Los muertos se pueden contar, lo demás es discutible. Sin embargo, hay otras dos evidencias fuertes: los equipos de salud no pueden multiplicarse al igual que como hicimos con respiradores y camas de terapia intensiva; y cuando crece la circulación de personas crecen los contagios. Me preocupa verificar que pasamos los 9.600 fallecidos, que nos acercamos peligrosamente al colapso sanitario y que con 461.882 casos confirmados, tenemos un incremento significativo ya no sólo en AMBA, sino también en otras provincias como Santa Fe, Córdoba, Mendoza y Jujuy. Es decir, el control de la pandemia se deterioró significativamente en los últimos dos meses. Si equivocamos las evidencias a observar, equivocaremos los caminos a seguir.
Negar el punto crítico en el que estamos sólo va a servirle a quienes desde el primer momento apostaron por el fracaso del despliegue estatal para el cuidado de la salud pública. Si, por ejemplo, Horacio Rodríguez Larreta no hubiese sido tan ineficiente al mando de la Ciudad más rica de la Argentina frenando la propagación de los primeros casos, de viajeros, y los que le siguieron, en barrios con necesidades básicas insatisfechas que desatendió insensiblemente, la diseminación de contagios hacia el resto del país hubiese sido menor. Recursos no le faltaron. Lo cierto es que Larreta, como su ocurrente ministro de salud, ya han perdido margen para seguir mintiendo con la meseta porque las cifras han aumentado más de 20 % en las últimas dos semanas en la Ciudad. El capricho de la apertura de bares puede deberse a otra intención: además de negar el cementerio sobre el que abren esas mesas, buscan simbolizar una normalidad repuesta. Pero no hay normalidad posible cuando amenaza la muerte hasta la costumbre más simple.
Toda esta realidad negada ocurre en un marco desesperante, con trabajadores de la salud inmersos en la angustia y el agotamiento psicofísico. Son quienes imploran por una reducción de los casos. ¿Qué sentirán al ver en las redes y en la televisión escenas absurdas de resistencia a los cuidados, esos desafíos a la sensatez? Empezamos a encontrarnos en la tristísima situación de elegir a quien colocar en asistencia respiratoria mecánica por falta de cama o respirador, pero también principalmente por carencia de personal entrenado para brindar la necesaria, justa y compleja atención que esos dispositivos requieren. Comenzará ese deambular en ambulancias de pacientes que no encontrarán sitio para ser recibidos, los traslados lejanos, la soledad de los duelos. Trabajé seis años en la terapia intensiva respiratoria en el Hospital Ferrer y perdí la cuenta del tiempo que pasé de guardia. Es como atajar penales con los ojos vendados. Te patean muchos al mismo tiempo y con frecuencia las cosas terminan mal. La diferencia es que ahora se nos van a morir también los arqueros.
Ante la demanda de sociedades médicas y facultades médicas de universidades nacionales, escucho que a los equipos de salud se les dará una semana de licencia para que puedan descansar. Es una medida impracticable si los contagios se multiplican porque cuantos más enfermos haya más necesaria será la presencia de intensivistas y personal. Sabemos desde el inicio de esta pesadilla que las medidas de aislamiento y distanciamiento social, el uso de barbijos, la higiene de manos y superficies y el seguimiento de casos sospechosos han logrado mantener o controlar la propagación del Covid-19 acompañadas de una reducción significativa de la movilidad de las personas, ajustándose a distintos momentos de la pandemia. Sin embargo, las formas débiles de reducción de circulación nos están mostrando ahora que el problema se volvió gravísimo en las grandes aglomeraciones urbanas. Guste o no, la evolución de casos lleva al camino de la vuelta de medidas de control más estrictas. Si desde el Estado se siguen amortiguando sus efectos económicos, que no desconozco, tendríamos una última oportunidad para salvar la vida de miles de argentinos y argentinas.
El Presidente Alberto Fernández comentó en una reciente entrevista que no descartaba tener que apretar el botón rojo, sin especificar el contenido que tendría esa decisión pero se deduce que podría buscar tomar medidas más duras para alcanzar a mejorar el control de la pandemia. Ya lo ha hecho y sirvió.
Es imprescindible que cada uno asuma su parte personal de responsabilidad para ponerle un límite contundente al empeoramiento de nuestras chances de ganarle a la muerte. Deseamos esperar la Navidad sin esta amargura porque si gana la negación, no habrá familia que no tenga que lamentar la pérdida de un ser querido.
*Médico neumonólogo. M.N. 33418.