El pasado 22 de junio, en plena cuarentena, León Auchterlonie recibió la noticia de que una obra suya había sido seleccionada para integrar una muestra propuesta por la Galería Fin de Siecle, de Londres. Estaba feliz, se lo contó a todos.

Se trata de una propuesta lanzada para que artistas de todo el mundo compartan sus creaciones durante la cuarentena. Consiste en una exposición on-line que se puede ver en http://cyb3rwarehouse.com, además de la muestra colectiva, física, que se inaugura pasado mañana en Ziferblat, un hub artístico en el corazón londinense.

Dice Lindsay Wickersham, co-curadora de la exposición: “Una de las consecuencias de la crisis es el cierre de galerías y por lo tanto la forma habitual de consumir arte ya no está disponible mientras nos encontramos encerrados tratando de aliviar los efectos de la pandemia global. Sin embargo, la gente está utilizando este tiempo de introspección para la producción artística y eso es lo que queremos compartir”.

La fotografía seleccionada, una imagen de enorme humildad, contiene referencias de la pintura clásica, en la forma de representación de la figura humana, la luz del cuerpo, su humanismo. Su imagen, clásica y contemporánea, casi metafísica, tiene una carga universal impactante y una dimensión insospechada.

Esta imagen se resignifica en el contexto de la pandemia y su posterior exhibición en una muestra cuyo título es: Informe dela melancólica fatalidad del encierro en tu cuarto.

Hay una fatídica coincidencia entre el título de la muestra y la muerte de León, no por causa del virus, sino por un accidente en su casa como triste consecuencia del encierro.

Hijo de madre actriz y padre músico León, nacido en 1995, vivió su infancia rodeado de artistas plásticos, fotógrafos, actores y actrices. Actuó en obras de su madre, Lorena Tello, y compartió la pasión por el rock con su padre, Marcos Auchterlonie, desde que se fue a vivir con él a los 13 años. Dejó atrás una niñez vivida en la naturaleza, en Hudson, para convertirse en un adolescente urbano y rockero.

Tocaba batería y guitarra y cuando empezó con la plástica el padre no acreditaba que derrochara su don natural.

De niño era un gordito simpático, despierto, de gran carisma. Yo era amiga del padre y su pareja. Éramos vecinos en San Telmo y un día le propuse que actuara en un videoclip. Aceptó encantado.

Al terminar la primaría en Hudson León pasó a la secundaria en una escuela de Berazategui. Era el tipo de escuela en la que hacían formar a las mujeres por un lado y varones por otro. Ese año se llevó todas las materias. Entonces una amiga lo llevó a conocer la Escuela de Artes Visuales Manuel Belgrano, y se le abrió un mundo. En poco tiempo bajó veinticuatro kilos y se hizo vegetariano. De ahí en adelante su cuerpo tomó un nuevo significado en lo personal y en lo artístico. Se hizo el primer tatuaje a los 15. Flaco, atractivo y carismático, era muy popular en la Belgrano donde lo llamaban “Afro” por las rastas.

León egresó de la Belgrano en 2014. Artista multi-disciplinario, hacía un poco de todo; pintura, dibujo, escultura. En un tiempo estuvo abocado a la ilustración, incluso viajó a EE.UU. e hizo allí un taller con el ilustrador Alex Grey (el de la tapa ‘In Útero’ de Nirvana).

Pero en los últimos tiempos su foco estaba puesto en la fotografía y la representación del desnudo. En las fotos que componía hay un cruce iconográfico entre foto y pintura: retratos en los que el artista es sujeto y objeto a la vez.

Hacía una variedad de trabajos para ganarse la vida y poder financiar lo artístico. Tocaba en bandas, trabajó como sonidista con el padre, daba clases de arte on-line a niños con atraso madurativo, hacía de modelo vivo en escuelas de arte y trabajaba en la cocina de la hamburguesería de la esquina del Konex, a pesar de ser vegetariano.

Como buen millennial, parte de su vida pasaba por las redes sociales. A través de Instagram descubrió al fotógrafo Juan Bartoszek, que desarrolla un trabajo personal cercano a la obra del fotógrafo y artista checo Jan Saudek. León se contactó con Juan y le propuso que cuando consiguiera un espacio harían una sesión de fotos juntos.

Empezó a estar muy activo con su obra y a tener cierta inquietud por hacer las cosas de forma más profesional. Ni bien reunió el dinero, le alquiló un sótano a un amigo de su padre y lo llamó a Juan para programar la sesión fotográfica, tal como habían quedado. Le dijo a Juan que iría con una amiga. Montó y financió toda la producción.

Quedaron en encontrarse en la puerta del local y León apareció con un cono de papel encolado. Colgaron el fondo y armaron el escenario para el tableau vivant o la ‘foto performance’, como la llamó León.

Juan cuenta que se generó muy buena química, mucha complicidad creativa entre ellos, aunque acababan de conocerse. León tenía bastante clara la imagen que quería componer, una imagen suya desnudo, humillado, con la coroza de penitente en la cabeza. La coroza es el cono alargado de papel engrudado. Se remonta al período de la inquisición, cuando se ponía en la cabeza del condenado por el tribunal religioso. Había una actitud de fragilidad, de soledad, en la imagen que León proponía. En sus fotos el quería naturalizar la desnudez. Había una búsqueda del punto justo entre la elegancia y la fuerza de la imagen. Luego de hacer varias versiones, entró Magalí Soto, modelo freelance, que trabaja haciendo desnudo artístico.

Según Magalí, al principio a León le daba vergüenza el desnudo, pero luego se fue soltando. En las fotos con el cono, en particular, quería reflejar la vulnerabilidad de la situación de penitencia, el señalamiento, la mirada del otro sobre el cuerpo.

Fue un proceso de construcción grupal. La sesión duró tres horas. En esa complicidad creativa entre estos artistas pudieron liberarse de miedos y debilidades en una exploración lúdica, traducir fantasías a imágenes concretas, lejos de miradas que pudieran juzgarlos. Sexualizar y humanizar. Naturalizar el cuerpo, en tiempos en los que la forma de mirar y hablar de sexualidad, de género, está cambiando la historia.

Aquel encuentro de León con Juan y Magali fue poco antes de la llegada del coronavirus a la Argentina. Entonces vino el rigor de la cuarentena. León se fue a Hudson, a lo de su madre, donde tendría mas espacio al aire libre. Fue allí donde encontró, navegando en internet, la convocatoria de la galería Fin du Siécle.

No tuvo mas que tomar aquella foto del penitente y aplicarle un barbijo para darle un nuevo sentido a la obra. Generar un diálogo entre el medioevo, con ese condenado con su coroza y el barbijo como símbolo inequívoco de esta pandemia. Lo acompañó con este texto: “Una situación que escapa a la dimensión de una sola conclusión colectiva, que pone en jaque y humilla el espíritu de la sociedad. Posmodernismo neo-medieval: Belleza y Perfección estallada por una plaga fugitiva. Fotoperformance del artista visual multi-disciplinario argentino Leon Auchterlonie. Foto tomada por Juan Bartoszek, composición colectiva”.

Que se vea el retrato de León en el contexto de lo ocurrido, resignifica nuevamente la obra. Lindsay Wickersham, una de las curadoras de la muestra, expresó muy conmovida: “De la breve interacción que tuve con él se notaba que era un artista talentoso, entusiasta y sensible. Su trabajo realmente se destaca dentro de la muestra. Será para nosotros un honor exhibir su obra y conmemorarlo como se merece”.

* Artista audiovisual