La espera hasta cerrar la renegociación de la deuda y la irrupción de la pandemia, demoró la realización de paritarias para definir los aumentos de salarios. Con la excepción de algunos gremios (camioneros y bancarios), la mayor parte de los trabajadores formales no han iniciado negociaciones. Por el contrario, rebajas salariales en los sectores no esenciales paralizados durante la cuarentena y un anuncio oficial de congelamiento de los deteriorados salarios del sector público, sustituyeron los acuerdos paritarios.
A las pérdidas de poder adquisitivo de los salarios de este año, se suman a los 20 puntos porcentuales de deterioro del poder de compra que acumularon durante el macrismo. En ese contexto, las protestas de la policía bonaerense – más allá de sus condimentos desestabilizadores- deben entenderse como un despertador para que el oficialismo inicie la demorada política de recomposición salarial.
La deteriorada situación económica torna difícil que sea el sector privado el que tome la iniciativa de la recomposición salarial, excepto en algunos sectores muy puntuales beneficiados por la pandemia. De esa manera, el Ministerio de Economía debería realizar un fuerte giro en los lineamientos de su política económica si quiere impulsar la recomposición de la masa salarial, condición indispensable para movilizar el consumo en la reactivación pospandemia.
La preocupación oficial por el déficit fiscal, que aumentó a partir de la fuerte política de generación de ingresos (bonos a jubilados y AUH, IFE y ATP) y el deterioro de la recaudación durante la cuarentena, deberá ceder hasta alcanzar la normalidad económica.
Esa normalidad no se reduce a levantar la cuarentena y habilitar todas las actividades, sino también a inducir la recomposición de los volúmenes de producción y los ingresos de la población, incluyendo el poder de compra de los salarios. Es decir, la política de financiamiento vía emisión de un gasto público extraordinario debe sostenerse hasta alcanzar la reactivación postpandemia.
El impulso inflacionario que puede desatar la recomposición salarial debe ser compensado con un política que contenga otros elementos que intervienen en la puja distributiva. Las tarifas de los servicios públicos y el precio de los combustibles son claves al respecto.
Pero mucho más importante es desactivar una devaluación por encima del ritmo inflacionario de los últimos meses. La suba del dólar oficial a un ritmo anualizado del 40 por ciento que venía impulsando el Banco Central corre el riesgo de estropear una de las pocas variables económicas que mejoró en medio de la crisis.
La inflación muestra una importante desaceleración durante la cuarentena pese al record de emisión monetaria, desafiando una vez más el discurso monetarista de los economistas del establishment. Ese logro difícilmente pueda ser mantenido si no se suaviza la trayectoria del dólar mientras se induce la recomposición salarial.
@AndresAsiain