Una de las características fundamentales de las economías latinoamericanas son sus estructuras económico/sociales desequilibradas. La problemática de los países no son simples cuestiones coyunturales "solucionables" con políticas económicas. 

Detrás de la realidad latinoamericana yacen dificultades relacionadas con su posicionamiento en la economía mundo, patrones de producción, concentración y centralización de capitales, perfil comercial internacional, entre otros, que los hacen dependientes de dólares para aspirar a grados superiores de bienestar.

En materia externa, lo particular de la desestructuración es el sesgo primario/extractivo exportador. La mayoría de los países latinoamericanos centra sus exportaciones en bienes que poseen muy poca sensibilidad a variaciones de ingresos y/o precios

Por ejemplo, el aumento del ingreso de China o la baja del precio internacional de la soja no significa que aumentarán ostensiblemente el consumo de la oleaginosa. En cuanto a las importaciones presentan un comportamiento opuesto: el aumento del ingreso y/o la baja de precios genera un aumento de consumo de bienes y servicios con valor agregado. Por ejemplo, teléfonos celular, computadoras, automóviles de alta gama. 

En consecuencia, los países enfrentan constantes situaciones de estrangulamiento en su cuentas externas que los obligan a recurrir al endeudamiento para sanear parcialmente la situación.

Trastornos

La economía argentina no escapa a la pauta estructural latinoamericanista, por supuesto, con sus particularidades. Ha padecido varias situaciones de cuellos de botella de divisas que lo han obligado a encarar el camino del endeudamiento en función de la necesidad de dólares necesarios por continuar distintos procesos de producción.

La experiencia histórica muestra que la deuda externa ha sido un problema que generó distintos tipos de trastornos económicos. Si bien el impacto cortoplacista del financiamiento externo pudo haber arrojado algún saldo positivo en producción, consumo e inversión, en el largo ha provocado desestabilizaciones de índole cambiaria e inflacionarias, que desembocaron en un freno de la actividad económica.

Constantemente los acreedores externos realizan evaluaciones al momento de decidir si se continúa con el flujo financiero de préstamos. Si bien existen varios indicadores que contribuyen por la negativa o la positiva al otorgamiento, primordialmente monitorean el de deuda externa/PIB. Con este indicador -no es el único- evalúan la posibilidad que tienen los países de afrontar su deuda de corto y largo plazo. 

Si, por ejemplo, el coeficiente de la relación es alto significaría que el país tiene grandes problemas para afrontar sus obligaciones externas. Los recursos generados por producción de bienes y servicios no alcanzarían para afrontar la deuda o la deuda superaría a la capacidad de ingresos generados por el país. 

Eso se traduce en expectativas negativas con su repercusiones inmediatas en el mercado monetario/cambiario: depreciaciones de corto plazo, depreciaciones esperadas de largo plazo, suba de la tasa de interés, baja del precio de bonos y aumento de riesgo país,entre otros. El ahorro externo (préstamos) dejaría de fluir al país e inclusive se podrían llegar a producir una fuga masiva de capitales.

Dos modelos

Vale mencionar algunos indicadores que ayudan a comprender la situación de la economía argentina respecto a la deuda antes del acuerdo con bonistas. El período analizado es de diez años que abarcan modelos diferentes: 1. de regulación del sector externo (2010-2015) y 2. de apertura externa (diciembre del 2015-2019).

* Saldo comercial/deuda externa: en los año 2010/11/12/13 los saldos comerciales  alcanzaron para cubrir parte de los compromisos externos. En 2010 el saldo comercial fue equivalente a pagar el 8,5 por ciento de la deuda. Si bien prevaleció una tendencia decreciente entre ambas variables, los saldos comerciales fueron capaces de cubrir parte de la deuda externa, con excepción del 2013 y 2015. 

Con el inicio del nuevo modelo la relación comenzó a ser negativa. Los saldos comerciales emprendieron una escalada deficitaria y el endeudamiento aumentó de forma estrepitosa. De acuerdo a datos del Indec, el déficit acumulado desde 2016 hasta 2018 fue de 30.000 millones de dólares y la deuda pasó de 180.000 millones a 277.000 millones de dólares. 

