Dramaturgo, periodista, productor teatral y flamante editor, Walter Operto (San Mariano, Santa Fe, 1937) acaba de traer fresca de la imprenta su obra teatral reunida por el sello que dirige, Ramos generales, coincidiendo con un anuncio para celebrar: a fines de la semana pasada recibió el premio federal “Hugo Saccoccia” de Argentores, la Sociedad General de Autores de la Argentina, en honor a su trayectoria. Esta incluye las siete obras que integran Teatro. Memoria y Utopías. Cada una de ellas, según dice el autor en un prólogo puntuado de viñetas de época que es toda una memoria de vida, representa una señal de resistencia cultural en una de las tantas dictaduras del país.
Este luchador incansable tuvo entre sus oficios el de escritor de glosas en verso rimado para presentadores profesionales de orquestas típicas. Como corresponsal de la revista Así, cubrió entre otros acontecimientos el asesinato del Che Guevara. Entre San Mariano, Santa Fe, Rosario, Montevideo, Buenos Aires y nuevamente Rosario, donde dirige dos espacios teatrales (La Nave y Odiseo), su vida y obra transcurren siempre creando cultura donde la intolerancia siembra muerte y terror. En el siglo pasado, sus postergados (pero al fin premiados) estrenos debieron lidiar tanto con la censura eclesiástica como con las bombas de la organización de ultraderecha conocida como Triple A. Interlocutores y compañeros de trabajo de Operto fueron los poetas Joaquín Gianuzzi y Daniel Giribaldi, o el escritor y periodista Rodolfo Walsh. Y actualmente y desde hace muchos años, su compañera, la escritora María Angélica Scotti, quien acaba de publicar una novela por Ramos generales. El lenguaje de las obras de Walter Operto es rioplatense y cercano, y quizás nadie como él dispone de la experiencia necesaria para unir la radio y el teatro, la crónica y la ficción, la estética y la política, en cruces impensados que derriban la cuarta pared de maneras exquisitamente creativas.
En teoría teatral, "cuarta pared" es ese muro invisible que separa escena y público. Tal vez porque su amor por el teatro nació de las funciones de actores de radioteatro en vivo en su pueblo natal (cuando "vivo" era sinónimo de "presencial"), o porque se formó en los ensayos montevideanos de una obra del vanguardista alemán Bertolt Brecht, o porque estrenó La bicicleta en 1968, en tiempos de gloria del vodevil porteño, Operto quiebra esta distancia sin anularla, sino a veces atravesándola, otras rodeándola con astucia. En esta su primera obra estrenada (y cuyas ilustraciones por Cuqui Carballo, tomadas de la primera edición, embellecen la tapa del libro), María Cristina (Juana Hidalgo) se dirige al público: "¡Hola! Perdonen mi demora. Me fui a andar en bicicleta, porque ya no tengo casa, no tengo marido, porque a mí nadie me quiere, porque estoy sola, porque sufro mucho, porque nadie me ama, porque estoy triste, porque no tengo ganas de seguir viviendo...". Argentores le otorgó el Premio Pilar de Lusarreta y la Iglesia Católica Argentina la declaró "obra antimatrimonio". La siguiente, Ceremonia al pie del obelisco, se inspira en el caso real de un anarquista que vivía, cuerdo, en un manicomio, procesado por presuntamente haber puesto una o dos bombas. Luego de que la otra bomba susodicha, la de la siniestra triple A, atacó el Teatro Payró, la obra terminó siendo estrenada en la misma institución donde residía su hamletiano protagonista. "Están ahí. Se vinieron a reír. Están ahí, se están riendo. Están mirando", dice el Turco, un personaje secundario, en plena paranoia ante los observadores de carne y hueso, mientras otro intenta invalidar su percepción: "No hay nadie, Turco, tranquilizate...".
Después del viento (1988, sala Mateo Booz, Rosario) aborda los daños económicos perpetrados por la dictadura de 1976 a 1983; El pintor de la utopía se inspira en una anécdota del poeta Leónidas Lamborghini y en la estética oficial del Partido Comunista; La ideología (2007, La Nave) expone un quiebre generacional, y otras dos obras rinden homenaje a Discepolín y a Alicia Moreau de Justo.