Nacida en 1945 en una localidad de Illinois, Deborah Eisenberg es uno de los grandes tesoros secretos de la literatura estadounidense, al menos para los lectores en español. Publicó“apenas” cinco libros de cuentos y el último, de 2018, es el primero que se lanza en la Argentina, con traducción de Federico Falco. Taj Mahal (Chai Editora) reúne, otra vez habría que decir “apenas”, seis relatos de la autora, que fue profesora y actriz. Sin embargo, los relatos de Eisenberg se asemejan a novelas cortas, no solo por su profusión verbal sino también por la multiplicidad de puntos de vista que contienen, las capas de ironías y densidad existencial de los personajes, además de las complejas pinceladas apocalípticas a la hora de representar los lazos afectivos y sociales de este tiempo.
En ese sentido, se podría decir que la lectura de Taj Mahal resulta oportuna en el incierto contexto de la pandemia. “No sé cómo hace la gente –dice la autora al respecto-. Debe ser muy difícil, inconcebible, para la gente con niños pequeños, y para los mismos niños, y para los adolescentes y los adultos jóvenes, y para la gente de mediana edad en dificultades, y para los adultos mayores que están enfermos y solos, y para las personas que están obligadas a trabajar y arriesgarse a enfermarse o morir, y para la gente que perdió su empleo y no tiene forma de pagar la comida o el alquiler, etcétera, etcétera. Y pienso que muchas personas como yo, que básicamente estamos aisladas de nuestros amigos y de nuestros ambientes pre pandemia, pero que hemos evitado muchos de los verdaderos problemas, tenemos una desorientación absoluta. Tener conciencia de la gravedad catastrófica de todo lo que está pasando puertas adentro de nuestros departamentos y, al mismo tiempo, acallar esa conciencia para preservar algo de esperanza o de cordura requiere una gimnasia mental que es agotadora”. El fraseo de esta declaración deEisenberg describe de manera gráfica su estilo narrativo.
¿Es verdad que escribir un cuento le puede llevar un año de trabajo?
--Es verdad, lamentablemente. A veces más, creo; no hago un seguimiento del tiempo que me llevan mis obras.
¿Por qué solo eligió escribir cuentos y no novelas?
--No fue una elección. Soy igual de feliz escribiendo textos largos o cortos, pero parece que me hubieran programado para la rara extensión que la mayoría de mis cuentos tienen finalmente. De vez en cuando, veo que algo que escribo necesita ser más corto o más largo, lo cual me pone contenta, porque siento que superé alguna compulsión inconsciente. Me encanta leer cuentos y novelas, pero escribir relatos cortos implica el trabajo, muy estimulante, de crear capas y capas de algo complejo y denso y sustancial dentro de límites estrictos, y luego, botarlo como si fuera un barco, y lograr que flote por sí solo.
Sus relatos, sin embargo, no son convencionales; pueden ser muy extensos, e incluir dibujos y digresiones. ¿Cómo describiría su método de escritura?
--Es bastante extraño, incluso para mí. Cada vez más, tengo largos períodos durante los cuales no puedo empezar nada nuevo, pero cuando sí puedo, es como si fuera una cosa apenas visible, profundamente enterrada, que empieza a retorcerse y luchar para imponerse en miconciencia. No sé qué es o cómo encontrarla, solamente tengo que escribir a ciegas para llegar a ella. Después de un largo tiempo, empieza a revelar su forma y su naturaleza, y después, se necesita mucho más tiempo para verla con claridad y entender qué está haciendo y por qué me atrae, y qué es exactamente lo que tiene de interesante. Tiendo a trabajar en forma secuencial, y el final de la obra solo se revela cuando me acerco a él. Pero entonces, por supuesto, tengo que seguir volviendo al principio para asegurarme de que los términos de ese acercamiento sean los correctos, de que no haya impulsos inmersos en ellos que no vengan al caso, de que no haya nada subterráneo, de que me lleven inevitablemente al lugar que quiero. Es inadmisible tratar de que algo encaje a la fuerza dentro de una determinada forma, es demasiado cómodo. A veces, pienso que ya terminé el borrador final de un cuento, pero después no se me ocurre un título. Y cuando me pasa eso, sé que hay algo endeble en lo que hice hasta el momento, sé que no está terminado. Entonces, me concentro en buscar el título, y luego, cuando lo encuentro, comprendo mucho más claramente aquello a lo que estuve dedicando todo este tiempo, y escribo otro borrador más. Ese es en realidad el borrador final.
¿Cómo vive la pandemia y la gestión del gobierno de Donald Trump de la emergencia sanitaria en su país?
--Todos los días de mi vida durante esta pandemia parecen ser bastante ordinarios. Tengo que poner mucho más esfuerzo que el acostumbrado en la logística para comprar comida y esas cosas, pero soy de esas personas que tienen suerte, soy una de las que tienen más suerte: hace poco decidí retirarme y dejar la docencia, por ende, no tengo que preocuparme por arriesgar mi vida por un trabajo. Y vivo con alguien que adoro [el actor y escritor Wallace Shawn]. Entonces estoy, probablemente, en la situación más afortunada que alguien pueda estar. A simple vista, mis días son más o menos ordinarios, pero si los pones uno junto a otro, en una sucesión, son insoportablemente extraños y horribles, de muchas maneras. No soy una persona muy gregaria, de todas formas, aunque a medida que el mundo fuera de mi departamento se hace cada vez más distante, yo misma, por lo visto, estoy retirándome de él. Con respecto a la “gestión” de la emergencia sanitaria de nuestro gobierno, bueno, sobran las palabras, ¿no? Han sido ladrones sin vergüenza desde el primer momento en que llegaron al poder, pero la manera en que se negaron a hacer frente a la pandemia a fin de no interferir con las ganancias de las grandes empresas provocó la destrucción de muchas vidas, para no decir que causaron una masacre, simple y llanamente.
