Desde París
La covid-19 ya puede tener nombre de película: La amenaza fantasma. Está en todas partes, se multiplica, y ninguna medida acierta completamente en la estrategia para frenarlo. Confrontado a esa amenaza y a la realidad de un virus que, según lo expresó el Primer ministro francés Jean Castex, ”está acá para quedarse algunos meses más”, el Ejecutivo desplegó un nuevo paquete de medidas al cabo de un “consejo de defensa” consagrado a la pandemia y donde se constató “una degradación manifiesta” de la situación. Con diez mil casos positivos en el curso de las últimas 24 horas, Francia conoce un rebote de la pandemia de una intensidad semejante a la de otros países de Europa. Se trata de un nivel inédito desde el inicio de la crisis sanitaria.
Más que una avalancha de restricciones se adoptó un esquema de regulación para salirle al paso a la pandemia allí donde más se acelera y de un nuevo llamado a la población para que asuma plenamente su responsabilidad colectiva. Así, desde ayer, 42 de los 101 departamentos (95 en Francia metropolitana, el resto en ultramar) están bajo “vigilancia roja”. La tensión sanitaria es particularmente espesa en ciudades como Marsella o Burdeos y la Guadalupe, donde se ha confirmado “una evolución preocupante de la situación”. Por otra parte, Castex redujo de catorce a siete días la extensión del aislamiento de las personas infectadas. Ese plazo corresponde a los siete días “durante los cuales hay un verdadero riesgo de contagio”.
La tasa de incidencia muestra una curva ascendente. Hace una semana era de 57 casos por cada 100 mil habitantes y hoy se llega a 72 . Pese a todo, el Ejecutivo descartó un nuevo encierro extendido. Castex precisó que “debemos lograr vivir con él sin dejarnos arrastrar a une nueva lógica de un confinamiento generalizado”. En este contexto, el comportamiento de los ciudadanos es el mejor dique de contención ante la expansión del coronavirus: los gestos barrera, la distancia física, el aseo regular de las manos y el tapabocas constituyen aún un dispositivo eficaz. La sociedad parece no tener plena conciencia de esa amenaza fantasma y no siempre es rigurosa cuando se trata de asumir y aplicar esos gestos. El rastreo del virus mediante pruebas masivas es la otra punta de la estrategia reforzada por el gobierno. La idea consiste en encontrar casos positivos y cortar la cadena de transmisión.
El resultado de este consejo de defensa es menos restrictivo de lo que se esperaba. Las dos líneas, la científica y la política, se alejan. El poder prefiere mantener el circuito de producción activo mientras que la ciencia se pronuncia por opciones más limitantes. El consejo científico encargado de guiar a los poderes públicos en su gestión del virus se pronunció el pasado miércoles a través de su presidente de una forma muy tajante. Jean-François Delfraissy dijo que el gobierno “va a estar obligado a tomar cierto número de decisiones difíciles” en los próximos “siete u ocho días”. No se ha constatado por ahora la activación de esas “decisiones difíciles”.
El presidente Emmanuel Macron le respondió a Delfraissy diciendo “el consejo científico asume su papel, que es técnico”, pero les corresponde a los dirigentes políticos “tomar la decisión”. En la última semana hubo 2.357 nuevas hospitalizaciones, de las cuales 389 fueron atendidas por los servicios de reanimación, y ochenta muertos, cuarenta en los hospitales y cuarenta en los asilos de ancianos. El total de fallecidos se eleva a 30.893 personas. La amenaza fantasma de la covid-19 metió al Ejecutivo en una disyuntiva inquietante: seguir la voz de la ciencia o mantener el sistema en estado de producción plena para reactivar una economía severamente golpeada. Por ahora, eligió la segunda opción. No hay certezas, sólo apuestas a una providencia cambiante.