El aislamiento social, sumado a las pautas de higiene personal, el alcohol en gel y el uso del barbijo produjeron una inesperada buena noticia. Mientras el planeta afronta la expansión del Sars CoV-2, la mortalidad a causa del virus de la influenza fue prácticamente eliminada. En una serie de gráficos compartidos por la publicación británica The Economist se advierte cómo en países del Hemisferio Sur como Argentina, Australia, Chile, Nueva Zelanda, Paraguay y Sudáfrica, las curvas de casos de gripe se plancharon de manera muy positiva. Según el último reporte de la Organización Mundial de la Salud, de hecho, en algunas zonas “la temporada de gripe ni siquiera ha iniciado”.
“Este año el virus de la influenza no ha circulado y lo que ha influido muchísimo es el confinamiento y luego el distanciamiento social. Los chicos no fueron al colegio y, con ello, un factor de contagio clave fue controlado, ya que los más pequeños suelen ser reservorio y vectores permanentes de transmisión. Como también se limitaron las reuniones de personas en lugares cerrados y se reguló el uso de transporte, la realidad fue otra este año para la gripe”, describe Leda Guzzi, médica infectóloga de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI) y referencia en el área. Luego continúa: “Ya no están los muertos por la gripe pero tenemos los de la covid. Hay que tener en cuenta que duplicamos la cifra de fallecidos cada 25 días y ya pasamos los 10 mil. Hasta ahora no hay signos de que la progresión vaya a cambiar. Tenemos un promedio de 250 muertes al día”, subraya. De acuerdo al Boletín Epidemiológico que el Ministerio de Salud confecciona de manera semanal, en 2020, el 99% de los virus circulantes corresponde a Sars CoV-2.
Desde esta perspectiva lo entiende el biólogo molecular y biotecnólogo Ernesto Resnik y comparte un ejemplo de su vida personal. “Las cuarentenas, los cuidados y los barbijos son la fórmula. Es el primer año que ningún miembro de mi familia ni siquiera experimenta un resfrío. Imagino que es una situación que les habrá sucedido a muchos”, relata. Después destaca: “Hay cuidados que antes no se tomaban y ahora están muy patentes. Si bien hay excepciones, este año se compartió menos mate, se besó menos y los chicos asistieron menos al colegio. En algunos lugares, ni siquiera llegaron a pisar las instituciones. Entonces, se frenaron muchas enfermedades”.
En Argentina, entre 2015 y 2019, hubo 16 fallecidos por influenza cada 100 mil habitantes; en Australia, durante el mismo período, se registraron 2 muertes por cada 100 mil; en Chile 12; en Nueva Zelanda 3; en Paraguay 2; y en Sudáfrica 8. En 2020, según los reportes globales de influenza que proporciona la Organización Mundial de la Salud, esos números cayeron a valores cercanos a cero. En Argentina, según el Boletín Epidemiológico, hasta la fecha fueron notificados ocho personas fallecidas por gripe, de las cuales tres tuvieron coinfección con Sars CoV-2. La diferencia es notable si se tienen en cuenta los registros anteriores. Por ejemplo, para febrero de 2020, el Informe de Estadísticas Vitales publicado por el Ministerio de Salud, recababa información de 2018 y llegaba a la conclusión de que por influenza y neumonía en conjunto se producía la muerte de 31.916 personas al año. De ese total, el 41% (es decir 13.246 personas) correspondía a mayores de 85 años. Constituía, nada menos, que la segunda causa de muerte en esa franja etaria.
Además, el Boletín Epidemiológico doméstico arroja los siguientes datos. En 2020, los casos de infecciones reportadas de enfermedad tipo influenza disminuyeron en un 64.4% respecto del número registrado a la misma altura del año pasado. “Además de que no hubo influenza, tampoco tuvimos virus sincicial respiratorio, que ocasiona la bronquiolitis. De hecho, en 2020 las guardias para niños han estado muy tranquilas. La covid, afortunadamente, no es una enfermedad que afecte a los más pequeños. Hoy las terapias intensivas pediátricas están mayormente ocupadas por adultos mayores que se infectaron de coronavirus”. Los casos de bronquiolitis, por su parte, se encuentran un 84% por debajo a la cifra identificada en 2019 y en los últimos siete años. Los datos se recopilan de los denominados “centros centinelas” como el Instituto Malbrán que reporta las muestras respiratorias para, luego, realizar una estimación anual de las infecciones causadas por los determinados virus y su distribución en el territorio.
