Cuando dicen que Argentina es el culo del mundo, yo lo escucho con esperanza y hasta como un elogio. Nací en un pueblo bien del sur, Ingeniero Jacobacci, así que más de una vez me han dicho “¿cómo no vas a ser puto vos si naciste en el culo del culo del culo del mundo?” Quienes conocemos esos placeres no podemos ofendernos. Incluso, agregaría, que ese lugar donde nunca da el sol muchas veces es el ancla del deseo y no necesariamente el rostro ni el tobul como tanto dicen. Uno ve pasar un caminar con delicioso zarandeo y piensa "¿qué cara tendrá ese culo?"
Zarandeándome por la calle de los podcast ya que por las calles del Abasto me está vedado cir/cular me encontré con Franco Torchia y su “Autobiografía Anal”, un relato que va desde los supositorios que le im-ponía la madre hasta ese fantasma machista que persiguió al trolaje en las épocas de la colimba cuando te amenazaban con que los milicos te iban a “descubrir” en la revisación médica. Recordé que fue Jean Genet quine exaltó las virtudes del “ojo de acero” con su guiño de imán que supera en atracción a toda la vulgaridad archivista, seudo porno y expuesta estilo spiedo letal. Y también me acuerdo de una broma del destino: el principal opositor de Sócrates, celoso del gran amor que el apuesto Alcibíades profesaba al profeta, por esas ironías de la oratoria se llamaba Anito Primero.
También con mucha ironía Franco Torchia comienza su historia de oráculo con estas palabras: “Una hipótesis esbozada por Silvia Suller hace años, vuelve a mí. Según ella su hermano Guido es gay porque de chico la madre le ponía demasiados supositorios. Mi madre también elegía suministrarme supositorios a diestra y siniestra. En teoría para combatir los parásitos y calmar mis frecuentes dolores de panza. También y sobre todo, para correrme por toda la casa, lograr aliarse con mi hermana, sujetarme entre ambas encima de la mesa del comedor, ponerme de espaldas, bajarme los pantalones y poder así introducir pastillas en mi ano. Yo gritaba. Yo me resistía. Me costaba demasiado asimilar que allí adentro entrasen cosas.”
¿Por qué elegiste la historia de los hermanos Suller?
Porque la carga moral de aquellos episodios televisivos donde los hermanos se pelean mientras los devoran los que la miran por TV es muy clara: Silvia, que ha contado haber tenido sexo a cambio de dinero varias veces, invierte los términos de la desaprobación al momento de identificar responsables (culpables) de la homosexualidad de su hermano. Ser puta es posible, ser puto no del todo. Hace poco, de hecho, sugirió que Guido pudo haber sido "pedófilo" (otra asociación libre con la putez), ante lo cual él la "acusó" de haber abortado varias veces (asociación libre con lo puta). El reparto de las atribuciones en ese clan siempre me resultó muy operativo para pensar el lugar de la homosexualidad y la prostitución en una familia argentina de clase media del siglo XX.
¡Es que todo peor pasa en las mejores familias! ¿Una familia como la tuya?
Sí, pero además pertenezco a un período histórico en el que decirse maricón era automáticamente “tenerlo roto”, una época en la que se suponía que uno hacía de mujer y otro de varón. Recuerdo que cuando tenía cerca de 12, en una pared de mi barrio en Ensenada, apareció pintada con cal la expresión "Franco puto". Me pasé una mañana entera intentando borrar semejante "infamia". Hoy sé que lo que estaba tratando de eliminar de esa pared fue la posibilidad de sospecha sobre mi "culorotismo".
¿Te acordás de aquel mito de la conscripción, el famoso sello rojo en el DNI?
Claro que sí. Yo me lo creí. Y no sé quién no se lo creyó. Era una data que te iban pasando a medida que se acercaba el sorteo. Que en la revisación “te iban a abrir el libro”, te podían “leer el cuerpo” y te podían descubrir. En el DNI después iban a quedar marcadas para siempre las letras rojas con unas siglas que según la versión, ni siquiera coincidían: algunos decían ADF (ano dilatado por fricción) pero también estaba DAF (disminuido aptitudes físicas) y OAD (orificio anal dilatado). A esto voy con lo que parece una nota de color, un chisme televisivo: estas mitologías hablan de una verdad y dicen lo que muchas veces no se dice ni siquiera con un edicto ni con una prohibición. No cuentes, no preguntamos. Culo marcado, ciudadanía limitada.
