Ya es una costumbre en las series contemporáneas, la de elegir una banda de sonido con sorpresas, buen gusto y humor, siguiendo un poco la línea de Quentin Tarantino. Así Breaking Bad incluyó a Los Cuatro de Sinaloa, The Pretenders, Mick Harvey, Molotov o Ana Tijoux; Girls ayuda a marcar el mapa de los inevitables más hip, desde Sleigh Bells hasta St. Vincent, Kendrick Lamarr o Father John Misty; es imposible enumerar las maravillas de Empire, sobre un imperio de hip hop, o de Tremé (después de todo era una serie musical sobre Nueva Orleans) pero en la línea “sureña” True Blood fue deslumbrante: los vampiros tenían sexo con Cat Power, andaban en camioneta con Ryan Adams, las brujas se anunciaban con The Flying Burrito Brothers y donaron canciones Dylan, Nick Cave y los Stones, sin contar el tema de apertura Jace Everett, “Bad Things”, pegajoso y sensual como una noche de Louisiana. Más oscura era la banda de sonido de True Detective, con The Handsome Family, Townes Van Zandt, Leonard Cohen, Will Oldham, Nick Cave, Waylon Jennings y ese descubrimiento que es Lera Lynn, la triste cantante de bar que cargaba la atmósfera con los malos sueños de David Lynch en la segunda temporada.
El Papa joven es otra serie con una banda de sonido extraordinaria y, gracias a Paolo Sorrentino, mucho más diversa. Sorrentino sabe elegir como nadie. Así, los episodios abren con el joven y guapo Papa caminado cancherísimo mientras suena Devlin, un rapper inglés. El tema elegido es “Watchtower” de 2005 que samplea “All Along the Watchtower” de Bob Dylan y la guitarra de Jimi Hendrix. Es rock, es poder, es juvenil, es desafiante: es la mejor introducción. “Me gusta jugar a ser DJ”, dice Sorrentino. “Y además mucho sucede durante proceso de edición. Dejo que mi equipo sugiera cosas, estoy abierto”. Así, en su primera visita pastoral, Pío XIII es acompañado por un cover de “Halo” de Beyoncé hecho por Lotte Kessner. Se trata de una versión celestial de una canción pop, quizá mejor que la original: en todo caso produce un momento televisivo paralizante en su hermosura. También, la primera vez que se dirige a los cardenales, Pio se viste en su ropa de gala –desde la desnudez hasta varias capas de ropa ceremonial– con “Sexy and I Know It” de LMFAO, una irónica y tonta y narcicista canción pop que enfatiza el absurdo de las galas vaticanas con sus púrpuras, oros y Armanis; el atractivo de Jude Law destaca, además, su homoerotismo barroco. El cardenal Voiello, secretario de estado, es hincha del Nápoli y en su honor suena Roberto Murolo con “Era de maggio”: Murolo, que murió en 2003, era un recopilador de canciones tradicionales napolitanas que llegó a grabar melodías del siglo XII. También fue actor y básicamente el hombre que dio a conocer la canción napolitana en el mundo. Entre los italianos hay otra leyenda: Peppino di Capri, dos veces ganador de San Remo, artista soporte de Los Beatles en sus actuaciones italianas en 1965 y una figura central en la música popular del país: aparece con la hermosa “Melancolie”. Pero a lo mejor la canción más memorable sea “Senza un perché” de Nada. Otra veterana –aunque mucho más joven– de San Remo, en 2004 le produjo un disco John Parish (colaborador habitual de P. J. Harvey) llamado Tutto l’amore che mi manca y de ahí sale esta canción extraordinaria que despide un episodio de la serie como una especie de melancolía bailable, una pena que tiene algo dulce.
“Mi búsqueda –dice Sorrentino– es de balance. No quiero tirar música como en una radio porque eso debilita lo audiovisual: quiero producir una emoción en una escena. Es algo que entendí en Il Divo, así como a mezclar estilos: electrónica, clásica, pop y rock.” No falta lo instrumental que proveen Kronos Quartet o The Dirty Three; los favoritos como Belle & Sebastian, Jeff Buckley (con “Hallelujah” de Leonard Cohen) y muchas cancines de Andrew Bird, las contribuciones de filarmónicas de Varsovia y Los Angeles, el Requiem de Fauré, el compositor estonio de “minimalismo sacro” Arvo Pärt y la electrónica oscura de Max Cameron con “Beat The Clock” o Soulwax con “Crack”. “Hay que saber usar las pistas musicales”, dice Sorrentino. “Si no, se puede ser cursi. Y la serie tiene algo onírico así que necesita el absurdo, pero también tiene momentos emocionantes. Entonces el equilibrio es fundamental.”