La buena noticia escamotea un engaño: llamar donación a lo que en rigor es una contraprestación; dar algo a cambio de un estipendio mensual, cuyo monto no ha sido divulgado. El escritor Alberto Manguel, exdirector de la Biblioteca Nacional (BN), confirmó que decidió “donar” su biblioteca de 40.000 volúmenes a la ciudad de Lisboa. La propuesta del alcalde, el socialista Fernando Medina, incluye la creación de un Centro de Estudios de la Historia de la Lectura, que dirigirá el propio Manguel y contará con un consejo honorario integrado por Margaret Atwood, Salman Rushdie, Olga Tokarczuk, Enrique Vila-Matas, Roger Chartier y José Emilio Burucúa. Funcionará en el palacete de los marqueses de Pombal, un predio del siglo XIX que se encontraba vacío y será restaurado. El ayuntamiento de Lisboa pagará, además, los salarios de cuatro bibliotecarios.
A mediados de octubre llegarán los libros a la capital de Portugal; entre las rarezas de esa biblioteca personal hay una primera edición del primer manual de tipografía y ortografía, publicado en Venecia en el siglo XVI; una Biblia manuscrita, compuesta en el siglo XIII en un scriptorium alemán; y una Historia de la literatura arábigo-andaluza, de Ángel González Palencia, firmado por Borges en 1934, con el esquema detallado de lo que sería, años después, su ficción “La busca de Averroes”. ¿Por qué Manguel no donó sus libros a la Biblioteca Nacional, que dirigió durante parte del gobierno de Mauricio Macri, entre 2016 y 2018? “Después de mi experiencia en la (Biblioteca) Nacional, entendí que, si bien tenemos muchos talentosos especialistas en el tema de la lectura y bibliotecarios especializados, el país no tendría el presupuesto necesario para contratarlos, ni para instalar y mantener una biblioteca como ésta. Sobre todo, en medio de esta crisis”, dijo el escritor al diario La Nación.
Los trabajadores de la BN cuestionaron las declaraciones del exdirector de la institución. “Sabemos perfectamente los padecimientos que atraviesa hoy el mundo entero. Más aún conocemos la magra situación en la que quedó nuestro país y en particular nuestra Biblioteca luego de cuatro años de la gestión de Cambiemos, de la cual Manguel fue integrante. Recortes presupuestarios, despidos, intimidaciones laborales, cierre de la editorial y proyectos, clausura del Museo del Libro y de la Lengua, gastos superfluos, almuerzos esponsoreados, costosos viajes internacionales y una escasa presencia constituyeron la huella de su paso por la Biblioteca”, plantearon en un comunicado.
“Como trabajadoras y trabajadores de la casa sabemos que la institución reúne las condiciones estructurales y el personal idóneo para acrecentar y conservar su patrimonio, tal como lo hacemos todos los días como parte de nuestras tareas fundamentales y cotidianas. Nuestra Biblioteca Nacional se ha conformado a partir de valiosas e innumerables donaciones, entre ellas la de Jorge Luis Borges -el exdirector tan admirado por Manguel– y las de Bioy Casares y Silvina Ocampo que él mismo en su ocasión impulsó, completando a través de un mecenas las gestiones iniciadas en el período del exdirector Horacio González”, recordaron los trabajadores.
Desde Lisboa, Manguel explicó que hasta que el edificio no esté restaurado se harán actividades en otros centros de la ciudad. “Vamos a invitar a escritores a hablar de la lectura (…) vamos a hacer intervenir mucho al público; yo quiero que esto sea una biblioteca pública en el mejor sentido de la palabra”, aclaró. ¿Entonces la palabra público, para el escritor, tiene un mal sentido? ¿Cuál sería ese mal sentido? “Del gesto de su inminente entrega de libros se desprende que nunca tuvo confianza en nuestra Biblioteca, ni en quienes sostuvimos y sostenemos su funcionamiento, antes, durante y después de su paso por ella. Y por sobre todas las cosas, su falta de convicción en la construcción del Estado –lo que condena cualquier gestión pública al fracaso–, y en el acrecentamiento y preservación del acervo cultural de nuestro país, que es a lo que trabajadores, investigadores y lectores nos abocamos a diario”, concluyen los trabajadores de la BN.