La socióloga, docente y exdiputada Alcira Argumedo sostuvo que el movimiento “anticuarentena” no responde solamente una “inspiración autóctona” sino que está incentivado desde los Estados Unidos que, como está perdiendo la disputa hegemónica con el bloque chino-ruso, se está replegando sobre América latina para consolidar su poder histórico en la región.
En diálogo con Página/12, Argumedo también analizó el rol de la oposición y de los medios de comunicación y exhortó a “dar la batalla cultural” en un contexto en donde no es posible “ganar la calle”.
-Este domingo hubo en distintos puntos del país nuevas manifestaciones anticuarentena, ¿qué reflexión hace sobre las mismas?
-Responden a una política de hostigamiento hacia el gobierno aprovechando el malestar que necesariamente genera el encierro de la pandemia, más la profundización de la crisis económica que se venía agudizando. Pero me da la sensación de que al mismo tiempo no es solamente inspiración autóctona. Es absolutamente irracional lo que están haciendo porque incluso los promotores de la anticuarentena se han infectado. Esto es casi un manual del desgaste de un gobierno. Forma parte de una política que se está dando con las derechas en el mundo.
No fue casual que hace un mes estuviera por acá el estratega de la campaña electoral de Donald Trump, Steve Bannon. Antes de venir, pasó por Europa porque están haciendo un intento de una alianza internacional de derechas y ultraderechas y fortaleciendo las políticas de derecha en América latina. Es evidente que Estados Unidos está perdiendo la disputa hegemónica con el bloque chino-ruso, entonces se está replegando sobre América latina para consolidar su poder histórico en la región. Se está dando lo que dijo Samuel Huntington en los 90, a pesar de la gran euforia del fin de la historia. Él decía que nunca más los países occidentales van a poder volver a dominar culturas islámicas y asiáticas y que debían replegarse en Occidente, es decir Europa occidental, América del norte y Latinoamérica. De alguna manera, ese es el fenómeno que estamos viendo, donde hay un acoso permanente.
-¿Que Estados Unidos presida el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) es parte de esta avanzada sobre la región?
-Tal es la crisis de Estados Unidos, sobre todo del sector republicano, que Trump necesitó cambiar las reglas y proponer a Mauricio Claver-Carone como presidente del BID. Con ello Trump se asegura por cinco años contar con un asesor directo ante la eventual pérdida de la presidencia en las próximas elecciones. Paradójicamente, es una expresión más del debilitamiento de Estados Unidos como potencia mundial. Cuando alguien está fuerte se permite ser amable. Esto es al revés, es el manotazo del ahogado.
Es un indicador más del debilitamiento de Estados Unidos porque además en el campo internacional, China y Rusia hicieron un acuerdo con Irán por el cual le van a proveer un equivalente a 400 mil millones de dólares para que, en los próximos 15 años, pueda revertir su crisis e impulse la producción civil y militar. Esto es escupirle en la cara a la sanción de EEUU sobre Irán y es un avance evidente que a su vez permitirá que haya bases militares chino-rusas sobre el Golfo Pérsico y arabico. Esto significa afianzar la relación con el Medio Oriente. Son procesos de retroceso de Estados Unidos.
Yo creo que estas manifestaciones muestran más la debilidad que la fortaleza de Estados Unidos. Esto no quiere decir que hay que volcarse al bloque chino ruso. Creo que esta sabia tercera posición histórica habría que mantenerla. Pero es evidente que el proceso de declinación de la hegemonía norteamericana es muy crítico.
-Estados Unidos ya no necesita la Escuela de las Américas para voltear gobiernos democráticos en la región.
-En parte sí y en parte no. Vemos distintos modelos, como el boliviano, donde una derecha absolutamente minoritaria, articulando las fuerzas armadas y de seguridad, logró desplazar un gobierno. Es evidente que Arce, el candidato del MAS, es el que va a ganar las elecciones, pero hay que ver si estas fuerzas que están consolidadas permiten las elecciones.
En Brasil, Bolsonaro tiene prácticamente un gobierno cívico-militar. El ministro de salud es un militar. Si fuera necesario, harían un autogolpe o un golpe militar directo para evitar que las fuerzas del PT, de Lula y Dilma, puedan volver a ser electos más allá de que tengan una intención de voto alta.
En el caso de Chile, Piñera, en medio de una crisis política que se venía manifestando varios meses antes de la pandemia, está designando en su gobierno a miembros del pinochetismo, lo cual significa acercarse al ejército de Pinochet.
-¿Y en Argentina?
