¿Por qué debería importarnos el diseño? Esa es la pregunta que plantea en este suplemento desde hace más de quince años nuestra especialista en diseño Luján Cambariere, dándole respuesta desde los más variados caminos. Así llegó a hacerse una experta en la energía que portan ciertos objetos, el estudio de los talismanes, la relación del diseño con distintos valores humanos como la creatividad, la experimentación y el juego, así como el nuevo paradigma al Sur que para ella nos diferencia del resto del mundo: la imaginación como herramienta, el binomio diseño y artesanía, el comercio justo y la ecosofía. 

Todas estas cuestiones las aborda en su libro El alma de los objetos, Una mirada antropológica del diseño, que acaba de editar Editorial Paidós y se presenta en la conferencia El ADN al Sur en el auditorio del Museo Malba, con entrada libre y gratuita el 10 de abril a las 19 horas.

Cambariere es licenciada en Periodismo por la Universidad del Salvador y tiene un posgrado en Diseño de la Comunicación en la Fadu-UBA. Trabaja desde hace más de veinte años en medios gráficos, televisivos y radiales y como curadora y gestora cultural especializada en diseño y temáticas sociales. Su trabajo fue galardonado con el Premio Gota en el Mar de la Fundación Germán Sopeña al periodismo solidario (2004, 2005 y 2007) y con la beca Avina de Investigación Periodística al Desarrollo Sostenible (2006-2007). También es la creadora y directora de Ático de Diseño, escuela que desarrolla todo tipo de capacitaciones, proyectos y talleres. Y ha expuesto en los museos y bienales más importantes del mundo, entre ellos: Malba, (Buenos Aires); Museu da Casa Brasileira, A Casa museu do objeto brasileiro, Bienal Internacional de Curitiba (Brasil); Mac (Chile); Biennal e Internationale Design Saint- Étienne (Francia); Mad Museum (Nueva York) y V&A Museum (Londres).

–¿Cómo nace El alma de los objetos?

–Este libro es un sueño deseado durante largo tiempo. Hace muchos años que me dedico a investigar la relación de las personas con el diseño y sus alcances. El mundo material que nos rodea. Siempre amé los objetos por las personas que están detrás de ellos y por el poder que tienen algunos de re-encantar nuestro cotidiano. El tema es que nunca encontraba respuestas a estas cuestiones que a mí me interesaban en los libros propios de la disciplina y sí en la antropología. Así descubrí fundamentalmente que los objetos tienen alma o lo que los antropólogos definen como “maná”. Una fuerza anónima que los anima y que los hace especiales. Muchos de ellos nos cuidan y empoderan por el camino del talismán. Gracias a la energía y dedicación puesta en su fabricación y a la convicción que tenemos de sus poderes, cumplen su función principal, que es la de protegernos. Y otros lo hacen a través de una belleza que rima con su utilidad donde esa energía está impresa por la huella que deja en ellos la mano del artesano, un profesional que trabaja con tres pilares: mente, cuerpo y corazón. En ambos casos, objetos talismánicos y piezas artesanales palpitan, transpiran ese aura especial que hace que queramos que formen parte de nuestra vida cotidiana, nos acompañen y la encanten; y es ahí donde radica su don especial.

–¿Esto es muy potente en Latinoamérica?

–Dentro del fenómeno de los objetos como talismán, se abre un mundo de ejemplos inagotable. Absolutamente todo el universo textil andino tiene valor de talismán: la joyería, el arte plumario y las piezas de barro. A mí en lo personal me fascinó el caso de las muñecas, ya que son las encargadas de devolverle la intuición a la mujer, nada menos que el tesoro de la psiquis femenina.. En todas las culturas, sobre todo en Latinoamérica, las muñecas tienen valor de talismán. A lo largo de muchos siglos los seres humanos han experimentado la sensación de que las muñecas irradian no sólo santidad sino también, y sobre todo, maná.

–También hablás de otras de tus especialidades, la artesanía… o el arte-sano.

–En muchos países de la periferia, el camino de la producción de objetos no pasa por las grandes industrias y tecnologías, sino por un camino artesanal. Y es ese don del hacer con las manos el que imprime también de alma a los objetos. Y los que de algún modo sanan son las personas que los hacen y también los que reciben el regalo de este trabajo, por eso a mí me gusta separar la palabra con un guión, porque siento que ella misma revela el poder sanador de su acción. En este caso, a través de la huella, la mano y el corazón del artesano. Octavio Paz (1998), escritor mexicano, premio Nobel de Literatura y quien mejor ha definido e interpretado lo que significa el acervo material e inmaterial, expresa que “entre el tiempo sin tiempo del museo y el tiempo acelerado de la técnica, la artesanía es el latido del tiempo humano”. Esta es, desde mi punto de vista, la más bella y cabal definición del ser artesano.

–¿Cuál es para vos nuestro ADN al Sur?

