La pandemia nos confinó al encierro y nos limitó el movimiento, pero puso la cabeza a cranear. Desde el comienzo, uno de los ecos percibidos estuvo en la industria editorial y la proliferación de librerías y propuestas virtuales. Es probable, aunque no podemos saber el futuro, que se escriba mucha ficción de cuarentenas. Para eso falta, pero mientras tanto no podés dejar de leer estas cinco novedades de literatura argentina.
Castillos, de Santiago Craig (Entropía)
Santiago Craig tiene perfil bajo y una trayectoria sólida. Ha ganado concursos, pero sin aspavientos ni declamaciones presenta ahora su primera novela. Antes estuvieron dos libros de cuentos también muy recomendables: 27 formas de enamorarse (Factotum) y Las tormentas (Entropía).
Castillos tiene la simpleza de lo trabajado sin que se note. Su prosa es limpia, realista, cotidiana, sencilla. Muy poética, pero nada complicada. Es un hablar común, del día a día. Y se construye sobre lo ordinario, eso que Homero Simpson llamaría "el sólido material de la rutina".
Es la historia de una tormenta, unas vacaciones en la costa uruguaya, unos padres treintañeros con hijes pequeños. Un robo, un pueblo solidario. Y la aparición de lo extraordinario en eso que todos los que alguna vez se fueron a un pueblo pequeño de vacaciones se preguntaron: cuando me vaya, ¿los habitantes del lugar seguirán viviendo así? Cuando te quedas ahí, la cosa puede cambiar. Castillos es esa detención del tiempo.
(a)Fortunata, de Agustina Adamoli (Madreselva)
La de Agustina Adamoli también es una primera novela y esta periodista y filóloga debuta con un sacudón de esos que te dejan mirando para todos lados. Es la historia en primera persona de una madre puérpera que, luego de haber tenido experiencias truncas con embarazos, pare una beba muy prematura, de solo 26 semanas y 800 gramos. Y a la que, en una broma cargada de dolor y pensando en un acta de defunción, llama Fortunata.
Lo que sigue son pocas páginas de una contundencia abrumadora: la experiencia del puerperio y el intento por ser madre –y padre, porque también aparece muy presente su pareja, Luc– a través de los deseos propios, los miedos, la incertidumbre, la sensación de hastío, miedo y demás inestabilidad.
Todo mientras están en una clínica pública de Madrid, recibiendo asistencia y malas noticias a cada rato. (a)Fortunata aborda un tema poco explorado en literatura y lo hace con un humor ácido espectacular.
Ficus, de Iair Kon (Caterva)
¿Cómo se narra toda una historia de amor (y su consecuente desamor) en unas pocas páginas y condensadas en una única tarde? La de Iair Kon es una historia universal de las parejas –monogamas y heterosexuales, aunque aparecerá cierta intención de despojo insinuada– que se centra en la despedida y el después.
Ficus va desde un departamento muy pequeño en una zona fronteriza de Buenos Aires hacia el futuro y el pasado, jugando con la percepción del tiempo y con la invocación permanente del devenir y lo estático. Ahí aparece la capacidad de guionista y realizador audiovisual de Kon para manejar tiempos y saltos temporales sin incomodar la lectura, sin quitar la cámara de esa habitación.
Una pareja se va a separar y recorrerá muchos caminos. Tienen hijos, una historia en común, desavenencias, risas, lenguaje compartido, una marca. Pero todavía no están dadas las condiciones: antes de separarse hay un encuentro en el que todo se revive de modo pasional y, a la vez, como si se espiara desde la cerradura, desde afuera. Muchas cosas seguirán pasando, algunas no se sabrán, pero el ficus seguirá estando ahí.
Lo que nos queda del amor, de Juan Cruz Bergondi (Futurock)
Julia vive en Entre Ríos, pero su vida transcurre entre Victoria, Buenos Aires y Barcelona. Ha muerto su hermana menor en España, ella vive en el litoral, y su madre, a quien no ve hace años, en Buenos Aires. Julia, entonces, vive en todos esos lugares tratando de rearmar su historia vincular, sus amores y desamores.
La vida de Julia, narrada con una prosa ligera pero que dota al texto de toda su complejidad, es la historia del duelo, de cómo recomponerse, de alguien que no se queda quieta pese al dolor y que busca salir a flote de algún modo. En el medio, los vínculos sexoafectivos contemporáneos, la distinción entre amor y deseo, la disputa entre el ser pueblerino y el ser global, y la necesidad de salir siempre latente.
De fondo, pero omnipresente, las condiciones materiales de existencia en un trabajo obsoleto que amenaza con dejarla en la calle. Una pelea por entender quien manda: si Julia decide su vida o la vida condiciona a Julia. La primera novela de Juan Cruz Bergondi, que fue premiada por Futurock en el primer concurso de novela de la radio y editorial, es una linda sorpresa. Y deja una certeza ineludible: las piezas, a veces y aunque lleguemos hasta el final, no pueden encajar.
El puente de las brujas, de Juan Fernández Marauda (EME)
La inocencia interrumpida del protagonista de esta historia no se cuenta en esta novela. Aunque todo se rompe cuando aparece un cadáver y la trama, que al inicio no se devela y que no parece terminar de arrancar, acaba siendo la de un femicidio clásico: un cuerpo femenino descartado a la vera del río es descubierto por un poblador.
Pero la inocencia del protagonista, que vivió en ese pueblo de la Patagonia hasta la adolescencia, que migró hacia "el centro" para formarse y cumplir la promesa profesional que se ceñía sobre él (y que no la cumple), se ha roto antes de la aparición de ese cadáver en el fondo de su casa. Él ha vuelto al sur porque su padre está internado y quizás ya no se despierte. Ha ocupado la que fue su casa familiar hace años, ha tomado posesión de sus ropas y de sus zapatos. Y ha ejercido como dueño de las mascotas de la casa.
Sus ojos se posan sobre los animales y sobre el río, y acaban por hallar el cadáver. Los habitantes del pueblo, el veterinario y el comisario, terminan por configurar los destinos e identidades de lo que ya no volverá a ser: todos fueron compañeros de andanzas, pero ahora están en distintas posiciones. Y así lo que parecía ser una historia de un regreso al pueblo acaba por convertirse en un policial, en connivencia y apriete policial, en escenas que imaginamos y oímos tantas veces en tantos casos y tanta muerte.
En su primera novela publicada, la voz peculiar del docente y escritor hace que no haya cierre claro. Es un policial desencajado, donde el enigma no se resuelve, aunque está implícitamente insinuado, y donde el caso se cierra donde se abren las incógnitas.