Alguien espera en la puerta de un edificio. Su imagen se asoma tras el vidrio mientras los autos transitan apurados por las angostas calles del centro. Quien espera también fuma, mira hacia los costados, quizás recuerda algunos hechos de su pasado. La voz en off nos cuenta que tiempo atrás, en los días de estadía de la poeta Juana Bignozzi en Buenos Aires, una periodista la entrevistó en su departamento del centro. Bignozzi y su marido la recibieron con calidez y ricas bebidas, conversaron, se hicieron amigas. Hoy Juana ya no está y ha quedado vacía su casa del centro, dispersos sus objetos guardados durante tanto tiempo, su obra de poemas y publicaciones de tantos años, sus cartas personales, sus diarios y papelitos. Quien espera en la puerta es Mercedes Halfon, su designada albacea, aquella poeta y periodista que la entrevistó una tarde en la casa del centro, que primero fue su invitada y luego su amiga. Hoy es también la detective de esta historia, la de Las poetas visitan a Juana Bignozzi, película que cruza la ficción y el documental para explorar la poesía de Juana, la relación con sus amigos, con Buenos Aires y Barcelona, su combativa voz, su contemporáneo legado.

RASTROS DE UN LEGADO

“Empezamos a filmar sin una intención definida, mucho menos una estructura, de hecho no pensábamos filmar una película, sino simplemente hacer un registro de algunas situaciones y objetos alrededor de Juana Bignozzi. Cuando falleció en 2015, Juana dejó un testamento donde dejaba sus cosas a distintos poetas. Así me enteré que me había legado su obra literaria. La casa de Juana se estaba desarmando, ese living donde habíamos estado tantas veces, con sus muebles y objetos tan particulares –dos sillones con forma de elefantes, por ejemplo- se iba yendo y me pareció que había que filmar eso antes de que desapareciera. La llamé a Laura, le conté la historia y se ofreció a ayudarme”, cuenta Mercedes Halfon, protagonista y co-directora de Las poetas visitan a Juana Bignozzi, película que se presenta en el marco de las jornadas “A propósito de Juana Bignozzi” en Malba Virtual. La Laura que menciona Mercedes es Laura Citarella, su compañera en esta aventura de dirigir una película, con más experiencia tras las cámaras en Ostende y La mujer de los perros, productora de El Pampero Cine. Laura llega al departamento que antes era de Juana, donde ahora sus cosas se despiden hacia un nuevo destino, para registrar con su cámara ese proceso, para descubrir también los contornos misteriosos de ese descubrimiento.

Las voces se arremolinan entre las paredes que albergaron los últimos días de Juana, reverberan en esas habitaciones ahora vacías, con vinilos guardados en una caja, con elefantitos de cerámica haciendo fila hacia la salida. El mundo de Juana, el de sus trajes de fiesta de colores tropicales, sus carteritas con forma de concha marina, sus postales de viajes, renace en la mirada de sus descubridoras, vuelve a la vida como la letra de sus poemas, esquiva a toda clasificación y utilidad. La alquimia entre la mirada de Mercedes, que ve desarmarse aquello que antes fue parte de su amistad con Juana, que coteja documentos y organiza la obra de una vida entera, y la de Laura, que piensa en encuadres y personajes, que transita los caminos de la ficción como quien novela su propia experiencia, se filtra en las pequeñas notas que salpican el rodaje, en las indicaciones en off que guían la composición de la imagen, en esa confección de lo que vemos que también es parte de su definitivo resultado. Como lo cuenta Laura: “Esas notas, que aparecen encarnadas en nuestras voces, son un poco las notas que de verdad fuimos tomando a medida que filmábamos. El asunto era no disimular. Ni las preguntas. Ni las notas. Ni tampoco quiénes éramos nosotras. Había algo que nos parecía ingenuo y que era programar una película sobre Juana Bignozzi sin incorporar a quienes la estábamos haciendo, desde dónde se estaba pensando. Ese grupo que se armó, justamente, era un grupo heterogéneo de cineastas y una poeta que había heredado a otra poeta. Ahí había un triángulo. Y la película tenía que hacerse eco de esa particularidad”.

