El 8 de abril del 2017, cuando el cuerpo de Micaela García fue encontrado cerca de la ruta nacional 12 en Gualeguay, algo del mundo se paró. El crimen de la joven entrerriana fue cometido por Sebastián Wagner, un hombre que a pesar de tener antecedentes de violación, había recibido el beneficio de la libertad condicional. Esta tragedia y su prolongación en el tiempo con la reciente liberación de Néstor Pavón –condenado por encubrimiento y sospechoso de haber participado activamente del femicidio de Micaela– expresa la necesidad de capacitar en perspectiva de género no sólo a jueces y juezas sino a todas las personas que forman parte de los tres poderes del Estado. Eso mismo instituyó la Ley Micaela, sancionada en diciembre de 2018, días después de que Thelma Fardín denunciara públicamente por abuso sexual a Juan Darthes. “Esta ley demostró que había una necesidad muy grande de establecer ámbitos de formación y capacitación que no son ni más ni menos que el modo que tiene el Estado de promover la transformación cultural”, cuenta a Pibas con Pelotas Lucila De Ponti, compañera de militancia de Micaela, diputada por Santa Fe, diputada nacional mandato cumplido y una de las mayores impulsoras de la ley.
La Ley Micaela fue la punta de lanza de las estrategias de la marea verde y a medida que se fue implementando aparecieron más y más sectores con necesidad de capacitación y formación en perspectiva de género, entre ellos, el deporte. Córdoba acaba de convertirse en la primera provincia en aprobar la capacitación obligatoria en perspectiva de género para todo el personal de los espacios deportivos; en Buenos Aires ya tiene media sanción el proyecto del diputado y presidente del club Lanús, Nicolás Russo, y en Santa Fe es la propia De Ponti quien impulsa la medida.
El trasfondo de las propuestas legislativas es la necesidad de repensar los espacios deportivos y las violencias que se generan en ellos: “Hoy las instituciones deportivas y clubes son lugares en los que se mantienen prácticas violentas y binarias, se refuerzan estereotipos cotidianamente y no hay instrumentos claros para combatir eso”, explica Ofelia Fernández, quien en el segundo aniversario del día de la futbolista (el 21 de agosto) presentó un proyecto para que clubes e instituciones deportivas porteñas deban formarse en temáticas de género, diversidad y violencia hacia las mujeres y población LGBTIQ+. “Hay que empezar a desarmar cierta idea de que el deporte es un ámbito masculino casi de forma ‘natural’, y darnos cuenta de que eso tiene que ver con que cuando somos pibas nos van corriendo de esos lugares, nos restringen el juego y hasta la posibilidad de pensarnos exitosas en el deporte”, manifiesta la legisladora más joven de Latinoamérica y coautora del proyecto junto con su compañero en el bloque del Frente de todos, Manuel Socías.
La división entre actividades femeninas y masculinas, la brecha salarial y los prejuicios dificultan que las mujeres se dediquen profesionalmente al deporte. Sin embargo, mientras no haya mujeres y disidencias ocupando cargos de poder en los clubes, difícilmente esta estructura cambie. Es ahí cuando las políticas públicas se vuelven indispensables. “La necesidad de profesionalizar el deporte femenino está muy vinculada a las enormes desigualdades de ingresos que nos cansamos de remarcar que tenemos: esa desigualdad no se cambia solamente mostrándola sino que necesitamos vincular las luchas a políticas públicas activas”, amplía la legisladora.
Macarena Sánchez, delantera del Ciclón, referente indiscutida de la semi-profesionalización del fútbol femenino y ahora al frente del Instituto Nacional de la Juventud, suma: “Es importante que la Ley Micaela llegue a todas las instituciones deportivas ya que el machismo está muy instaurado en el deporte y, en consecuencia, en clubes y asociaciones civiles en donde las violencias se viven diariamente y en muchos casos están naturalizadas”. La ex jugadora del UIA Urquiza destaca que el Ministerio de Turismo y Deportes ofrece un curso online de género y deporte pensado para federaciones, clubes, atletas, dirigentxs, entrenadorxs y formadorxs. “El deporte no es ajeno a las situaciones de desigualdad, discriminación, abuso y violencia de género que se producen todos los días en Argentina y en todo el mundo. Creo que el deporte debe ser una herramienta que permita transformar y eliminar estas violencias”, concluye.
Las redes de solidaridad que se tejen en canchas, clubes y gimnasios avanzan y muchas instituciones ya tienen comisiones de género que funcionan como espacios de contención, prevención y visibilización de las violencias. Pero las políticas públicas son determinantes para que esto se profundice y se sostenga: si la Ley Micaela llegó al Estado para cambiarlo todo de raíz, que ésta entre en cada aro, perfore cada red y ocupe todos los bancos de dirección técnica significa que algo del andamiaje tradicional está empezando a ceder y un deporte libre de violencias es un horizonte cada vez más cercano.
*Dalia Cybel.