Trelew, Rawson y Madryn eran ciudades chicas en medio de un desierto y donde había mucha población de milicos. Desde la torre de la base aeronaval “Almirante Zar” se podía vigilar al aeropuerto de Trelew, estaba a doce, quince cuadras. Y tenía 1.200 soldados. En Rawson había un destacamento de gendarmería, otro de la Federal, un regimiento de infantería y la policía provincial. Con todas esas fuerzas en contra, la estrategia fundamental del plan era la sorpresa y evitar cualquier enfrentamiento. Teníamos que ser rápidos y precisos para liberar a los 100 compañeros presos. Sí, era complicado pero no imposible.

Estábamos en un auto, un Cisitalia, estábamos estacionados por ahí; éramos tres compañeros: el compañero responsable del aeropuerto, una compañera y yo. Nuestra tarea era controlar el aeropuerto. Y después había dos compañeros, el Gallego Fernández Palmeiro y el Petiso Ferreyra, que venían como pasajeros del avión de Aerolíneas para tomarlo. Habían subido en Comodoro Rivadavia. La misión de ellos era controlar el avión.

Había decidido estar en el grupo del aeropuerto, porque para mí era lo más importante, lo más difícil. Pasamos noches y noches discutiendo con los compañeros el grado de alerta que se podía que se podía dar entre los milicos. El aeropuerto era muy chico y se llenaba de gente; había un solo vuelo por día y la gente se llegaba para recibir o despedir a los familiares. Y como en todo el sur, viajaban muchos milicos, oficiales y suboficiales del ejército, de la policía y de gendarmería. No sabíamos si estos milicos viajaban armados. Me pareció que era el punto más importante del operativo. En el avión venía el Gallego Fernández Palmeiro que tenía coraje y capacidad, nunca tuve dudas de que se lograra la toma interna del Penal y confiaba también en que los compañeros encargados de trasladar a los militantes liberados hasta el aeropuerto cumplieran su tarea sin problemas. No los conocía mucho, no habíamos hecho juntos otros operativos como con Julio Roqué. Nunca me imaginé que los compañeros iban a recibir la señal de Susana Lesgart y rajar. No sé si Susana Lesgart hizo la señal en medio de un tiroteo breve con el último guardia; son cosas del pasado, hace mucho tiempo. Si recibían la señal, tenían que entrar, sino la recibían, se tenían que ir y listo, no se hacía la operación.

Ellos recibieron la señal de Susana Lesgart para que entraran a buscarlos y se equivocaron.

No había wokitoki, celulares ni nada entonces, había una señal. Era una señal sencilla. Habíamos conseguido unos aparatos así, que eran de la Primer Guerra, o de la Segunda. Unos aparatos inmensos, unos armatostes y no funcionaban bien, no garantizaban las comunicaciones. Eran unas radios muy viejas, y además, nos podían escuchar los milicos. Por eso no las usamos.

Había una señal, era una señal sencilla. Las cosas son como son, hablé después con ellos porque caímos presos juntos. El “Francés” escuchó unos tiros y pegó la vuelta. Y el otro compañero que estaba a cargo del otro camioncito, “Tanganika”, lo corría al “Francés y le gritaba que volviera, pero no lo escuchó. No lo pudo alcanzar hasta el aeropuerto. “Tanganika” había visto la señal y al “Pibe” que había conseguido entrar. Lo siguió también porque nosotros, los que hacíamos la logística, teníamos como plan de fuga tomar otro avión.

El “Pibe” Goldemberg vio la señal de Susana Lesgart, la entendió, se dio cuenta que la toma del Penal desde adentro había sido exitosa, entonces agarró y entró con el auto. Y así se pudieron escapar a Chile el Pelado Gorriarán Merlo, Roby Santucho, el Negro Quieto, Marcos Osatinsky, Vaca Narvaja, y el Gringo Menna.

Cuando llegan el “Francés” y “Tanganika”, me doy cuenta que los compañeros estaban esperando en el Penal a que los fueran a buscar. Dejo a la compañera con la orden de que atrase el avión con cualquier excusa, eso es frecuente en los aeropuertos de ciudades chicas; siempre hay atrasos. Decido ir para Rawson y me voy con el muchacho, el “Negro”, muy bueno ese compañero. Hay dos caminos que comunican Trelew y Rawson. Uno va por arriba, tenés que pasar por delante de la base y otro, va por abajo, que pasa por la ciudad. El camino más rápido es el de abajo, nosotros nos hemos cruzado con los compañeros fugados y no los vimos, no los reconocimos porque no sabíamos en qué autos se movían. Nos cruzamos con los que se fueron y también con los otros diecinueve, que iban en tres taxis; los que tuvieron que entregarse porque el avión ya había despegado para Chile. Y después los fusilaron.

Cuando llegamos al Penal de Rawson ya estaba cercado por los militares.

Nosotros vamos en el Cisitalia para Dolovan, para el sur con el Negro Gaspar, intentado llegar a la cordillera. Y al llegar a ese pueblo, un pueblo inglés, volcamos en una curva. Quedamos muy golpeados, yo terminé preso. El Negro Gaspar zafó, una señora de Dolovan lo escondió en un gallinero casi un mes.

La masacre de Trelew fue un anticipo del Terrorismo de Estado del último golpe cívico militar.

 

Capítulo de la novela documental “Colo Marcos: La vida de un militante en la historia del PRT”.