Tu papá no aparece en el relato. ¿Dónde estaba él en esas correrías?
Mi padre trabajaba. Eso es todo. O eso es mucho. Él -yo llevo su mismo nombre- supo a mis tres o cuatro años que yo no iba a jugar a la pelota jamás. Siento que en ese momento me abandonó y siento que se reencontró conmigo después de los 20, cuando pudo empezar a intentar ser más mi amigo que mi padre (y cuando ya éramos dos Francos divisibles). Nunca registró mi cuerpo. De chico, mi cuerpo quedó bajo la tutela exclusiva de mi madre y ahora pienso que aquello de la gaycitud y las madres, en este caso, de algún modo "se cumple": no que me "haya hecho" maricón ella sino que nunca me haya dejado de recordar que yo podía ser otra cosa. Una vez, una astróloga le dijo a alguien que quise mucho que ella veía en mi carta natal que mi madre había abusado de mí. No tengo ese registro. Por ende, puede ser. O no.
Yo una vez propuse en este suplemento fundar el club de los anófagos y vos proponés el de los culos rotos, ¿por qué no se fundan nunca esos clubes?
A diferencia de lo que ocurría -por trazar un lapso- hace 20 años, hoy hay infinidad de imágenes de culos, pero son imágenes que dan, a mi criterio, una idea bastante falsa de insurgencia y liberación. En otras palabras, el nudo que nunca deja de armar la hipervisibilidad. Pienso al culo como excusa de un ensanchamiento de la sexualidad, un órgano sexual que me permite ejemplificar la extensión de las superficies sexuales posibles, que por cierto son todas. Partir del coito para parar el mero coito. Las redes sociales ubican al culo (vestido, porque desnudo es censurado en varias) en un lugar preponderante. Sin embargo, las culturas gays decimonónicas insisten con el abdomen, los bíceps, las piernas y el bulto como bienes de mejor "cotización" en la dinámica de los intercambios. A su vez, no porque el culo esté muy abordado por varios teóricos del género y las disidencias es que esté destrabado: no está ni cerca del centro de la iconografía gay del presente. ¡Y queer tampoco!
Una zona del cuerpo condenada al eterno bullying...
Sí, no es nada bueno, ya lo han dicho muchos y lo volvió a decir Paul Preciado hace no tanto... La propuesta es recuperar ese lugar de la vergüenza condenado a ser una mesa de recepción del gran protagonista de esta historia que ha venido a ser el pene, como un lugar de potencia, producción, de terminales nerviosas, de belleza, de placer. Ese cambio que a algunos les sonará superfluo, es un modo de poner patas para arriba muchos supuestos y órdenes…
¡Armaremos el club de los anógafos!
Sí, ya estamos recibiendo relatos y testimonios entre quienes escuchan el podcast, para ampliar este club.
Me llegan rumores de que de parte de los millenials el estigma escatológico y de abyección se va perdiendo. Incluso el sexo anal, con las correspondientes cautelas higiénicas, ha aparecido entre las recomendaciones sexopandémicas.
Cierto. Claro que hay que saber conformarse con eso, que en la imaginería es el summum y en la real realidad, a veces, es exiguo. Sexo sin boca es, acaso, el más impensable de todos. En todo caso, se abrió algo pero se cerró lo otro, y eso que hay que mantener tapado hoy (las bocas) implica una obturación fundamental. Lo que decís de los millenials creo que es así, y es una esperanza.
¿Qué es eso de que antes de salir ya censuraron el podcast?
Cuando esta semana subimos el podcast a Apple nos encontramos con que a la palabra "anal" le habían puesto una "x". No se puede decir “anal” a tal punto que a la palabra “analizar” también le pudieron “x”. Vale decir que una de las empresas más poderosas del mundo hoy lee la analidad como una abyección. Y la prohíbe. Es, creo, síntesis ideal del lugar del culo en la contemporaneidad: algo malo conserva. Pero fíjate que si ponés “culo “ está todo bien. No porque genere menos espanto sino porque Apple detecta términos en inglés (anal), así que la hispanidad nos da esa ventaja.
FILOSOFIA POR ABAJO DE LA ESPALDA
Lo del culo roto no me convence cuando se aplica a cuestiones como la nacionalidad o las riñas de gallos. Las crónicas de guerras, confirman esa atávica pulsión de la victoria anal entre enemigos. Por eso no me gusta cuando dicen que a los argentinos “nos rompieron el culo” o que los unos van a romper el de los otros. Un pueblo con el culo roto me suena al espejo hecho trizas de un pueblo. Y yo quiero un pueblo intacto, no un caleidoscopio del mal. Me suena a Troya, a los fragmentos de una enorme civilización destruida por la patada de un caballo hijo de puta, el caballo de la impunidad de los medios, cada vez más frecuentes. A mi me gustaría un pueblo con el culo bien lavado y digno de besuquear.
