El eje de discusión no tiene que ser ese. Creo que habiendo compañeras y compañeros que están en una situación compleja, una situación extrema, es muy cínico hablar de otra cosa. Me refiero a lo que pasa en la Antártida Argentina. Es insostenible. Y como mujer, como mujer fueguina y militante, quiero aprovechar este espacio para denunciar lo que están sufriendo y expresar mi solidaridad con todas y todos los que injustamente siguen retenidos en la Base Marambio después de tantos años.

¡¿Qué mierda importa lo que yo estaba haciendo la fucking mañana del Anuncio?! Te estoy hablando de gente detenida. ¿Qué carajo quieren reconstruir con todo esto? La experiencia individual no puede generalizarse.

Bueno, si insistís con saber lo que estaba haciendo te lo voy a decir: me estaba masturbando en la cocina con la juguera eléctrica, que era ideal, ¿sabés?

Para todas las pibas que están mirando: háganlo en sus casas (risas). Ahora cuesta conseguir esas jugueras, pero en una feria de antigüedades debe haber. La Industria Nacional con lo que ha crecido debería ampliar la imaginación. Esta juguera era un cilindro que si le sacabas la jarra te quedaba un laminador giratorio que vibraba. ¡Era perfecto! Cuando la compré la caja decía: “Desayunos vitales y felices”. Por primera vez un eslogan que no mentía. Yo la había adaptado con una silicona al plástico para que sea un poco más suave. Y cuando empezó a sonar en el celular la voz del ministro Maskarov, yo lo metí en el freezer y seguí con lo mío.

Sí, claro que quise ir a Trenque Lauquen pero era menor de edad y no pude. Pero como sabía ruso por..., bueno por mi familia, me mandaron como traductora a una misión especial cuando llegaron los camaradas.

¿Vos querés que me maten? No te puedo hablar de lo que hice en esa misión, papu. Pero sí te puedo asegurar que no jugábamos al ajedrez (risas). O sí, depende como lo mires.

Bueno, qué voy a hacer, no sé nada, no sé de dónde sacaron estas preguntas del orto. De ahí debe ser, porque son una mierda (risas).

No, no me estoy cagando en tu trabajo pero me indigna que ustedes con los recursos públicos, ponelo a esto, ponelo: "los recursos PÚBLICOS", están haciendo esta porquería, en lugar de denunciar la situación de Marambio. Vergüenza me da (silencio). Pero te voy a contestar. Sabés, el día de los festejos voy a irme al bosque, bien lejos de todo el mundo y a mirar las estrellas, y hacer un fuego, y untarme en grasa como hacían las Selk’Nam y voy a cantar hasta que mi voz sea escuchada por las compañeras que están detenidas en la Antártida.

+++

Mi señora había fallecido y yo me las arreglaba con su pensión y mi jubilación. Mis hijos se acordaban de mí en Navidad y nada más. El sistema no nos quería a los viejos, ni a los locos, ni a los bobos. A los que no servíamos, en una palabra, nos tenía adictos a la farmacia o nos empujaba al cajón. Ahora dicen que es distinto allá en el continente.

La mañana del Anuncio, yo había leído el diario, había hecho los crucigramas, los sudokus, había ido a hacer los mandados, y así que a eso de las nueve, como cada día ya no sabía qué más hacer. Así que me senté a mirar la televisión. Cuando el ministro Maskarov apareció lo cambié, y resulta que también estaba en el otro canal, y en el siguiente. ¡En todos los canales estaba! Hasta en los de fútbol y los de dibujitos. ¡Todos!

Cuando yo esa noche los llamé, mis hijos no quisieron aceptar mi decisión. Ellos ni me habían llamado, pero me habían "pensado" mucho dijeron. Eso sí (risas).

Yo lo había decidido esa mañana, casi enseguida cuando fui a la farmacia. Todavía no la habían cerrado y había una cola larguísima. Pero la hice porque no tenía más remedio (risas). Y cuando le pedí a la chica esas pastillas, ella se puso colorada. Y yo me sentí más vivo que nunca, sentí un calor, un vértigo, un cosquilleo, no sé qué, y le dije: “Me voy a Trenque Lauquen, deme todas las que tenga que espero necesitarlas”. La señora que estaba atrás mio se persignó, ¡Dios mío!, dijo. Pero a la farmacéutica le brillaron los ojitos, te lo juro.

La volví a ver en Trenque Lauquen en una de esas jarana, y me dijo que yo había sido su inspiración para estar ahí. Y se mostró muy agradecida. Mis hijos en cambio se escandalizaron, me dijeron que me había vuelto loco, que qué se yo, que qué se cuánto… envidia, porque ellos no se animaban. Yo fui muy feliz ese año. Imagínese, después de toda una vida de oficina, de trámites, de televisión, no había tenido tiempo de ser joven. Así que lo de Trenque, me vino al pelo.

Y la verdad es que cuando me enteré que nos trasladarían a la Antártida, al principio me puse contento, porque yo no conocía la nieve.