I

La alarma suena por tercera vez y se activa el protocolo de rigor: las puertas del establecimiento se cierran, las luces se encienden y se esparce un gas tranquilizante. Una cuadrilla de Limpiadores, enfundados en mamelucos blancos, manos enguantadas, barbijos, oídos y rostros protegidos, entra y busca solucionar el problema. Generalmente las alarmas operan porque en algún sector uno de los cerdos ha intentado girar y se ha trabado en el cubículo, no come o no puede levantarse. En esos casos, solo dos Limpiadores acuden al lugar. Pero esta vez se trata de un inconveniente no localizado. Los Limpiadores barren el área de alojamiento en grupos de a dos: mientras recorren los pasillos, observan a cada uno de los cerdos: un limpiador a la derecha y el otro a la izquierda.

Las sirenas siguen aullando. Los cerdos, que deberían estar aletargados por el gas, chillan a más no poder. Son alaridos de niños. Entran otros veinte Limpiadores, ahora, con armas largas.

II

Fruto de décadas de investigaciones y treinta años después del primer embrión de ratón humano, el cerdo humano es hoy una realidad que se produce a gran escala. A diferencia de su pequeño antecesor, que solo tenía el 4% de células humanas, las del nuevo engendro llegan al 50. El híbrido es el sueño hecho realidad para el tratamiento de muchas enfermedades.

John es un experto en cerdos. Su familia los criaba para consumo y él mismo había estudiado para mejorar la producción. Primero ingeniería agronómica y después doctorados en producción animal y en genética. Cuando los cerdos comenzaron a cotizar más como productores de células humanas, emprendimientos como los de su familia quebraron. Los cerdos reproductores elevaron su costo por encima de cualquier presupuesto, del mismo modo que la parafernalia necesaria para producir los cerdos humanos. Aunque se dispusiese del dinero, las empresas Sanyer, Consanto y Chetón pronto se alzaron con la patente del Human Pig (HP®) a través de una nueva multinacional armada al efecto –SanCoChe-. Nadie más puede producirlos.

John considera a los cerdos sus congéneres. Argumenta: “Existe una similitud a nivel genético del 84% entre los cerdos y los humanos”. Hoy es un renegado de la tradición familiar y no mataría a uno de estos mamíferos por nada del mundo. John realmente los ama.

La declaración de un consorcio internacional de científicos sobre las implicaciones éticas de la producción de cerdos humanos no tuvo repercusión social ni injerencia en las decisiones políticas. La gente percibía a los cerdos humanos como solución a sus dolencias.

Junto a otros científicos, John inició un movimiento autodenominado #NoPigForHum, que se opuso al uso de los cerdos como fuente de tejidos y células para personas, así como para la producción de fármacos. La militancia fue creciendo y se unieron al grupo más adeptos, aunque sus logros, hasta el momento, han sido insignificantes.

III

La hibridización se inicia en embriones y continúa hasta el adulto joven, etapa en la que la producción de células se estabiliza. Durante el crecimiento, los lechones son sometidos a análisis de todo tipo y a extracciones de sangre, grasa, piel, pelos y láminas de queratina de sus pezuñas. Pasada a la fase adulta, los animales son sacrificados y sus órganos son utilizados para trasplantes. Todos son compatibles con el ser humano: desde las córneas hasta los intestinos.

Los autoinjertos quedaron en desuso para evitar más heridas y cicatrices. Las otrora altruistas donaciones de médula ósea de nuestros congéneres fueron prohibidas por los riesgos de contaminaciones detectadas. El sistema de salud desalentó progresivamente el uso de tejidos humanos y financia al menos un tratamiento anual con órganos de cerdos. La producción de los HP® va en aumento y las acciones de SanCoChe son líderes en todos los mercados bursátiles.

Los cerdos humanos chinos son una de las variedades principales que se producen en grandes establecimientos: los “cerderos”. En un inmenso predio, miles de cerdos se mantienen en compartimentos individuales trasparentes, uno al lado del otro. El ancho del cubículo es tal que no le permite al animal girar dentro de él. Los cerdos están siempre de frente a un recipiente dosificador de alimento que se llena en forma automática, apenas se vacía. Internet de las cosas mantiene conectados los bebederos, los comederos, los pisos térmicos de los cubículos y los ductos de aireación en forma remota a través de sensores; personal especializado supervisa la alimentación y la sanidad de los cuadrúpedos.

IV

El domingo, el GPS le indicó a John que estaba a diez minutos de su casa. Ordenó el encendido de la calefacción y del horno a través del celular que sonaba por enésima vez. Lo vería al llegar.

Abrió la puerta con el microchip injertado en su mano. Las luces se encendieron al entrar; un “bienvenido John” lo recibió con voz sensual. “Gracias, Su. Listado de llamadas, por favor”. La gran pantalla le mostró mensajes de colegas, de su hija, de su ex, de su madre, de la administración del consorcio, de avisos de deudas y de pagos hechos, de ofertas de préstamos y de sugerencias de compras. Entre ellos, estaba el mensaje del laboratorio: sus análisis de control. La leucemia avanzaba. Solo con un trasplante de médula ósea tendría un 80% de probabilidad de remisión.

V

El sabotaje fue proyectado durante meses. Habían logrado infiltrarse en el cerdero próximo al Instituto Whitehead para la Investigación Biomédica de Cambridge. Había activistas NoPig entre los Supervisores, los Administrativos y los Limpiadores. Un grupo se encargaría de vaciar los tanques de gas tranquilizante; otro, desconectaría sensores de alimentación y otros inutilizarían las armas. Fuera del cerdero, un equipo de apoyo actuaría para interferir las comunicaciones con el exterior. La planificación incluía videos de las acciones que se llevarían adelante y su difusión en vivo por las redes. El acto sedicioso sería el inicio de una larga lucha.

Con el 5G era muy difícil burlar el rastreo de llamadas. Las conexiones estaban cifradas. Los nodos se desplazaban cada treinta segundos. Los riesgos eran importantes: desde la última enmienda, los atentados contra la producción se consideraban crímenes con penas de entre 15 y 30 años de cárcel. Los NoPig asumieron el riesgo.

El lunes previsto para el sabotaje amaneció gris. El sol no podía abrirse paso a través del humo, cada día más denso, de las quemas en los arrabales. John supervisaba desde su casa. No había podido dormir la noche anterior. Con el informe en la pantalla, lo más difícil fue tomar la decisión de hacer la llamada.

Hubo cinco heridos y todos los que participaron en el lugar fueron apresados. Sometidos a los interrogatorios, los NoPig no confesaron, pero el movimiento tuvo su réquiem.