¿Qué relación tiene con el feminismo y cómo evalúa el momento actual para el movimientofeminista?
--Mi relación con el feminismo es muy simple: creo que las mujeres deben tener los mismos derechos que los hombres y deben recibir el mismo pago por el mismo trabajo; también se les debe otorgar igual poder, dignidad, autonomía y prestigio. Esto es obvio e indiscutible. Pero si es tan obvio e indiscutible, ¿por qué no es así? ¿Por qué tenemos que luchar eternamente porla igualdad? Pareciera que estamos en una época en la que los derechos de las mujeres están ganando terreno de muchas maneras en todo el mundo. Sin embargo, claro está, la oposición a estos derechos es cada vez más feroz. Estados Unidos siempre se jactó de ser un país excepcional en el terreno de la “libertad”, pero, evidentemente, se trata de una afirmación absurda. Aunque hay muchísimos lugares en el mundo donde las mujeres tienen y han tenido menos derechos que en Estados Unidos, y donde están más en riesgo y viven vidas más restringidas, y a pesar (y posiblemente a causa) de un mayor protagonismo de las mujeres en las profesiones y en los asuntos públicos, un tipo profundo y persistente de misoginia se ha puesto especialmente de manifiesto en mi país.
¿Quiénes son para usted los mejores escritores estadounidenses?
--Estados Unidos es un país muy grande, y tenemos montones de escritores maravillosos. Nunca voy a poder poner en un ranking a los escritores que admiro.
¿Conoce la Argentina? ¿Qué piensa acerca de que su obra comience a conocerse en nuestropaís?
--¡No puedo explicar lo feliz que estoy de que mi trabajo se publique en la Argentina! Me pone tan contenta que no hay suficientes signos de exclamación en el universo para expresar mi felicidad. Y estoy todavía más feliz porque confío muchísimo en mi traductor, ya que todo depende de las sutilezas de la traducción. Estuve en la Argentina una sola vez. Siempre había querido viajar para allá, y hará diez años, mi amor y yo visitamos Buenos Aires por algunas semanas, para recuperarnos después de un año muy difícil. Y nos encantó. Es una ciudad magnífica, con muchos estados de ánimo y atmósferas diferentes. Fuimos a una milonga y casi me desmayé: fue como un sueño erótico con sexo espléndido (el de los bailarines, por supuesto). Pero solo vimos algunas zonas de la ciudad y estuvimos allí por poco tiempo, y Buenos Aires es apenas una pequeña parte de un país grande y fascinante. Si alguna vez llega un futuro en el que podamos volver a viajar, me encantaría volver a Buenos Aires. Y me gustaría ver el campo, las pampas.
¿Qué opinión tiene acerca de la llamada “cultura de la cancelación”?
--Es una cuestión muy compleja, y si tuviera que abordarla, incluso en la medida de mis escasas habilidades, me tomaría muchas páginas. Entonces, esta es mi respuesta, muy escueta: no hay dudas de que el sexismo y el racismo permean la historia y la cultura de Estados Unidos. Los síntomas cambian, pero las enfermedades persisten. Está emergiendo, y consolidándose en apariencia, una oposición contundente al resurgimiento de los valores autoritarios. Es muy emocionante, una señal de esperanza. Sin embargo, inevitablemente, las luchas por el poder son caóticas, confusas e incluso peligrosas. Por ejemplo, varias personas fueron despedidas de sus empleos por supuestas transgresiones sexuales. ¿Realmente ocurrieron todas esas transgresiones? En varios de esos casos, las acusaciones y todas las pruebas que presentaron eran muy poco convincentes. ¿Es una señal de esperanza? Por supuesto que no. ¿Creo que es una señal de esperanza que se hayan eliminado de los planes de estudios a tantos escritores buenos, incluso geniales, del pasado por supuestas actitudes en sus vidas privadas que se consideran inaceptables? Por supuesto que no. ¿Creo que es una señal de esperanza que se hayan sacado de galerías y museos las obras de varios artistas por la misma razón? Si todos los artistas y escritores de la historia fueran escrutados por actitudes cuestionables en sus vidas, los museos y las bibliotecas pronto estarían vacíos. En este momento, lo único que todos parecen tener en común es que hay personas, en cualquier posición, que se sienten amenazadas, algunas con toda razón, y otras de forma completamente irracional. El bajo nivel de tolerancia frente al debate es muy comprensible, porque los “debates” y las “discusiones” que conciernen al poder, incluso tácitamente, han sido usados con frecuencia para justificar y ocultar un statu quo injusto. Ahora se siente como si hubiéramos llegado al fin del discurso. Veremos qué pasa. Nos guste o no, todo es transitorio.