Para el 2018 la relación era de -11,0 por ciento. Ello significa que parte del endeudamiento fue para cubrir déficit comercial. En 2019 se produce un cambio de situación por la baja abrupta de las importaciones a consecuencia del desplome de la actividad económica. Esto modificó el coeficiente que pasó a 4,5 por ciento.

* Exportaciones/deuda externa: mientras que en 2011 las exportaciones financiaban  el 62 por ciento de la deuda externa, en 2019 la capacidad de las exportaciones para cubrir los compromisos de deuda fue de 29 por ciento. Ello demuestra que las exportaciones no aumentaron sino que fue el endeudamiento externo el que se incrementó haciendo bajar el porcentual prácticamente a la mitad en comparación con 2011.

* Deuda/Producto Interno Interno: en el período 2010-2015 si bien la tendencia fue al alza, siempre se mantuvo dentro de los estándares de lo que mundo financiero rotula como "país desendeudado". Mientras que en 2010 la relación era de 43 por ciento, el 2015 finaliza con un coeficiente de 53 por ciento. Caso inverso fue la etapa del "modelo aperturista". En dichos años el coeficiente emprendió un ascenso acelerado terminando el 2019 con una relación de 9 por ciento. El endeudamiento representaba prácticamente los ingresos generados por la producción de un año.

El acuerdo

Días pasado el ministro de Economía, Martín Guzmán, anunció el acuerdo con los bonistas. Sin entrar en tecnicismos, la "fumata" representa una descongestión financiera que ronda los 38.000 millones de dólares para los próximos 10 años, en el cálculo se pondera la sumatorio de activos financieros externos en conjunto con los títulos de deuda local denominados en moneda extranjera.

Asimismo, los nuevos títulos pagarán tasas de intereses sustancialmente menores. De un promedio del 7,0 por ciento se pasará a pagar tasas del 3,0 por ciento. No hay que ser economista ni especialista en la materia para inferir que la reestructuración permitirá a la economía contar con recursos que previamente eran destinados a llenar "las arcas" de los tenedores de bonos.

La deuda externa representa una barrera al crecimiento económico, más aún cuando el proceso de endeudamiento se genera de forma vertiginosa como lo fue durante los últimos cuatro años. Al respecto debe tenerse en cuenta que todo pago de obligaciones externa constituye una fuga de ingresos que deja de circular por el sistema económico local. 

Ese éxodo limita las posibilidad de reproducción del producto y generación de renta para afrontar los pagos de deuda. En consecuencia, se ingresa en un círculo ruinoso de imposibilidad de crecimiento y cancelación de compromisos externos. La entrada de capitales financieros internacionales no tuvo repercusión positiva en el sector real de la economía. Todo lo contrario, los indicadores expuestos muestran que estuvieron dirigidos a lo que se conoce como timba financiera.

Si bien falta el segundo capítulo de esta historia, que es la negociación con el Fondo Monetario Internacional, la reestructuración de deuda, sin duda alguna, descomprime a la economía de obligaciones en moneda extranjera que, indefectiblemente, la habrían llevado a un nueva situación de estrangulamiento externo. 

Los indicadores mejorarán notoriamente por la reducción de los montos de deuda, mas ello no es condición suficiente para lograr la trilogía "crecimiento-desarrollo- bienestar general"

Resulta indispensable la canalización de los recursos ahorrados a la producción con agregados de valor que potencien no solamente las variables externas sino también a las internas. Agregar valor no es un concepto vacuo. Simboliza nada más ni nada menos que mayor producción, empleo y exportaciones.

Resultados

El período de análisis ha abarcado dos modelos diferentes. Los resultados obtenidos muestran que el camino aperturista indiscriminado conlleva a situación de endeudamiento y crisis macroeconómica con sus consecuentes repercusiones en el ámbito de lo social. El otro ha arrojado mejores resultados pero con tendencias decreciente justamente por el problema estructural que acarrea el país que lo ha llevado forzosamente a una asfixia de dólares.

El alivio externo bien aprovechado puede representar el primer paso de una larga marcha para lograr las modificaciones que la economía argentina necesita para mutar lo estructural como esencia de la contrariedad al desarrollo del subdesarrollo.

 * Miembro del Observatorio de Comercio Internacional (OCI), Departamento  de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Luján.