¿QUIÉN ERA JUANA BIGNOZZI?

La película esquiva las definiciones. Al comienzo solo sabemos que a Juana Bignozzi le gustaban los elefantes, que escuchaba a Juanita Reina y a Barbra Streisand, que vivió treinta años en Barcelona, que fue una voz singular de la poesía en los 60, que en los 90 buscó un diálogo con los nuevos poetas de Buenos Aires. “La juventud fue verdad, la vejez representación” reza uno de sus versos emblemáticos, que la película cita para acercarse al misterio. A medida que Mercedes descubre los pliegues de sus papeles, las fotos del pasado, que entrevista a sus amigas de la infancia, a sus discípulos de la vejez, el personaje cobra forma para ella y para nosotros. La educación laica en un hogar obrero, la personalidad combativa, las noches de bares con Marcelina Jarma, su mejor amiga de juventud, los primeros poemas, el casamiento con Hugo Mariani y sus años en España. Cada pieza de ese rompecabezas va encontrando su lugar. Desde la poesía o el cine, Mercedes y Laura componen el centro de su relato, una Juana voraz de contemporaneidad, siempre en sintonía con el tiempo presente, enérgica y a veces enojada, turista por mundos ajenos y dueña de su confín privado.

“Juana se fue del país en el 74, cuando tenía treinta años y volvió en el 2004, cuando tenía sesenta. Se fue después de vivir su intensa juventud en el sesenta (como decía ella, no los sesenta) en los bares, en lecturas de poesía, con El pan duro, el grupo de poetas vinculados al Partido Comunista del que formó parte. Se quedó treinta años en Barcelona y cuando volvió se hizo amiga de los poetas jóvenes, quizás evocando su propia juventud”, relata con detalle Mercedes. Los jóvenes de su regreso fueron entonces sus amigos, los guías en ese encuentro con una ciudad distinta, con treinta años más de historia. Juana no tuvo casi vínculos con poetas de su generación pero fue todo un hallazgo para escritoras como Ana Porrúa, que la descubre a fines de los 80 como una mujer que escribe en una vertiente diferente a la poesía de las mujeres de esa década y también diversa a las líneas más obvias de la poesía política. Y también para las jóvenes poetas de la revista Campotraviesa, que tienen menos de treinta años y se encontraron con su obra recientemente.

“Puede que el redescubrimiento de Juana –continúa Halfon- haya comenzado en 1989, cuando Tierra firme, la editorial de su íntimo amigo José Luis Mangieri, publica Regreso a la patria. Después le hacen un dossier en el Diario de poesía, con una cantidad de lecturas de Martín Prieto, de Daniel García Helder, que la vuelven a poner en circulación y la relacionan con los poetas del 90, que en ese momento están escribiendo. Eso se intensifica con la publicación de su obra reunida en el 2000 y su retorno definitivo al país en el 2004, que coincidieron con un momento de mucha efervescencia en la escena poética, lecturas, publicaciones, festivales, donde ella fue una de las estrellas más brillantes. A partir de ese momento se la empieza a leer de un modo casi diría ineludible. En la película quisimos dar cuenta de ese proceso, por eso aparecen diferentes generaciones de poetas que la leyeron”. 

La personalidad de Juana siempre se formó en relación a los otros, en un diálogo que podía ser belicoso o conciliador, que podía portar el germen de una discusión o la vocación de un amor secreto. Esa pasión que exuda su letra también se intuye en la firmeza de sus declaraciones en las entrevistas que incluye la película, ya sea sobre el valor de la poesía o las bondades del agua con gas.

