En su triunfo más holgado en el clásico de barrio, San Lorenzo le propinó hace 25 años una verdadera paliza a Huracán, al imponerse 5-0 en el Nuevo Gasómetro. En el encuentro correspondiente a la 6ª fecha del torneo Apertura de 1995, el equipo dirigido entonces por Héctor "Bambino" Veira" se retiró del campo de juego en medio de la ovación y los aplausos sostenidos de su público, una vez consumada la máxima goleada azulgrana de la historia ante el conjunto de Parque Patricios. Claudio Biaggio, Esteban González (en dos oportunidades), Paulo Silas y Roberto Monserrat fueron los verdugos del Globo, que se desinfló por completo en el complemento al quedar tres jugadores menos luego de que Humberto Vattimos, Claudio Marini y el uruguayo Walter Pelletti vieran la roja.

El origen de la rivalidad entre San Lorenzo y Huracán se debe a que ya desde el amateurismo ambos clubes eran vecinos. Mientras el Globo supo tener su cancha desde 1914 en Avenida Chiclana y Alagón, donde permaneció hasta 1924, el mítico Gasómetro -desde 1916 y hasta el fatídico 1981, cuando en plena dictadura le remataron el estadio- se plantaba a unas pocas cuadras de allí, sobre Avenida La Plata. El lugar adonde el pueblo azulgrana pugna por volver.

Siempre se midieron en Primera División, ya sea por campeonatos o copas nacionales. Nunca lo hicieron por contiendas internacionales y, pese a haber perdido la categoría, no llegaron a cruzarse en el Ascenso. El primer cara a cara oficial fue el 24 de octubre de 1915, aunque el pleito tuvo lugar en la cancha de Ferro Carril Oeste. San Lorenzo lo dio vuelta y se impuso 3-1 con dos goles de Mariano Perazzo y otro de Francisco Xarau en el complemento. En la primera etapa, José Manuel Durand Laguna había puesto en ventaja a Huracán.

Despuntaba la era profesional y el primer triunfo quemero por una competencia de liga tuvo lugar el 31 de julio de 1932. El Globo ganó 2-0 en Parque Patricios con tantos de José Cordero y Herminio Masantonio.

Pero lo que ocurrió el domingo 10 de septiembre de 1995 en el Bajo Flores entró definitivamente en la historia como un recuerdo imborrable para la afición azulgrana... y una herida tremenda para los simpatizantes del Globo.


San Lorenzo saltó
a la cancha con Alvez; Arévalo, Ruggeri, Escudero, Manusovich; Netto, Galetto, Monserrat, Silas; Biaggio y González. Por su parte, el equipo conducido entonces por el uruguayo Nelson Chabay alineó a Cancelarich; Barrios, Pineda, Vattimos, Giuntini; Marini, Pelletti, Guendulain, Paz; Guerra y Fernández. 

Apenas transcurría un minuto de juego y el Ciclón -que venía de salir campeón en el Clausura- se puso en ventaja con un cabezazo perfecto del Pampa Biaggio, tras un centro de Manusovich. La visita no alcanzó siquiera a acomodarse en el campo y cuatro minutos más tarde el Gallego González marcó el 2-0 parcial con un golazo tras pegarle en tres dedos desde afuera del área ante una mala salida de Cancelarich y la impotencia de Giuntini. El mismo González, a partir de la generosidad de Silas, volvió a convertir con el arco vacío antes de la media hora de juego. Con el 3-0 en apenas 45 minutos, el trámite pintaba irremontable para la visita.

Si la primera etapa fue más que sufrida para un irresoluto Huracán, el complemento fue prácticamente un suplicio, puesto que el equipo del Bambino Veira siguió mostrando absoluta superioridad y se floreó ante un rival sin aire ni respuestas. Vattimos le entró fuerte a Biaggio y dejó a Huracán con diez. De inmediato el brasileño Silas, que buscaba en forma insistente su gol, lo encontró con una soberbia definición al rematar desde 30 metros.

Si hubiese tenido un poco más de contundencia, San Lorenzo habría obtenido una ventaja aún mayor de la que ya contaba. La diferencia en el rendimiento entre ambos era notable y el estadio Bajo Flores se venía abajo por tanta alegría. El árbitro Angel Sánchez tampoco tuvo piedad para un Huracán sin brújula, y antes del final también mandó a las duchas a Marini y Pelletti.

Pero para desgracia de los visitantes, que a esta altura jugaban con ocho hombres en cancha, la cosa no había terminado. Porque el Diablo Monserrat apareció sobre el cierre para poner el 5-0 definitivo y señalar así un verdadero mojón en la historia al completar la mayor goleada ante su eterno rival. Porque aquellas cinco puñaladas dejaron una huella profunda en el barrio.