Desde Brasilia
Agitación y propaganda contra la vacuna. En los últimos días Jair Bolsonaro realizó declaraciones alineadas con los grupos negacionistas que denostan la inmunización contra el coronavirus, dolencia que ya costó la vida de 126.650 brasileños e infectó a otros 4.137.521, según los datos divulgados este domingo a la noche por los estados provinciales, cuyos números son más confiables que los del gobierno nacional siempre tentado de escamotear informaciones.
Junto al pastor y ministro de Justicia, André Mendonca, el presidente realizó una gira concluida este fin de semana por el estado de San Pablo donde insistió en sus cuestionamientos sobre el fármaco contra la covid-19 que aún está en fase de estudios.
Como si fuera un predicador repitió al menos cuatro veces, entre el jueves y el sábado, que sólo en las "dictaduras" los ciudadanos son obligados a ingerir vacunas violando la voluntades individuales. El vicepresidente, general Hamilton Mourao, lo apoyó.
El ex capitán y caudillo de ultraderecha ataca a las campañas de inmunización levantando como bandera la defensa de la "libertad" en una guerra fría imaginaria.
Dijo que sólo autorizará la vacuna cuando ésta sea absolutamente segura, al contrario de lo que hizo cuando promocionó el consumo de la hidroxicloroquina, droga que no es recomendada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) debido a sus efectos colaterales.
Este medicamento, también cuestionado por infectólogos brasileños, recibió recursos del gobierno y fue fraccionado en laboratorios del Ejército, por orden del ministro de Salud, general Eduardo Pazuello.
A pesar de los ataques presidenciales contra la vacuna y su obligatoriedad, los estudios continúan en dos centros de investigación de punta en Río de Janeiro y San Pablo.
La Fundación Oswaldo Cruz, del gobierno nacional con sede en Río, trabaja sobre la vacuna de la Universidad de Oxford y el Instituto Butantan, del gobierno de San Pablo, realiza tests con la Coronavac, del laboratorio chino Sinovac.
Además están encaminados los exámenes, pero aún no se iniciaron, con la vacuna Sputnik V, como resultado de un acuerdo entre el gobierno de Rusia y las autoridades de la provincia de Paraná.
Terraplanistas
Entre los enemigos citados en estos días por el mandatario están la OMS ( "no tiene la menor credibilidad", dijo ) y los gobernadores de la mayoría de los estados brasileños a los que les reprocha haber impulsado el aislamiento social y el uso de mascarillas para contener la diseminación de la pandemia.
Durante una charla con vecinos de Eldorado, cuidad del interior paulista donde pasó parte de su juventud, Bolsonaro le recomendó a un niño que se quite el barbijo, violando las normas vigentes.
Ese tipo de consejos tienen un eventual efecto pedagógico sobre sectores de la población que, sin ser militantes del negacionismo, son permeables a las palabras de un gobernante con la popularidad en alta, ubicada en la franja del 37 por ciento según encuestas realizadas el mes pasado.
En un momento de delirio casi mussoliniano, Bolsonaró llegó a decir la semana pasada que su liderazgo es "impar" y que fue el único presidente "en el mundo todo" que siempre mantuvo la misma posición ante la pandemia surgida a fines de febrero en San Pablo. Esas posiciones, aseguró, explican él éxito de Brasil frente a la dolencia.
Omitió recordar que en marzo comparó a la covid-19 con una "gripecita" o un "resfriadito" intrascentes, y en abril pronosticó que la pandemia estaba a punto de ser superada.
El terraplanismo oficial tiene como antecedente el discurso antivacuna defendido desde hace años por Olavo de Carvalho, el ideólogo de cabecera de la familia Bolsonaro y uno de los enlaces con Steve Bannon, quien fuera coordinador de la campaña presidencial de Donald Trump en 2016 y desde el mes pasado es imputado por varios delitos en la justicia de Nueva York.
El plan bolsonarista frente al virus no es mera abstracción ideológica: su boicot al aislamiento, la incitación a la invasión de hospitales de campaña y la demora en enviar socorro económico a los estados contribuyeron a que Brasil sea el segundo país del mundo en muertes e infecciones. Miles de víctimas podrían haberse evitado con otra política sanitaria.
Así lo indican algunas de las denuncias por genocidio contra el gobernante presentadas ante el Tribunal Penal Internacional y varios pedidos de impeachment ingresados en el Parlamento brasileño.
La profesora Ligia Bahia, especialista en Salud Pública de la Universidad Federal de Río de Janeiro, plantea que esta narrativa contra la vacunación puede ser perjudicial frente a las futuras campañas de concientización que habrán de realizarse cuando alguna de las vacunas sea autorizada.
Es probable que la perorata del mandatario fortalezca la prédica de grupos terraplanistas que ya intensificaron su proselitismo contra la vacuna en julio y agosto según una investigación realizada por Unión Pro Vacuna, grupo integrado por especialistas de la Universidad de San Pablo.
Ese estudio advierte puntos de contacto ideológico entre el activismo antivacuna y los canales y perfiles de ultradercha vinculados al "Gabinete del Odio", un aparato de desinformación posiblemente coordinado desde el Palacio del Planalto por Carlos Bolsonaro, el hijo del presidente.
En otras palabras: es plausible sospechar que desde el Planalto se alienten operaciones de desinformación sanitarias, igual que meses atrás se respaldó una campaña en favor del golpe de Estado junto al cierre del Parlamento y el Congreso.
Otro hijo presidencial, el diputado Eduardo Bolsonaro, acaba de justificar, seguramente siguiendo instrucciones de su padre, una "rebelión" como la ocurrida hace más de un siglo contra la vacuna antivariólica.
Bolsonaro concibe este sabotaje de la salud pública dentro de una "guerra cultural y anticivilizatoria" de largo plazo, reflexiona la filósofa brasileña Marcia Tiburi, autora de libro Como conversar con un fascista , exiliada en Francia tras recibir amenazas de grupos de ultraderecha.