LAS COSAS CLARAS

Las poetas visitan a Juana Bignozzi propone un viaje con sucesivas estaciones, con paradas presentadas por los versos de Juana, con recreos en las calles de Balvanera que Juana descubrió en su juvenil excursión al centro de Buenos Aires, con el amparo de las arboladas veredas del barrio de Saavedra, aquel de su infancia. Pero también un viaje por los exóticos destinos de sus años europeos, esos en los que fue turista y exploradora, recolectora de ingeniosos suvenires, escritora de postales y bitácoras improvisadas. El espacio cobra un protagonismo esencial en la película, en el laberinto que resulta el departamento desmantelado, lleno de bolsas con objetos, de cajas como obstáculos de una carrera hacia ningún lado. También en el taller de Mercedes, donde el legado de Juana invade las paredes y los vidrios de las ventanas, como piezas que conforman una exposición casera, material de estudio, pistas de una pesquisa. Como lo revela Laura, “a medida que fuimos filmando a Mercedes mientras hacía su trabajo de albacea, ensayamos un paralelismo con la figura del detective. Necesitábamos construir un espacio de ficción. No bastaba con ese registro de lo real, había que darle espesor a ese personaje. Ahí fue que tomamos la decisión de pensarla como la detective del misterio de Juana”.

Seguir los pasos de Juana era también andar por sus lugares favoritos, visitar a sus viejos conocidos, seguir su itinerario. “Nos parecía valiosa esa idea de pasar por todos los lugares por donde anduvo Juana”, continúa Laura. “Conocer sus bares, las calles que menciona, su barrio, su casa de la infancia. Y terminábamos apropiándonos de esos lugares, así como también nos apropiamos de la música que ella escuchaba”. 

Cada melodía comenta una instancia de la búsqueda, establece el tono de esa intriga. Por ello los ritmos españoles de Juanita Reina arremeten como coro del desfile de elefantes de todo tipo y tamaño en el departamento, la voz de Barbra Streisand en “Woman in Love” acompaña a Mercedes en el auto, como a un Philip Marlowe que se aventura en las calles grises del otoño, y la figura de Johann Sebastian Bach sobrevuela en el final, como una firma en una ochava, como el silencioso prestidigitador del epílogo. Sonidos y lugares que fueron de Juana y ahora son de Laura y Mercedes, y a través de su película de todos nosotros. Porque la creación de Juana siempre estuvo adherida a las cosas, a su materia palpable, a su vida efímera. “Su poesía era muy de las cosas –afirma Mercedes- clara, de tono conversado, que siempre se acentúa con ironía y cierta malicia”.

LA MALDICIÓN DEL ALBACEA

Hay un momento muy divertido en la película que sintetiza su peculiar humor y al mismo tiempo el contrapunto entre la voz de Mercedes, ligada a la obligación del albacea, y la de Laura, inspirada por el diálogo entre ese mundo descubierto y su conversión en la forma de una película. Es un breve diálogo en una de las esperas del equipo de rodaje en la calle, entre ese bullicio citadino y la ansiedad por la investigación, después de la visita a Ernesto Montequin, el albacea de Silvina Ocampo, que les revela la complejidad de su trabajo. Como de memoria, Laura repasa el testamento de Juana: “A uno le dejó la casa, a otro los muebles y a vos te dejó un perno”. “Nos dejó un perno”, aclara Mercedes. El perno es esa inmensa cantidad de papeles, dispersos en estantes y anaqueles, guardados en cajas y cajitas, arrumbados en bibliotecas o el fondo de un placard. “Hay escritores que dejan sus papeles en orden, pensando en que eso luego puede convertirse en material de estudio”, explica Mercedes. “Da la impresión de que Juana no lo hizo así. Gracias a una serie de encuentros con Graciela Goldchluk, filóloga y especialista en archivos de escritores que también aparece en la película, entendí que mi tarea era empezar a limpiar, clasificar y que había métodos para eso. Con el tiempo debía ir encontrándole una lógica”. La película da cuenta de esa búsqueda de lógica, de sentido posible, pero al mismo se interroga qué es lo que define a una obra literaria, lo que convierte a esos materiales anárquicos en el legado de un artista.

