El paisaje es lunar. La sensación es que algo estalló, o algo está por estallar. En un horizonte que conforma una bandera con volumen plateada y negra, no se sabe si estamos en el pasado o en el futuro, si esos objetos monumentales son chatarras o tesoros, objetos usados y desechados o enormes escudos para defendernos del mal de ojo y la maldad.
La artista María Causa arma una escena en la que a pesar de la familiaridad que tenemos con cada uno de los materiales que la escultora elige, la sensación es la de extrañeza. Constelaciones se llama la muestra construida sobre la tensión entre lo doméstico y lo galáctico, punto de ambigüedad que la artista agudiza para hacer de cada espectador un Mersault, el protagonista de El Extranjero de Camus, en su lucha permanente entre su situación de preso y su cabeza de hombre libre.
La bicromía del aluminio (encarnado en tapas de cacerolas aplastadas) y el carbón –plateado y negro– empuja a encontrarles un nuevo significado, porque su origen mineral y terrestre queda eclipsado. Columnas que son tótems de cacerolas aplastadas, cielos negros de carbón quemado donde asteroides y esferas descansan o huyen del uso al que habían sido condenadas en el planeta tierra –ollas, cacerolas– fuente de alimento, utensilio de la vida cotidiana, que en la Argentina a partir del 2011 devino símbolo político: cuando todo estalló, el elemento más cálido y más convencional, se transformó en instrumento de protesta en un país en el que todo se caía a pedazos.
Los planetas estallaron, la política fracasó una vez más y el mundo tal como lo conocíamos desapareció. Es allí, en ese desconcierto, donde la artista María Causa regresa a las formas originales a través de geometrías universales: columnas, cuadrados, esferas, semiesferas, en escalas monumentales, escala potenciada que tensiona aún más las frágiles y desapercibidas tapas de cacerolas con las que convivimos todos los días. También se respira una intención de equilibrio, ante tanto símbolo fálico de arquitectura clásica (tótems,columnas,pirámides) el Huevo –masculino en su gramática, femenino en su potencia– las esferas lunares y Sísifa imponen al cuerpo de obra la presencia, necesaria y deseable, de lo femenino.
María Causa afirma que la obra Campo del Cielo (el cielo invertido) es un fragmento de paisaje, quemado, de negro carbón donde cayeron una serie de absurdos meteoritos y donde también hay expectantes “detonadores” contenidos, a punto de explotar”.
El campo del cielo de la artista es político, así como su material y su discurso, en cuyo interior vibra la cuestión de género. No hay ingenuidad en las cacerolas, que remiten a un ámbito doméstico e históricamente femenino, y aquí devienen planchas de aluminio con formas fálicas, totémicas, manifiestos políticos pero también formas que eclipsan el sentido, los usos y los actores que las manipulan. Aunque ya nada es aquí manipulable, como en la vida de Mersault en El extranjero. Dice la artista: “La base de la muestra es reflexionar sobre absurdos y libertades, y de muertes. El concepto de ‘lo absurdo’ es un eje constituyente en el desarrollo de mi obra a lo largo del tiempo. Comulgo con Albert Camus pensando que ‘el absurdo es la más desgarradoras de las pasiones’ y es poder aceptar la contradicción entre razón y deseo en un mundo irracional. Este Absurdo demanda ser confrontado en constante rebeldía, así gana la Libertad. Y en eso estoy, abocada en restaurar el valor de la libertad, como bien de conquista”.
Sísifo, dios de la mitología griega que pagaba sus culpas subiendo hasta lo alto de la montaña una piedra una y otra vez, se vuelve Sísifa. Ahora es una mujer, y la piedra que tiene que ser permanente y diariamente empujada es la carga de un peso doble: el doméstico, y el macro, la política, que repercute en forma permanente en ese hábitat interior.
Columnas III y IV, son obras de aluminio sobre madera de 2 metros 30 de altura, reminiscencia del mundo griego. María explica que “las columnas permiten sostener el peso de una estructura, simbólicamente hace tiempo que vengo trabajando con la idea de Columnario... hay una columna en intervención de la arquitectura misma en la Sala de Exposiciones, incidencia en la arquitectura misma y el concepto es que cumpan la misma función que tenían en la antigüedad: representar un relato histórico, en este caso, el cacerolazo.”
Huevo, construido con cerámica y aluminio sobre madera y metal, habla “del origen, de una situación que se está engendrando. Un huevo ya tiene el accionar de la ruptura , es por eso que lo hice con cerámicas de azulejo blanco partido”. La muerte es también una presencia en la muestra. La obra Puerta, monumento monolítico, pedestal o lápida, inscribe a través de la madera y cemento una forma de violencia simbólica. También Requiem, inmenso rosario sellado con cemento asfáltico, bajo su capa aparece el relieve de canutillos, botones y demás elementos pequeños de la vida cotidiana, ofrenda que la artista realizó como una forma de duelo ante la muerte de un ser muy querido y cercano, despidiendo y embalsamando el recuerdo, encapsulando el dolor en un ruego por el alma del ser que se fue y forzando a su vez su presencia en este mundo. Lo acompaña, siguiendo siempre con la lógica carbón-aluminio, el Collar del universo, cósmico, esperanzador, pagano y majestuoso.
No es esa la única obra alegre. También hay bellísimos y potentes retratos sobre arpillera de su marido Wouter, sus hijos Alma, Camilo y Uma, Marcia Schwartz –íntima amiga de Causa– y seres que componen su mundo personal. Pero el acceso a los retratos es complicado y quedan recortados, separados, de la muestra, siendo la imagen de la misma artista en su autorretrato La Encendida el único cuadro presente. Desde allí la artista –construida con fuego, carbón y arpillera– observa, terrenal y viva, dando color a todo el espacio y a su atemporal constelación.
Constelaciones de María Causa se puede ver en el Pabellón de las Bellas Artes de la Universidad Católica Argentina (UCA), Av. Alicia Moreau de Justo 1300.