–Uno de los primeros hallazgos que descubrí como periodista especializada, frente a la pregunta de cuál es nuestro ADN en el Sur, es que en un mundo globalizado que pide a gritos identidad, nosotros ostentamos un gran tesoro: la imaginación. La mayor característica del diseño latinoamericano no pasa por sus técnicas o materiales, sino por la mecánica que yo defino como ‘del mínimo recurso que es el máximo: la imaginación’. Como tenemos poco, con ese poco nos arreglamos, lo potenciamos y re-significamos. Transmutamos la falta de recursos, en oportunidad. Forzamos y empujamos los límites. Dignificamos de la mejor manera el concepto que sostiene que la necesidad es la madre de toda invención. Al que me permito sumar un refrán popular: “Lo que no te mata, te fortalece”. Así, al Sur del Sur somos, básicamente, superlativamente recursivos.

–¿Por qué debería importarnos el diseño?

–Seamos o no conscientes de ello, el diseño siempre está mediando nuestras acciones. Bueno o malo, lindo o feo, funcional o caprichoso, esencial o superfluo, seguro o hasta muy peligroso, el diseño está presente en cada instante, el diseño puede transformar nuestras vidas. Así que de frívolo o superficial nada. La pluma con la que escribimos, el banco donde nos sentamos, la ropa con la que nos vestimos son algunos de los infinitos ejemplos con los que el diseño se hace presente en nuestra vida cotidiana. Vivimos rodeados de objetos que son producto de la industria o de un quehacer artesanal, siempre pensados y planificados por alguien. Desde un avión hasta una cuchara, pasando por instrumental quirúrgico, los medios de transporte o los elementos con los que cocinamos, todo es diseño. Por eso a los diseñadores muchas veces se los define como los “generadores de interfases”, los mediadores entre la infinidad de productos que crean y las acciones que desarrollamos a diario. Dicho en otras palabras, no hay ningún área o campo de la vida contemporánea donde el diseño no sea un factor crucial a la hora de dar forma a la experiencia humana. A los que amamos su potencial nos gusta señalar su labor y crucial incumbencia en los terrenos menos visibles. Su injerencia en las catástrofes, salvando vidas mediante los más innovadores arneses, helicópteros o camillas. Diseñar es pensar antes de hacer. Proyectar es prever, sobre todo, un futuro mejor para todos. Ahí radica la trascendencia y la esperanza de -y en- el diseño.

–¿Por qué te importa a vos?

–Básicamente porque además de amar y de empoderarme de los objetos que me rodean, es una disciplina que siempre me permitió materializar, poner en práctica, muchas cuestiones como esto de experimentar, por ejemplo, que mediante el trabajo con las manos, la inteligencia puede pasar de ellas a la cabeza. O entender como se puede colaborar en lo concreto con el cuidado del planeta. Y ni hablar de cuando un diseñador aplica todo su creatividad en el campo de la salud, el transporte o soluciones para el hábitat.

–¿El diseño puede cambiar el mundo?

–La función primordial del diseñador consiste en solucionar problemas. Mirar, observar, detectar, descubrir, investigar, delimitar esa posibilidad o necesidad y resolverla. Ese es el fin del proceso creativo. La pericia más importante que el diseñador puede aportar a su trabajo es la capacidad de reconocer, aislar, definir y resolver los problemas con los que nos topamos a diario. ¿Una gota en el mar? Puede ser, pero, parafraseando a la Madre Teresa de Calcuta, el mar no sería el mismo sin esa gota.

–¿Qué tienen en común diseño y comunicación? Dedicás un capítulo al tema…

–Mucho. Desde el punto de vista etimológico, informar (del latín informare) significa literalmente el proceso de ‘dar forma a algo’. Parafraseando a la escritora Clarice Lispector: “Lo que dificulta el escribir es tener que usar palabras. Eso es lo incómodo. Si yo pudiese escribir por medio de diseñar en la madera o de acariciar la cabeza de un gato o de pasear por el campo, jamás hubiera entrado por el camino de la palabra”. Son dos formas de ‘poner en común’ y realmente es tan importante hoy en día saber hacer que hacer saber.

–¿Cuál es tu definición del diseño?

–Para mi diseño es emoción. Me conmueven cada uno de los caminos del hacer artesano. Las horas en vela de las mujeres tejiendo, hilando o bordando y el amanecer de esos artesanos de parajes olvidados buscando la madera caída de los árboles para lijarla hasta el infinito y transformarla en esa piel sedosa que acaricia o abraza. Sus leyendas y anécdotas compartidas en ruedas interminables de mates. Celebro las creaciones de los que trabajan en esos intersticios de la más absoluta necesidad. Los filtros de agua, las cocinas solares, las camas para las personas en situación de calle, las incubadoras que potencian el vínculo madre-hijo. Diseño, categóricamente, esencial. Iniciativas por las que uno vitorea que por suerte haya un diseñador en la sala. Me alegra descubrir que aún hay diseñadores que le encuentran nuevos usos a lo que otros consideran basura, prolongándoles la vida o logrando la astucia de obtener, a través de ellos, materia prima gratis. Me empoderan mis talismanes. Me generan felicidad las piezas heredadas por seres que he amado. Colecciono mil anécdotas, sobre todo gracias a este suplemento, que demuestran que no soy la única. Médicos, músicos, cocineros, atletas que leen m2 me comentan cómo el diseño es importante en su día a día.