La idea de “visita” al mundo de Juana, a su casa, sus cosas y su creación, está presente desde el título de la película. Casi como una declaración de principios, que esquive los límites del documental biográfico tradicional, que inscriba a sus creadoras en el recorrido, no solo a las directoras sino a Inés Duacastella, Valeria Fernández e Ingrid Pokropek, directora de fotografía, sonidista y productora. Que revele a ese grupo heterogéneo que se formó alrededor de Juana, gente de cine y de poesía que orbita como satélite de una poeta muerta. Juana fue muy clara en el destino de su cuerpo: un entierro en el Cementerio de la Chacarita, sin velorio ni discurso de despedida, sin símbolos religiosos, en la tierra y no en un nicho, en el ataúd más económico, con flores amarillas. Y así de minuciosas fueron sus declaraciones sobre la poesía, recogidas en lecturas y entrevistas, algunas registradas en la misma película. “Un poeta tiene que servir para escribir buena poesía. Una poesía que trascienda, que acompañe a alguien alguna vez en la vida, que lo ampare en un momento difícil, que le brinde las fuerzas necesarias para tomar el Palacio de Invierno”.

FILMAR LA POESÍA

Hacia el final había un interrogante que quedaba pendiente. ¿Cómo hacer presente la poesía de Juana? ¿Quién debía leerla? ¿Sus amigos, sus admiradores, la voz de un locutor extraño, la de las protagonistas de esta historia? “No sentíamos que hubiera una manera ideal de leer y filmar los poemas”, explica Laura. “Fuimos armando las lecturas, sin tener un horizonte muy claro de qué buscábamos. En la edición nos dimos cuenta de que pasaba eso: no había un parámetro. Les mostrábamos la película a amigos y nunca coincidían. A unos les gustaban unas lecturas y a otros otras. No lográbamos un consenso. Eso nos dio la pauta de que la película tenía que dejar eso abierto. Poner todas las lecturas que habíamos filmado y que cada cual estableciera una relación propia con eso que estaba viendo y oyendo. Hay algo de esa intimidad y esa relación personal que se parece a la relación íntima y personal que uno establece con un poema al leerlo. Por eso también, al final, se filman directamente los poemas del libro. Para practicar esta forma directa y silenciosa de leer”. El cine y sus imágenes, en general encontrado con los mandatos del discurso, intenta plasmar sus ambigüedades y no sus certezas, como las de Juana que cifra la vocación de la poesía en esa elipsis entre la lectura y la irrefrenable revolución.

“La idea del poeta que se ve en el cine tiende a ser solemne, seria”, reflexiona Mercedes. “Si ves películas sobre poetas, como las que hay sobre Emily Dickinson o sobre Giacomo Leopardi, esto es muy claro. Es la imagen de la poeta elevada o inspirada, en un paisaje romántico o escribiendo junto a la ventana. Juana escapaba a esas representaciones”. Juana escribió su último poema en el papel donde dejó los detalles de su entierro. Un papel que como todo lo vivo puede morirse, como la obra de un artista si no se mueve, se lee, se piensa, se comparte con la gente. Esa contemporaneidad que definió a la figura de Juana Bignozzi, que le permitió dialogar con generaciones posteriores como si fueran la propia, que la autorizó a ir a contramano de los dictámenes de su época, le dio vigencia en su posteridad. Y es ese reencuentro el que la película estimula, el de su voz y su permanencia, el que define su legado como algo irremediablemente vivo.


Las poetas visitan a Juana Bignozzi se presenta en el Malba Virtual del 25 al 27 de septiembre en el marco de las Jornadas “A propósito de Juana Bignozzi”, quien por estos días cumpliría 83 años. La proyección será gratuita a través de la plataforma Kabinett y Mercedes Halfon y Laura Citarella dialogarán sobre la película el sábado 26 a las 21:00 en el canal de Youtube del Museo.