de todo el país ya tiene casi 25 mil profesionales de la salud contagiados y casi 90 muertos. Sin embargo, “los médicos, los enfermeros y el resto del personal tenemos que salir a poner el pecho, con un cagazo bárbaro”, dijo Arrechea, que es delegado de ATE-Capital en uno de los hospitales con una alta atención de pacientes con Covid-19.
En el Hospital Garrahan hay 361 trabajadores contagiados con covid-19. Esto afecta la atención a los también 341 niños y niñas que contrajeron el virus y que son atendidos en ese centro pediátrico. “Uno ve esta realidad y la otra realidad (de los bares porteños), y se sorprende”, lamentó Norma Lezama, secretaria general de la Asociación de Profesionales y Técnicos de ese hospital.
“Uno comprende la situación de los que necesitan abrir sus negocios y de las personas que están agobiadas de estar en cuarentena. Pero no se entiende que esto ocurra frente al número de casos que tenemos y la situación del sistema sanitario”, afirmó la profesional.
Frente a “esa gran contradicción”, lo que el gobierno porteño tendría que hacer es “volver a una fase anterior para darle un respiro al sistema sanitario y no estresarlo, y luego sí dar más aperturas”, recomendó. “En cambio –lamentó–, todas las semanas hay más y más aperturas. La señal que está dando el gobierno es que todo está mejor, que hay camas, que la situación del sistema no es tan grave, y esto influye.”
Desde la Cicop, el gremio de los profesionales de la salud de la provincia de Buenos Aires también llovieron las críticas. Su vicepresidente, Fernando Corsiglia, anunció que el comité de crisis de esa organización lanzará una declaración para que “se tomen más restricciones”.
“No estamos en condiciones de generar aperturas porque van en sentido contrario a las necesidades primarias, son problemáticas y no están atendiendo a lo que pasa en los hospitales y en las Unidades de Terapia Intensiva (UTI) que, en el primero y en el segundo cordón del conurbano, tienen un promedio de ocupación del 80 por ciento”, señaló.
Volviendo a lo de los bares porteños, Arrechea consideró que el problema de lo que se vio allí fue la “irresponsabilidad” social pero también “la decisión político sanitaria del gobierno porteño de abrir actividades, y su forma de comunicarlo”. “En España e Italia –ejemplificó– mostraban las imágenes en terapia intensiva, y eso de alguna manera hizo que la gente reaccione distinto. En cambio, acá te dicen que al aire libre disminuyen los riesgos y que hay que pasar a otra fase. Mayor circulación, mala comunicación: así no se va a solucionar el problema.”
“El sufrimiento de los trabajadores es muy alto. Están todo el día en salas y guardias viendo cómo mueren pacientes que no pueden despedirse de sus familiares y, cuando salen del trabajo, hay gente de fiesta en las calle. Es una esquizofrenia incomprensible”, agregó Vergara.
Norma Lezama acaba de finalizar su aislamiento preventivo. El testeo a ella y a su hijo le dio negativo, así que volverá al trabajo. Desde ese lugar y con el testimonio de los niños y niñas internados, apeló a la conciencia de quienes anoche se aglomeraron para tomar una cerveza con amigos. “Les pediría que lo eviten. Ayer en la TV escuché a un sociólogo que se preguntó ¿cuántas muertes estamos dispuestos a sufrir por tomar una taza de café en un bar? Eso es lo que tendríamos que pensar”, reflexionó.
Para Arrechea, hay que insistir en el mensaje de “quedarse en casa y no incentivar la apertura”. Pero básicamente, “hay que recuperar el principio de solidaridad hacia los más débiles, como los ancianos o enfermos, y hacia los trabajadores de la salud. Hemos perdido eso. Y en esa pérdida, empezamos a perder la batalla”, concluyó.