Similitudes y diferencias
Las medidas de prevención, tanto para la gripe como para el coronavirus son las mismas: higiene de manos, estornudar en el pliegue del brazo, utilizar alcohol en gel y cumplir con el calendario obligatorio de vacunas. “Los cuidados son similares pero debemos saber que el Sars CoV-2 es al menos dos veces más contagioso que el virus de la influenza y, además, todavía no disponemos de inmunidad para la población. Mientras que el coronavirus se distribuye como reguero de pólvora, con la gripe es muy distinto. La gente se vacuna anualmente y ya existe una inmunidad considerable producida por la misma enfermedad y por el tiempo que hace desde que la gente se vacuna en el país”, explica Guzzi.
Siguiendo con su razonamiento, después rememora la pandemia de gripe H1N1 de 2009. “Con la pandemia anterior hubo muchísimos casos y al año siguiente, como logramos vacunar muy bien a los grupos de riesgo y a los profesionales de la salud, la cifra de contagios y muertes se redujo de manera notoria”, advierte. La inmunidad de rebaño funciona como un freno que controla la circulación viral porque llega un momento en que el patógeno no encuentra dónde replicarse y se expande mucho menos. Al respecto suma Resnik: “La gripe, pese a ser bastante transmisible no es tan mortal como el coronavirus; está claro que --por los números que estamos relevando-- no está ni cerca de poder compararse, aunque muchos líderes de Estado asuman que la covid se trata de una ‘gripecita’. Si algo está muy claro es que el aislamiento ahorró muchas muertes de influenza en todo el planeta”, apunta el especialista en clara alusión al presidente brasileño.
En efecto, a pesar de algunas semejanzas entre ambos virus respiratorios, hay diferencias importantes. Contra la influenza hay vacuna, tiene menos letalidad, no contagia en etapa presintómatica, su período de incubación es más breve y es estacional (su circulación suele extenderse durante los meses fríos del año). Solo entre el 1 y el 2% de los pacientes con influenza requiere de hospitalización, a diferencia del 5% de los individuos enfermos con la covid. Contar con 32 mil muertes anuales (de influenza, neumonía y bronquiolitis) como sucedió en 2018 no puede compararse con las muertes reportadas por covid-19 con medidas gubernamentales. De hecho, sin medidas, las estimaciones darían entre 100 y 150 mil muertes. La dificultad de comparar enfermedades, lo duro de contar muertos.
Lecciones después de la batalla
“A lo mejor, si tenemos suerte, la pandemia nos haya enseñado algo nuevo. Me refiero a cómo prevenir futuras muertes”, suelta Resnik. No obstante, la cuarentena no puede convertirse en la norma sino en una excepción muy valiosa. Remedio medieval pero efectivo. “No propongo cuarentenas para siempre con el propósito de evitar enfermarnos de gripe en el futuro porque creo que sería imposible”, asume. Guzzi también destaca un “componente cultural” que haría imposible sostener el confinamiento para siempre. “Para nuestra forma de ser, el distanciamiento físico es algo que nos cuesta mucho. Sin embargo, es cierto que desde el punto de vista sanitario reduce muchísimo la transmisión de enfermedades. No sé si esto lo destacaría de cara al futuro, más bien, creo que es necesario volver a recuperar esa proximidad que nos caracteriza y nos hace bien”. Y luego remata: “Lo que sí se podría incorporar, sin dudas, es el lavado de manos y el uso del tapabocas, que es una medida muy eficiente especialmente en áreas confinadas. Para los inviernos sería un instrumento clave. Estornudar en el pliegue del codo y tener bien presentes que cuando estamos enfermos debemos aislarnos. Son muchas las lecciones que nos dejará la pandemia”.