“¿Sonido?, ¿cámara?, ¿barbijo?, ¡acción!”. El cine no ha sido inmune al alcance de la Covid-19. Todo lo contrario. Los rodajes, claramente, representan una tormenta perfecta por su propia dinámica. Consecuentemente, esta rama se vio obligada a implementar inéditos protocolos sanitarios y cambios profundos en la realización para poder volver al ruedo. Hace tres semanas circularon algunas capturas de Paul Thomas Anderson junto al actor Bradley Cooper en el set callejero de su nuevo proyecto, Soggy Bottom. Al director de Magnolia se lo ve en las calles de Los Angeles con un tapaboca y a distancia obligada del resto del equipo técnico y el elenco. La imagen es elocuente de lo que es y será la nueva normalidad para la industria. En definitiva, hasta marzo de 2020 la faena audiovisual tenía su modus operandi, y Coronavirus mediante, comienza a ser otra.

En la Argentina, las estimaciones refieren a un centenar de producciones suspendidas y varios miles de trabajadores parados desde marzo. Una luz –amarilla y tenue- se vislumbró a fines de agosto, al divulgarse el documento del Ministerio de Cultura de la Nación que contó con apoyo de varias asociaciones del sector para que los rodajes de cine, tevé y plataformas puedan salir de su limbo. En esta coyuntura resalta el caso alemán, uno de los más vanguardistas y, especialmente, el de la productora Pantaleon que ya pudo culminar el rodaje de dos ficciones. Una de ellas, El vestido de Oscar (Oskars Kleid), cuenta con la actuación del argentino Juan Carlos Lo Sasso, temporalmente radicado en Alemania. Se trata de un proyecto de alto rango, actualmente en fase de postproducción, escrito y protagonizado por Florian David Fitz, miembro del star system teutón. “Fueron tremendamente eficaces, no se movieron del cronograma que se impusieron”, le cuenta Lo Sasso a Página/12 quien resalta la idiosincrasia germana sin dejar margen a la improvisación o el error.

Un dato llamativo: cada productora alemana presentó su propio modelo de trabajo a las autoridades el cual ayudó a diseñar un protocolo integral y que hoy en día sirve de patrón en el resto del mundo. Son llamativas, en este sentido, las similitudes entre este modelo y el que se llevaría a cabo en nuestro país en las próximas semanas. El más claro es el de una producción dividida en fases que implica restringir al máximo el contacto desde la preproducción al rodaje. El documento alemán (“Filmar en tiempos de crisis”) refiere a capacitaciones permanentes en la primera etapa, un ciclo intermedio para ajustes de último momento, y finalmente el trabajo en el set. El cambio en esta última fase es monumental. Las tareas están diferenciadas al máximo para evitar aglomeraciones. Hay un gran “Achtung” en relación a la movilidad de quienes participan del rodaje hasta el set. Se implementan remeras de distintos colores por sector. El uso de barbijos es obligatorio para todo el equipo  y sólo están exceptuados los actores en los momentos de filmación. Se realizan tests -permanentes y aleatorios- y chequeos antes de escenas en las que haya contacto físico. Los extras filman sus escenas en otros días. Los espacios están diferenciados por calor y se deben desinfectar todo el equipamiento incluidos los handys. También hay detalles singulares –y lógicos- en relación al catering: los almuerzos se hacen divididos por paneles y sin dispensers de ningún tipo. Estas son solo algunas de las medidas del protocolo destinado a minimizar la posibilidad de contagio y que también incluye la reducción de riesgos. Es decir, medidas de urgencia por si hubiera un caso positivo en el set para cerciorarse de que “el camino de la infección permanezca restringido a un grupo limitado”, le cuenta el productor Tobias Pollok en una entrevista con este medio.

Hacia abril la empresa logró el aval del administrativo del estado de Baviera para que el “Concept Filming” se implementara de junio a agosto, en un total de ocho semanas, sin mayores complicaciones. Incluso Pollock estima que a largo plazo, con una vacuna y sin pandemia, es posible que algunos de estos cambios se vuelvan un nuevo estándar (la distinción más clara y organizada entre armado, ensayo y rodaje, a su entender, constituye un modelo eficaz). “Quisimos explorar el concepto con todas las demás compañías de producción para comparar pensamientos, opiniones y ponernos al día. Hemos tenido buenas respuestas muy rápidamente. Miramos las noticias, y los conceptos llegaron rápidamente de producciones de Estados Unidos, Irlanda y otros países europeos. Nosotros elegimos lo que creíamos que es realista. Además, armamos un sistema para formar grupos en el set”, añade el manager de producción. La pregunta inicial es la que mueve el resto de los hilos: ¿qué criterios se podrían usar para dividir lógicamente al equipo en grupos que tengan el menor contacto posible entre sí?

Reorganizar este “caos organizado” en tiempo record es sin dudas uno de los méritos herzogianos (con final feliz) del proyecto que tenía previsto su inicio a mediados de marzo. A horas de comenzar el rodaje de El vestido de Oscar, el gobierno de Angela Merkel decretó el cese de las actividades y la pandemia obligatoria. “Fueron varias semanas en las que el panorama era, básicamente, se canceló todo. Todo estuvo frenado por muchos días. La agencia no sabía nada, la producción no sabía nada, nadie sabía nada. Y si la situación era delicada, en mi caso siendo extranjero, era la oscuridad total”, cuenta Lo Sasso.

