Desde Barcelona
UNO Desde un punto de vista técnico/físico, caer es una de las tantas formas posibles de bajar. Seguramente, no la más agradable y sí la más dolorosa. En esto piensa Rodríguez ahora que comienza la desescalada/desescaída del verano. Y viene pensándolo desde que trascendió que el Comité Científico de Expertos para asesorarse en las medidas óptimas para la desescalada del encierro por fases/zonas era poco menos que una acatarrada fantasía febril (aunque muy útil para justificar sin derecho a réplica las decisiones complicadas y --en más de una ocasión-- contradictorias a cargo de una especie de Majestic 12 en el que los mismos investigadores eran los ovnis que nadie vio pero por los que todos juraban).
¿Cuál era el plan? Más simplón que simple: felicitar por buen comportamiento/confinamiento entre marzo y junio; alentar desde Moncloa a "salir a disfrutar y a recuperar la economía"; que cada autonomía alcanzara la "nueva normalidad" a su manera y por las suyas; y que en julio-agosto-septiembre la pandemia se tomase un respiro para que, cuando asfixiase de nuevo en octubre, la culpa fuese de otoño ruso-napoleónico y mejor ni pensar en el invierno. Pero no. Se quedó. Como Messi quien, teoriza Rodríguez, jugará en el Barça su mejor año o se lesionará/contagiará por doce meses. Y así España --reino de la rectificación a posteriori y no de la planificación a priori-- como país más apestado de Europa. Territorio donde, con ejercicio de negadora auto-hipnosis, ya se rindieron homenajes (como si el virus se hubiese rendido, como si no siguiesen sumando y restando) a quienes cayeron y luchan. De ahí, de eso, la relativización de la segunda oleada como "cuestión semántica" (rebautizada como "segunda curva"); los rebrotes de un brote que nunca se fue; y el vértigo de cifras inexactas mientras se mareaba más el pavo real que la perdiz plebeya con la salida del casanovesco Don Juan (Carlos I) entendida como Comisión: Posible dejándolo aferrado a una de esas salientes, que tanto le gustan a Tom Cruise, acaso con la promesa de volver a buscarlo si el clima mejora.
Ahora Rodríguez --como millones de españoles-- desescala a solas y por las suyas y reprimiendo tentación de cortar soga de la que cuelga o de usarla para colgarse de otro modo.
DOS Y Rodríguez evoca con nostalgia aquello de la cuesta de septiembre y las dificultades para pagar las facturas de las vacaciones y recargar el tanque y arrancar los motores del curso. Ahora todo eso ha cambiado y la cuesta se ha convertido en abismo. Lo alguna vez titánico ahora es Titanic. Ahora sí, de verdad, en serio: lo ya no tan nuevo ni normal asumido como, apenas, lo que hay y lo que queda. No el resto de la vida pero sí los restos de la vida.
Ya se supo que el calor no mataba al portado sino --como todos los veranos-- a los portadores. Ya está claro que no vinieron los turistas a este debilitado país cuyo fuerte era el "sector servicios" y donde todos se besan y se abrazan demasiado. Ya volvió de vacaciones Pedro Sánchez (Rodríguez está seguro de que su gurú comunicacional lo entrenó en ese paso-pasarela elástico como de quien entra en discoteca febril y sabatina). Ya compareció largamente para decir --¿se lo dice al Covid-19?-- que "no vamos a permitir que otra vez tome el control de nuestras vidas". Y reclamar, ante empresarios top, "unidad democrática" bajo el lema de "España Puede" (¿puede qué? ¿puede caer al vacío más vacío?) perdiendo de vista que una de las claves de la democracia es la existencia de una oposición firme y justa y equilibrada. Lástima que al otro lado del precipicio sólo resuenen renovados aullidos del PP y de sus sherpas de Vox para ver si provocan avalancha. Y Ciudadanos enganche piolet al centro a la derecha como coalición alternativa. Y chille el cada vez más perseguido y persecutorio y arrinconado No Podemos. Y pataleen pataletas independentistas y Diada más tóxica que nunca. Y las ayudas europeas que --recién luego de ajustar/conciliar demorados Presupuestos Generales del Estado tan difíciles de sacar/empujar como roca de Sísifo-- se repartirán más a la velocidad de la sombra que de la luz. Y el arnés ya no aguanta y la mochila está cada vez más pesada. "Salimos más fuertes" fue el irreal slogan gubernamental con el que --con vértigo por saltar desde trampolines con vistosos clavados-- se dio la bienvenida al verano más frígido que se recuerde. "Entramos más débiles" es el slogan de la realidad de los gobernados --descubriendo recién en el aire que la piscina donde clavarse está vacía-- que ya se anticipa el otoño más glacial e inolvidable.
TRES Y adiós a las oscuras golondrinas y otro buitre canta ahora y Rodríguez espera que no sea un réquiem. Allí van enmascarillados chicos y chicas: de regreso con mínimas medidas de seguridad a colegios abiertos que acaso durarán así menos que un recreo. Muchos de ellos --juntándose no para rendir botellones pero sí para tomar apuntes-- reprobados a lo largo del verano. Culpables del aumento de infectados por práctica desenfrenada del mayúsculo Ocio Nocturno (que a Rodríguez le suena a vampírico villano de la DC/Marvel Comics) y de no preocuparse por la salud de padres y abuelos: héroes de la Transición, forjadores de la España Moderna, y tan serviciales para la serie Cuéntame a la que, cualquier día de estos, llegará el coronavirus y se aprovechará para sacarse de encima a medio reparto para repartir entre menos; siempre y cuando Hacienda no pida certificado de buena salud fiscal y detecte algún ilegal descuéntame.
¿Qué pide Rodríguez para este otoño? Poco y nada. Intentar volver a los viejos tiempos en los que las noticias eran algo más que hipótesis, rumores, conspiranoias, estudios y repeticiones en loop de "especialistas". Rodríguez jura que ya no hace falta que le instruyan en cómo lavarse manos o ponerse/sacarse mascarilla o mantener distancia de seguridad. Pero sí --habiendo teléfonos y televisores inteligentes-- que le expliquen cómo es que aún no existe una epidemia astuta que se ocupe nada más de los que no se cuidan ni cuidan.
De nuevo: no es mucho desear y es poco pedir. Su ambición es poca y su humildad es inmensa. Rodríguez ni siquiera le exige a la tan tonta como atontadora Tenet de Christopher Nolan --en la que se puede desescalar hacia arriba-- que sea algo mínimamente comprensible. La única tensión que le produjo fue la de arriesgarse al regreso al cine así como una inmensa gratitud hacia --vuelve pronto-- el igual de espectacular pero tanto más claro James Bond.
Rodríguez sólo pide poder seguir siguiendo, con la consciencia tranquila y la cabeza en alto. Y no mirar demasiado hacia ese abajo con crisis económica y política y social y sanitaria: All Together Now! y Carry That Weight (y sí, quienes vendieron más discos en lo que va del 2020 son/fueron/serán The Beatles y, ah, hubo que postergar el relanzamiento de Let It Be). Ese abajo que, de pronto, puede estar arriba. Más arriba aún. Subiendo mientras se va desescalando: forma más graciosa de decir cayendo, cayendo en desgracia, mientras se tararea no lo de déjalo ser sino lo de dejar de ser.