La imagen canchera o sobradora del periodista Mauro Viale hacia su colega Liliana Caruso, a quien menospreció por ser una mujer que opinó de fútbol, es apenas un hecho más en su larga y cuestionable trayectoria. El “gran” Mauro perteneció a una vieja forma de hacer periodismo deportivo que ya no va, pero que sin embargo subsiste porque son varios y encima hicieron escuela. Aunque haya dejado los temas deportivos en los 90, ahí están, en El Club de la pelea, tipos como Aldo Proietto, a cargo del Ente Autárquico Mundial ’78 (EAM) y hoy en Fox Sports; Marcelo Araujo, que en nombre del show menospreciaba a sus comentaristas; Fernando Niembro, en su misma línea y con el agravante de las publicidades encubiertas. Eso no es todo. Se agregan sus negociados con la Ciudad de Buenos Aires, que lo obligaron a bajarse de su candidatura a diputado bonaerense por Cambiemos. “Si querés ver fútbol gratis andate a vivir a Cuba”, se despachó una vez. O el mismo Héctor Bambino Veira, que fue a la cárcel por abusar de un menor de edad en 1987 y todavía hace chistes machistas que le celebran ante el silencio cómplice de gran parte de la sociedad y de sus compañeros panelistas de turno. Su última gran exposición fue en Buenos muchachos, un programa que hacía junto a Beto Casella, Guillermo Coppola, Coco Basile y Cacho Castaña.
Para agregar a estas líneas no está de más la recordada reflexión de Alejandro Dolina en 2017 sobre el periodismo deportivo. Entonces habló del nuevo tinellismo. “El periodista deportivo hace todo. Hace de modelo, se viste muy bien, luce distintos atuendos, habla de sus distintos atuendos. Empieza el programa y de lo primero que se habla es del saco que trajo fulano, los pantalones que se compró el otro, el peinado que se hizo, etcétera. Y después se hablan entre ellos, cuentan cosas que han hecho… Porque se han dado cuenta de que la gente está interesada en ellos, y no en los deportistas”, dijo. “Hay una forma humorística un poco cruel, un poco estudiantil entre ellos”.
La canchereada, iniciada en los 90, cuando Niembro y Araujo estaban en la cresta de la ola con su instituto de periodismo (Escuela Superior de Ciencias Deportivas, en realidad) y con su presencia en televisión, llegó hoy al mate, la pelota sobre el escritorio y la pose de “yo me las sé todas”. No falta el chiste al colega, a veces para ensalzarlo; otras para menospreciarlo. La gracia suele tener tintes sexuales. Como por ejemplo el “te chupaste la bombilla” para que los demás se rían. ¡Guau! Somos unos vivos bárbaros. Con el argumento de que “eso es lo que le interesa a la gente”, a veces meten una chica en minifalda para no aburrir y de vez en cuando noticias sobre el fútbol. Rusia 2018 fue tal vez el peor momento de ese periodismo deportivo tergiversador, cizañero, xenófobo y cuasi barrabrava.
Filosofía machista
“Te voy a contar la filosofía de fútbol porque ustedes son mujeres. No entendés de fútbol. (...) Escuchame, te quiero explicar. Sos varón, jugás al fútbol, te comés ocho goles, se terminó la vida. Qué me va a explicar una mujer a mí eso”. Las palabras de Viale a Caruso no tienen desperdicio.
En los 90, y ya retirado del fútbol, Viale incursionó en los escándalos. La rompía en el rating con el famoso jarrón de Guillermo Cóppola. Fue un precursor en eso de hacer famosos de la noche a la mañana con dos mangos. Ahí están como ejemplo Samantha Farjat y Natalia De Negri. Se peleaban en vivo, mandaban al frente a cualquiera y divertían a la gente mientras el otro alentaba el desastre. ¡Qué plato, Mauro!
De su paso por el fútbol televisivo en tiempos en los que no eran varios los programas queda el “Muevo yo, Mauro”, que le decía un jugador desde la cancha antes de hacer el saque inicial. Pero también hay un texto que lo grafica. Lo firmó junto a Marcelo Araujo en Revista Argentina ante el mundo. Data de septiembre-octubre de 1978, meses después de que la Selección argentina ganara el Mundial. Es una joya que se lee en Decíamos ayer - La prensa argentina bajo el proceso (Colihue), libro imprescindible de Eduardo Blaustein y Martín Zubieta. “Fue el milagro argentino. Nadie discute que el país ganó el Campeonato Mundial de Fútbol de 1978 antes de que se diera el puntapié inicial”. También: “Los periodistas argentinos que tuvimos que convivir con nuestros colegas extranjeros durante esos días pudimos comprobar cómo en los más honestos de ellos -afortunadamente la mayoría- se disolvían los prejuicios que traían de sus países merced a la insidiosa propaganda motorizada por las organizaciones subversivas y los ingenuos de siempre”.
Las alabanzas del dúo hacia los militares tuvieron más. “Actualmente los argentinos vivimos una calma maculada por la resonancia de escasos pero siempre dolorosos atentados, generalmente efectuados con bombas instaladas por manos anónimas”, nos decían. O también: “De todos modos, esta calma expectante que vive la Argentina es anterior al Mundial. Muy probablemente sin ella no podría haber habido Campeonato. Pero fue durante su transcurso cuando casi mágicamente despertó en la conciencia colectiva esa necesidad de expresarse, de mostrar su unidad bajo la bandera nacional. De mostrarse patriota, en fin”.
El 1 de agosto del 78 salió a la calle el diario Convicción, un proyecto periodístico gestionado por el asesino Emilio Eduardo Massera. Viale integraba la sección deportiva junto a Juan Carlos Pérez Loizeau y Enrique Macaya Márquez. El periodista Fernando Ferreira recuerda en Hechos pelota - El periodismo deportivo durante la dictadura militar (Ediciones Al Arco) que secuestrados de la ESMA trabajaban como mano de obra esclava en su galpón de la calle Hornos 289. “La sección Deportes no descollaba por sus producciones ni por su manera de encarar el espectáculo deportivo. El mayor espacio estaba dedicado al fútbol y la opinión o reflexión en torno de los temas vinculados al deporte argentino no brillaba por su originalidad”, cuenta Ferreira.
Cuando Flor de la V hacía sus primeras apariciones en la televisión, ese mismo Mauro canchero y noventoso la entrevistó por un supuesto romance con el mago David Copperfield. Ella lo negó, pero en la pantalla se leía “La travesti que enamoró a Copperfield”. “¿Sos un varón? Sos un varón. ¿Tenés pito? ¿Sos travesti desde cuándo? ¿Para qué va a ir Copperfield a ver a una mujer, un hombre, así como vos, tan despampanante? ¿Es perverso Copperfield? ¿Le gustan las cosas extrañas? ¿Le gustan las mujeres, y los hombres?”, ametralló él.
Mauro ya no tiene el peso de otros tiempos. Las nuevas generaciones tal vez ni lo conozcan. O a lo mejor sepan quién es por Juan Román Riquelme, quien educadamente, y mientras terminaba su participación en otro programa de América, le negó este año una entrevista en vivo. “¡Qué desagradable!”, fue el comentario del despechado.
Los tiempos cambiaron pero todo está guardado en la memoria, como canta el gran León Gieco. Hoy las mujeres juegan al fútbol masivamente. Y lo hacen muy bien. Las mujeres van a la cancha y muchas, pero muchas, entienden más del juego que los varones. Otras sacan chicas de la calle para que jueguen a la pelota. O dirigen equipos. U opinan sobre Messi en la televisión.