El relato de Franco, más lejos de una literatura del yo y más cerca a una intimidad con amenaza constante de vergüenza, viene acompañada amorosamente por la voz de la gran filósofa argentina Esther Díaz, que va dejando a los costados sus deliciosos anal/isis. Transcribo dos joyas: “No todos tenemos pene y no todos tenemos vagina pero todos tenemos culo. ¿Por qué dije los otros dos elementos antes? Porque el culo en sí mismo, desde el punto de vista biológico, no es un órgano sexual. En cambio los mamíferos lo hemos convertido en un órgano sexual. Y digo los mamíferos porque no solamente los humanos lo utilizamos como superficie de placer sino también muchos animales. Así que, en ese sentido, creo que nos universaliza”.
Bienvenida. Y tan necesario marcar por atrás nuestro parentesco no reconocido con animales y naturaleza. Más adelante Esther Díaz señala la ambigüedad, otra gran virtud que pocos órganos y pocos términos consiguen mantener invicta. Dice Esther: “Si alguien se saca la lotería decimos "¡Qué culo que tiene!" y si te fue mal decís “¡Me fue como el culo!". Creo que la ambiguedad anatómica, linguística y también fantasiosa del culo, nosotros la llevamos al tema de la nacionalidad cuando decimos “El culo del mundo”. Porque… ¿dónde está el culo en el mapa? Sabemos que los mapas son un instrumento de poder y que el Norte ha inventado que la cartografía diga que el Sur esté abajo, algo totalmente arbitrario… Tranquilamente podría ser al revés o para un costado… Es decir, que en cierto modo nos han puesto en el culo del mundo y lo hemos asumido como tal¨.
Aparece muy de soslayo en el audio de “Autobiografía anal” la mención al abuso que sufriste siendo niño y que ya has narrado públicamente. Aparece con cierto humor. ¿Es posible después de unos años volver con humor a ese momento? Lo has logrado reciclar?
Remito a esa experiencia para desarchivar la enumeración de lo que históricamente se suponía que "te hacía gay" (uso y abuso del culo, es decir, supositorios suministrados por mi madre y luego, abusador en puerta). Pasaron cinco años, ahora lo advierto, de la primera vez que conté públicamente que fui abusado. Ese no fue un año más: 2015 fue bastante difícil para mí. Estuve triste y me sentí desplomado muchas veces. Hoy no sé si me puedo reír tanto; un poco sí y por eso lo hago en el podcast, pero no mucho. El podcast es un servicio para mí ultrapersonal; un formato que no puedo sino imaginarme como de uno a uno. De cabeza a cabeza sin que nadie más escuche, digamos. Creo que esa es una de las razones del auge podcastero.Y esta serie de podcasts que son sobre el secreto como tema, más todavía. De hecho, mis abusos fueron un secreto durante décadas y hoy sí siento que no fue lo peor que me pasó: tuvo efectos varios en el desarrollo de mi sexualidad y en el planteo general de mi vida, pero no es heroica mi supervivencia. De hecho, siento que a partir del abuso aprendí mucho sobre la resistencia al poder. Y sobre la necesidad de desconfiar de él.
¿Qué escena de tu biografía anal quedó fuera del podcast y la vas a contar sólo aquí?
Mi primera vez anal, que fue después de mis 35 años y estuvo buenísima. Muy bien encarada por ambos (éramos solo dos). Le pusimos la cara al culo. En el podcast no la cuento porque quise no depender para ese relato de ninguna persona al respecto y me refiero, sin mencionarlo explícitamente, a un dildo. Aquella vez me gustó mucho. Sin embargo, tras semejante debut, hoy puedo contar que para mí el sexo anal es 100% prescindible. Desde mí hacia otrx o al revés. No me interesa ni me desvela. Agujeros propios o ajenos, puedo vivir sin ellos. Sí me interesa, por ejemplo, que los estándares generales sigan tan abroquelados a la división pasivo / activo. Refiriéndose a mí, Florencia de la V hace poco le dijo a un amigo algo sobre "la pasiva de la Torchia". Eso me impulsa: el desmantelamiento de semejante epistemología, base de tantas violencias.