El primer Grand Slam disputado bajo la "nueva normalidad" en plena pandemia del coronavirus no hizo más que traer aires de renovación en el circuito ATP. Dominic Thiem se consagró campeón del US Open tras derrotar 2-6, 4-6, 6-4, 6-3 y 7-6 (6) a Alexander Zverev en una final repleta de dramatismo. El austríaco capitalizó la descalificación de Novak Djokovic y la ausencia de Roger Federer y Rafael Nadal y conquistó su primer título grande después de haber perdido las tres definiciones previas.
Sin público en la burbuja de Nueva York, el jugador de 27 años encontró las respuestas para imponerse en un partido de muchísima carga emocional, en el que se observaron falencias del juego y hasta errores conceptuales producto del premio mayor que había en disputa: ganar el primer Grand Slam. Zverev comenzó como una tromba: en poco tiempo se colocó dos sets arriba con quiebre a favor en el tercero. Sin embargo, aparecieron los fantasmas del "miedo a ganar" y Thiem halló algunos resquicios para desbordar a su rival.
Fue entonces cuando el aspecto mental se apoderó de la escena: desbordados de presión, ambos jugadores acumularon fallos, ofrecieron pequeños momentos de vuelo y se repartieron las oportunidades para cerrar el partido. Ninguno podía asegurar el triunfo por el temor emocional y Zverev, quien tuvo innumerables chances de levantar el trofeo, se desinfló en el tie break definitivo con dos dobles faltas y ya no hubo vuelta atrás. "Ojalá pudiéramos tener hoy dos ganadores, los dos lo merecimos", deslizó el flamante campeón, quien ya suma 17 títulos en el circuito.
Thiem se transformó en el primer hombre en remontar dos sets abajo en una final del US Open en la Era Abierta (desde 1968). Antes lo había hecho el mítico Pacho Gonzales en la definición de 1949 ante Ted Schroeder. Con este histórico triunfo igualó la hazaña de su compatriota Thomas Muster, quien había ganado Roland Garros 1995 y era el único austríaco campeón en singles masculino de un Grand Slam.
Para dimensionar la hazaña de Thiem hay que destacar, además, que es el quinto jugador que logra imponerse en un partido definitorio de Slam tras caer en los dos primeros parciales. Todos los anteriores lo habían realizado en Roland Garros: Björn Borg en 1975 ante Manuel Orantes, Ivan Lendl en 1984 frente a John McEnroe, Andre Agassi en 1999 contra Andrei Medvedev y Gastón Gaudio en 2004 ante Guillermo Coria.
¿Por qué este éxito de Thiem configura un gran paso hacia el recambio generacional? Habían pasado nada menos que seis años del último ganador debutante de Grand Slam, una brecha que no había sucedido jamás en la historia del tenis masculino. El último había sido el croata Marin Cilic en el US Open 2014. Thiem, además, es el primer campeón masculino de Grand Slam nacido en la década de los '90, una cifra retrasada en el tiempo por la dinastía de Federer, Nadal y Djokovic.
Tan inexpugnable parece la hegemonía de los tres grandes que Thiem es apenas el quinto campeón diferente en los cuatro torneos más relevantes de los últimos 15 años, después de Juan Martín Del Potro, Andy Murray, Stanislas Wawrinka y Cilic. El austríaco, en efecto, sacó a relucir su chapa de líder del pelotón que busca destronar a los tres monstruos. Además emerge como el primer campeón fuera del Big 3 en cuatro años: el último había sido Wawrinka en el Abierto de Estados Unidos 2016. Más allá de la pandemia y las ausencias, este US Open tiene tanta validez como cualquier otro Grand Slam.
"Si pierdo de nuevo una final tendré que recurrir a Andy Murray; seguro él me podrá ayudar", había deslizado Thiem en la previa del partido definitorio. El propio Murray había perdido sus cuatro finales previas antes de romper el maleficio en los Grand Slams en el US Open 2012. El austríaco acumulaba tres: Roland Garros 2018 y 2019, ambas ante Nadal, y Australia este año frente a Djokovic. Pese a haber sufrido más de la cuenta, para su tranquilidad el número tres del mundo no tendrá que tomar el teléfono para comunicarse con el británico.
Entrenado por el chileno Nicolás Massú desde febrero de 2019, Thiem construyó un juego muy completo en los últimos tiempos y mantuvo la regularidad como para atacar en el momento justo: había dicho presente en tres de las últimas cinco finales de Grand Slam. Por esa consistencia en el tiempo asomaba como el máximo contendiente para colarse y pelear en la discusión importante con el trinomio hegemónico. A partir de este momento, claro, todos lo verán del modo con el que se mira a un campeón de Grand Slam. La amenaza ya es una realidad, la mochila no tiene tanto peso y el recambio se puso en marcha.