"Muy pocos han tenido la suerte de recuperar aunque sea sus huesitos para cerrar el duelo, poder ponerlos en una urnita, en algún lugar, para poder llevar una flor e ir a hablar con esos huesitos". Falleció este domingo el autor de la frase, Teobaldo Altamiranda, papá del militante montonero detenido desaparecido Rubén Omar Altamiranda, que intentaba explicar así el sentir de los familiares e las víctimas de la dictadura militar. Teobaldo era uno de los padres de Plaza de Mayo que lucharon por averiguar qué hicieron los militares con sus hijos e impulsaron sin descanso las búsqueda de memoria, verdad y justicia. Militante desde sus primeros años, fue ingeniero aeronáutico y uno de los integrantes de la tripulación del avión que devolvió a Juan Domingo Perón al país en 1972, después de 18 años de exilio.

"Fuimos a acompañar a las madres, pensando que las íbamos a proteger cuando las golpearan, pero las golpearon igual. La policía en esa época pegaba muchísimo. Ellas respondían, nosotros no", contó alguna vez Teobaldo sobre las primeras vueltas a la pirámide de Plaza de Mayo en 1979 cuando comenzaron a organizarse los familiares de los detenidos desaparecidos para reclamar en medio de la represión por sus hijos, hermanos y nietos que la junta militar secuestró y mató en nombre del Estado. Altamiranda fue partícipe de esa primera vuelta frente a la Casa Rosada, plagada de miedos, pero fortalecida por el dolor y la necesidad de saber la verdad.

Teobaldo relataba que su ingreso al peronismo como militante había sido "en 1956, cuando me metieron preso por tratar de que Perón regresara porque era el Presidente constitucional que habíamos elegido todos los argentinos." Sin embargo, se reconoció a sí mismo como peronista porque había vivido "todos los cambios que ocurrieron a partir del ’46 sobre todo el campo de los chicos, los obreros, lo social. Trabajé de chico. Estaba acostumbrado a ver a todos los obreros con mamelucos y alpargatas a trabajar", aludiendo a una época en la que los trabajadores vivían a destajo y el desembarco del peronismo les dio mayores posibilidades.

Su detención por simpatizar con el peronismo lo tuvo hasta 1957 preso en el penal de Magdalena, ése que años más tarde albergó a los genocidas con beneficios y del que luego la insistente lucha de Teobaldo, de los organismos de derechos humanos y la población los sacó para ponerlos en una cárcel común. La cárcel decantó en militancia y la resistencia peronista fue su lugar natural. Todas esas experiencias hicieron síntesis en su hijo Rubén Omar, que siguió sus pasos en la aeronavegación y se convirtió en piloto comercial y peronista. Rubén fue parte de la Juventud Peronista que se fue acercando a  las filas de Montoneros. Militaba en las villas porteñas para mejorar la calidad de vida de los habitantes de los barrios humildes.

El 13 de enero de 1977 Rubén Omar fue secuestrado y desaparecido por la dictadura cívico militar. Teobaldo estaba en Miami por un vuelo que lo había llevado a ese destino. El llamado de su hija lo alertó de que Rubén hacía horas que no había vuelto a casa. Inmediatamente volvió a Buenos Aires donde comenzó sin saberlo su nueva militancia. La de luchar primero por saber lo que habían heho con su hijo y posteriormente por conseguir memoria verdad y justicia sobre lo que pasó durante los años en los que la dictadura militar con la complicidad de parte de la sociedad secuestró, torturó y asesinó cerca de treinta mil argentinos. "La Plaza la conquistamos a fuerza de muchos golpes, de mucha represión, pasaron muchos años hasta que pudimos hacernos dueños de la Plaza de Mayo", explicó alguna vez Teobaldo para graficar la lucha de los familiares y de las Madres de Plaza de Mayo. Altamiranda no tuvo la suerte de obtener al menos un dato de sobrevivientes de centros clandestinos de detención de por donde había pasado su hijo. Tampoco el honor militar fue capaz de que sus secuestradores le dijeran al menos dónde estaban los restos. "Ni cumpleaños, ni día del Padre, ni año nuevo, no recuerdo nada, sólo pensábamos en buscarlo a él", insistió como un mantra mientras la vida lo empujó para perseguir justicia.