-En Argentina no va a ser fácil utilizar o comprometer a las fuerzas armadas en un nuevo golpe por las características culturales y políticas. Entonces acá la clave es un hostigamiento y un desgaste con la utilización de los medios de comunicación en una ofensiva verdaderamente grosera. Es vergonzoso lo agresivo que son algunos periodistas, la crítica aberrante de todo y la distorsión de las realidades. Son políticas de desgaste muy serias en un gobierno que viene arrastrando una recesión, una crisis y una deuda descomunal como consecuencia de las políticas del macrismo a la cual se agrega la pandemia y la crisis mundial. La verdad es que es bastante difícil. Tenés que tener un piloto de tormenta para ir viendo qué se hace en esas circunstancias.
-Usted fue una de las pocas que dijo que no había que subestimar los dichos de Eduardo Duhalde sobre un golpe de estado. ¿La protesta de la policía bonaerense puede enmarcarse dentro de un nuevo intento de golpe destituyente?
-No se si destituyente pero sí al menos se trata de un desgaste sistemático muy fuerte, duro y persistente. Termina una maniobra y aparece otra. Hay que ver nomás gran parte de los programas de televisión, es casi enfermiza la situación de una crítica constante, con distorsiones serias de las cosas que se deben hacer. Pasa con la reforma judicial cuando dicen que es para lograr la impunidad de Cristina Kirchner y es clarísimo que no se tocan para nada los juicios que tiene pendientes la vicepresidenta.
Mientras tanto, tenés todo lo que fue la actuación de Mauricio Macri con el espionaje a gran escala, la causa del Correo, de Avianca, la venta fraudulenta de las usinas termoeléctricas a sus amigos, la compra de reservas que tenía el fondo de sustentabilidad Anses. Todo eso pasa y para la oposición no es importante. Es una situación casi psicótica, pero que da cuenta de que nada es inocente. Acá hay una estrategia por detrás que se vincula con esta sensación de Estados Unidos de debilitamiento frente a China o Rusia.
-¿Cómo se desarticulan estas operaciones en un contexto donde la movilización es imposible?
-Estoy absolutamente convencida de que si el gobierno convoca a una movilización en su apoyo tendría amplia respuesta de los movimientos sociales, de las vertientes más piolas de la CGT, de los movimientos de derechos humanos y estudiantiles. Multiplicaría por miles estas manifestaciones anticuarentena, pero precisamente son los sectores que tienen conciencia solidaria y saben que hay que frenar los niveles de contagio del coronavirus y por eso no salen a la calle. Yo creo que el único arma que tenemos por ahora es guardar todos los cuidados necesarios como para que el virus no se siga propagando.
En los meses que faltan hasta que aparezca la vacuna hay que dar estrategias de debate. Utilizar las redes de comunicación que se tengan, aunque sean bastante más débiles que las redes que está ampliando la derecha, para poder seguir manteniendo este debate y que no te quiebren la conciencia y las expectativa del grueso de la gente sabiendo que lo estás haciendo en condiciones altamente negativas. Porque hay que bancar estar encerrado varios meses. No poder ver a tus familiares, abrazarte con nadie y eso genera un malestar social muy grande, que es lo que la derecha está tratando de canalizar hacia una supuesta culpabilización del gobierno. Es muy siniestro lo que están haciendo.
-El 18 de septiembre se realizará la cumbre de la Internacional Progresista de la que usted participa…
-Es algo que está pasando en Europa, en Estados Unidos, y varios países de América latina. Todos acuerdan que en Occidente la salida de la pandemia no va a dejar las cosas igual. En cuanto a eso hay dos salidas. Por un lado, están los Henry Kissinger y demás representantes de la ultraderecha que proponen más privatizaciones, deuda, especulación financiera, polarización de la riqueza, precarización laboral, todas propuestas que son causas de la crisis, mientras que Noam Chomsky y otros referentes están impulsando esto que es la Internacional Progresista y el New Deal Green.
Tienen en cuenta que no solo tenemos una crisis social muy grande agravada por el coronavirus sino además una crisis ambiental que, según el secretario general de las Naciones Unidas, es aún más grave que la pandemia porque si no se revierten los factores que alimentan el calentamiento global la tierra puede entrar en un proceso acelerado e irreversible de calentamiento que lleve el clima a 150, 200° centígrados, ese es el fin de la vida en el plantea.
Argentina es especialmente privilegiada para la reconversión energética, porque tiene todas las condiciones en su territorio para la producción con un altísimo nivel de calidad de todas las energías renovables, solar, eólica, hídrica, hidrógena, biogás, etc. Tiene todas las características para salir adelante y además tiene yacimientos de litio que es la materia prima fundamental para las baterías en la reconversión tecnológica hacia los autos eléctricos. Este es el debate que tendríamos que estar dando.