La experiencia para el actor argentino es merecedora de un documental. Residente de Munro, con un currículum variopinto entre producciones europeas y locales, recibió a finales del año pasado un mail con la propuesta para el casting de esta producción. ¿El papel a conseguir? La pareja de una mujer cuyo hijo redescubre su identidad de género a los nueve años (tal es el quid de El vestido de Oscar que cuenta con la actuación de una niña trans). Pruebas de cámara remotas en alemán, bailar tango, utilizar a su perra como partenaire, el viaje sin garantías totales a Múnich, probar química con el elenco, conocer al director, estudiar los guiones, quedar varado a quince mil kilómetros de distancia, hasta la confirmación de que volverían a filmar. “La organización es complejísima pero el protocolo influyó positivamente. Entre la cantidad de tiempo que hubo para prepararnos y el riesgo asumido para encararlo, hubo un nivel de concentración que terminó siendo fundamental. Todos están cuidando la salud y al final el foco, y el tono y la toma se potencia. Se nota mucho el trabajo en equipo. Y todo es más espaciado. Cuando ves a uno de otro sector es todo un acontecimiento”, cuenta el intérprete de 35 años. Lo Sasso recalca que para los actores la situación era diferente a la del resto del equipo calificándola de “cuasicuarentena”.

“La máscara la usás como cualquiera hasta que te ponen el maquillaje. Cuando llegás y cuando te vas, digamos. Yo tenía contacto con esas dos áreas nomas, dirección y maquillaje y cinco o seis días antes de filmar te hacías el test, si te daba negativo, te quedabas desde entonces hasta el día de rodaje”. La meticulosidad tiene sus razones. Por ejemplo, ¿cómo coordinar algo tan elemental como una pelea entre dos personajes? Lo Sasso recalca la figura del jefe de locaciones quien en estas circunstancias pasa a tener un rol fundamental porque se encarga de todo lo que entra y sale del set. Percibió que hubo menos “tiempos muertos” pero que a su vez se necesitaban de más “pausitas” porque a los técnicos les faltaba el aire de vez en cuando por el uso de tapabocas. “Es realmente agotador llevar un protector todo el día de rodaje. Especialmente cuando estás parado a treinta grados al sol. Pero no hay otra opción. Nunca suavizamos el concepto. Si decíamos que no tenías que usar máscara en exteriores, entonces comenzaría a usarse menos en interiores”, cuenta uno de sus productores. El propio Lo Sasso sufrió en carne propia la rigurosidad del método al ponerse a charlar con técnicos en una motorhorme destinada a estos últimos. “Muy amablemente vino una persona y me dijo que mi lugar era otro, que había una sillita con mi nombre y que tenía una botella con agua cerrada por si tenía sed”, recuerda.

Concentración es la palabra que también utiliza Hüseyin Tabak, el director del film. “Por un lado todo tienen que estar muy disciplinados y por el otro podías sentir la alegría de estar trabajando. Te permitían trabajar para contar una historia. La historia es especial, un chico que no se siente cómodo en su cuerpo, y fue rodada de una manera especial”, apunta el realizador que creció bajo el ala de Michael Haneke. “Todos usando máscaras, cuando comíamos teníamos vidrios frente a nosotros, fue un poco como estar en prisión. Pero la alegría es mayor a cualquier imposición porque sabemos que hay otros sectores que no estuvieron habilitados para trabajar por entonces y por eso estamos agradecidos. La idea es la de llegar a los cines en una pantalla grande. El mejor lugar para ver películas”, dice el cineasta de origen kurdo y la simpleza de la frase esconde una ingeniería inmensa. En el sitio de la productora anuncian que la ficción llegaría a los cines de Alemania en 2021. Sobre el modo en que estarán dispuestas las salas para entonces, sin dudas, será otra experiencia.

Cambiando la Matriz

Cosas del destino, la forma en la que se filmó El vestido de Oscar -una película sobre una niña trans de nueve años- sirvió de modelo para que se iniciara el rodaje de lo que será la cuarta parte de la saga de Matrix (foto). Las hermanas Wachowski (Lana y Lily) han manifestado que su obra cumbre puede ser leída como una metáfora de la propia transformación sexual y cambio de identidad de género que ambas llevaron a cabo.

La ligazón entre ambos films surge de que Pantaleon tiene acuerdos con Warner Brothers. Así es como la mega producción, luego de una parate obligado de cinco meses por la pandemia, pudo iniciarse en Babelsberg, en las afueras de Berlín, el 18 de agosto. “Hay algunos protocolos realmente muy pensados y eficaces, y el ritmo de la realización de películas no se ha visto afectado ni interrumpido”, destacó días atrás Keanu Reeves.

Según dijeron sus involucrados se trata de “una película completamente nueva ambientada en el mundo de The Matrix”. Además de Reeves, otros miembros de la franquicia original son Carrie-Anne Moss, Jada Pinkett Smith y Lambert Wilson (Trinity, Niobe y Merovingio). Laurence Fishburne confirmó que no será parte de esta historia. De hecho, se especula que el papel de Yahya Abdul-Mateen II (Black Mirror y Aquaman) podría ser el de un Morpheus de joven. Otro miembro nuevo del elenco es Neil Patrick Harris.

Las hermanas Wachowski han desarrollado la mayoría de sus proyectos juntas (V de Vendetta, Cloud Atlas, y la serie para Netflix Sense8). Pero en esta ocasión, solo Lana estará vinculada al proyecto. El motivo, simplemente, se debe a que Lilly ha declarado haberle perdido interés en la ciencia ficción por lo que no quería entorpecer la realización. Las Wachowski abordaron en 1999 el mundo de Matrix, al que le siguieron las secuelas Matrix Reloaded y Matrix Revolutions, ambas de 2003.