Según las estadísticas, la pandemia crece en nuestro país y las políticas sociales no pueden pararla. El presidente de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva decía en los últimos días que mientras la clase política afirma que se están haciendo las cosas bien y que vamos mejorando, lxs trabajadorxs de la salud saben en carne propia que el sistema sanitario es insuficiente, que están desbordados y que la sociedad parece no reconocerlo.

En ese contexto algunos especialistas resaltan la necesidad de cambiar la política comunicacional, que en primer lugar se enfocó en resaltar el heroísmo de lxs trabajadorxs de la salud, para pasar ahora a un grado más extremo de intencionalidad editorial. En España e Italia, por ejemplo, los medios de comunicación difundían mensaje de alcaldes gritándole a la gente para que se quede en su casa porque ya no sabían más que hacer.

En ese sentido, el sociólogo Daniel Feierstein explica que, ante cualquier crisis, en toda sociedad operan a nivel colectivo dos importantes sistemas de defensa psíquica: la negación y la proyección. A cualquier persona le resulta difícil aceptar la posibilidad de su propia muerte y a cualquier sociedad le pasa lo mismo: el primer reflejo es la negación. Por eso, los mensajes de las autoridades tal como "estamos bien, la situación está controlada, ya pasamos lo peor", lo único que hacen es ratificar el síntoma de negación. Por eso, el sociólogo recomienda la Terapia del Cagazo  . Decir directamente lo que lxs trabajadorxs de la salud repiten en cada ocasión: “no podemos más, quédense en sus casas, podrían morir sus seres queridos”. 

Hace años la canadiense Naomi Klein explicó otra “terapia social” en su libro "La doctrina del shock", donde contó cómo diversos gobiernos imperialistas realizaron “reformas” drásticas en países periféricos bajo efectos de shock, para apoderarse de sus recursos naturales. Empezaron con el golpe de estado en Chile, y siguieron con Argentina, incluida la guerra de Malvinas, hasta la invasión a Irak. La doctrina del shock sirvió para ejecutar el saqueo sistemático del sector público después de un desastre, y los medios de comunicación lo justificaron con fake news y desinformación.

Pero hoy, aquí, las preguntas serían otras: ¿esa terapia puede servirnos si la utilizamos desde el pueblo y para el pueblo?¿es útil un shock comunicativo para salir de esta tragedia?¿sería ético incluir fotos de las víctimas?¿será la que nos queda para tomar un poco más de conciencia? ¿Podemos ver imágenes horrorosas en los paquetes de cigarrillos pero no en la televisión? ¿acaso no terminamos con la negación de la dictadura bajo los rostros de lxs desaparecidxs? ¿y si las víctimas dieran el consentimiento de publicar sus fotos?

La guerra de Vietnam terminó porque la sociedad norteamericana veía regresar los ataúdes de los muertos en combate. No fue el uso del napalm, ni las innumerables matanzas a inocentes en el Lejano Oriente lo que sensibilizó a los “americanos”, sino ver que regresaban los cuerpos sin vida de sus compatriotas.

Hoy vivimos la etapa de la historia en que la influencia de los medios de comunicación es más importante que nunca, y el aislamiento social profundiza esa dependencia. Es una gran batalla comunicacional la que debemos dar, pero no imposible.

Atravesamos décadas en que el discurso de la posmodernidad instaló la mentira de que no había verdades, de que la clase trabajadora no servía para nada y que intentar mejorar el mundo era una estupidez. Luego vino la posverdad a hacernos creer que no había mentiras, y que todo lo creíble aunque ficticio debía ser considerado como cierto. Ramos Chávez, definió la posverdad como aquello que tomamos como verdad aunque sabemos que es mentira, ¿Y acaso no nos suenan así el “ya bajará la curva”, "la situación está controlada”, “ya pasamos lo peor”? ¿Acaso esas frases no suenan tan parecidas al “estamos mal pero vamos bien” de la década menemista, que asustan más que cualquier foto de un fallecido?

La sinceridad es la única sanadora y a la mentira de la posmodernidad ya la destrozamos sabiendo que una vida y un país con necesidad de sanar son inmensas verdades, y que son las personas y la clase trabajadora las que mueven el mundo. A la farsa de la posverdad la rebatimos explicando que las fake news de recetas falsas contra el virus son mentiras que matan. Y porque ya aprendimos que a la pospandemia vamos a tener que meterle mucho trabajo, mucha honestidad y muchas flores.

* Licenciado y profesor en Comunicación.