Reforma es un tema sobre el que los empresarios y sus instituciones representativas (SRA, UIA, AEA) han comenzado a adelantar como una necesidad de cara a la salida de la actual situación sanitaria impuesta por la pandemia y la recesión. Lo primero que lanzan como exigencia para plantear recuperación, inversión, empleo y para superar la crisis es la de una “impostergable” Reforma Laboral. Esta no es otra cosa que contención salarial, eliminación de derechos laborales y sindicales, flexibilización de tareas, menor intromisión del Estado en las relaciones obrero-patronales.
Como contribución a tal reforma es imperioso introducir en el debate otra reforma, sobre la que muy pocos hablan y no forma parte de las discusiones. Brilla por su ausencia, pero es de urgente necesidad: una Reforma Empresarial como condición previa a la anterior esgrimida por el capital, y sin cuyo tratamiento no debería pedirse siquiera que apareciera en la agenda reforma laboral alguna.
La reforma empresarial debería pasar como mínimo por dos etapas diferenciadas pero que están íntimamente conectadas. Una primera etapa de "reeducación" consistente en:
1. Respeto institucional y político al Estado Social y su función económica. Mediador idóneo en las relaciones de antagonismo, que son agudizadas de modo permanente por quienes, al hacer negocios, todo lo que signifique control y regulación lo tachan de obstáculo a sus decisiones. Más aún, postulan que deben ser destruidas las leyes sociales, laborales, sindicales, populares, regulaciones, controles.
El Estado no es “verdadero e inteligente” cuando favorece al capital pero “populista y malo” cuando toma medidas para aliviar las desigualdades. En ambos casos no deja de ser Estado capitalista, pero el primero es capital parásito rapaz financiero y el segundo capital que se inclina por fomentar la producción y no la especulación. Son dos modelos capitalistas y, sin embargo, se diferencian en sus políticas prácticas de clase.
2. El trabajo es productivo; no el capital. Este rubro no merece mayores detalles: sin el trabajo cotidiano de la sociedad no hay producción, reproducción ni autosostenimiento del conjunto. No hay posibilidad de existencia civilizada alguna por más loas al capital.
3. La propiedad privada debe ser entendida en su verdadera amplitud socioeconómica. Existe la propiedad privada personal del trabajador en la expresión dineraria de su capacidad de trabajo (salario). Es su propiedad y no del empresario. Ese concepto no hay que limitarla a la propiedad privada del capital. El capital sin el trabajo no existiría.
4. El capital no crea empleos. Esta se trata de otra falsedad difundida por la clase empresarial y sus ideólogos. Si esa fuera la finalidad del capital, se mostraría como inexplicable la existencia de la desocupación y de su terca persistencia, pero no lo es. El capital contrata trabajadores para que generen ganancias, de lo contrario jamás tomarían trabajador alguno; carecería de todo sentido semejante creación de empleo. Sin trabajo ajeno no hay ganancias para el capital, y sin ganancias “no hay empleo”.
Segunda fase
Una vez aprobada esta etapa, la clase empresarial deberá aún reformarse en la siguiente fase, en la cual tendrán que poner en ejecución lo aprendido como lo que puede llamarse “fair play” empresarial.
1. Interiorizar en su comportamiento que las Asociaciones Sindicales de Trabajadores exigen y merecen el mismo respeto e inviolabilidad de sus intereses y de la propiedad de los trabajadores, tal como las corporaciones capitalistas siempre las reclaman para sí.
Es un procedimiento para ir acercándose a relaciones modernas de equidad en las relaciones laborales apostando a los acuerdos y no a la provocación, como tampoco seguir poniendo en práctica las consabidas “ofertas corruptas” a dirigentes obreros y funcionarios públicos para obtener ventajas en negociaciones y paritarias.
2. Dejar la anticuada monserga de la rebaja de impuestos. Estas no atrae ni estimula inversiones, sólo alimentan la fuga de las ganancias no declaradas e impuestos no pagados hacia guaridas fiscales.
La tasa impositiva en Argentina no es “asfixiante”, como gustan repetir falazmente. Sólo informarse de las que rigen en Estados Unidos, Suecia, Noruega, Finlandia, Inglaterra, Francia, desmiente tal afirmación. Lo que sí ha hecho y hace el capital es abocarse a diseñar todo tipo de ardides financiero-contables para no pagar lo que por ley debe hacer.
La conducta delictiva de las empresas evasoras, que luego fugan ese capital “robado” al Estado y al pueblo, deberían desterrarla y cumplir con las leyes fiscales como corresponde en los Estados “modernos y democráticos”, porque ésta es la gran causa del déficit fiscal y no ningún gasto “desmedido” por encima de los recursos. Si las empresas pagaran en tiempo y forma no habría déficit.
3. El proceso inflacionario no es un fenómeno de la naturaleza. Los ajustes salariales no impulsan la inflación, la economía científica ha mostrado y demostrado esta verdad, pero el empresariado no quieren saber nada de ella. La inflación es impulsada por quienes deciden sobre los precios, o sea, los empresarios. Todo ajuste de salario impacta en una disminución mínima de las ganancias, que es lo que se niegan a aceptar cual si fuera un atentado a los negocios y su rentabilidad, por lo cual lo primero que hacen es trasladar a precios tales ajustes en un porcentaje mayor aún para “protegerse” de futuros aumentos.
El único precio que los empresarios se encargan de que no “suban” es el salario, la inflación es el medio. Para ellos los salarios pueden y deben disminuir y las ganancias aunque puedan disminuir no deben jamás hacerlo: esta resistencia y la oposición del capital para los ajustes salariales es el origen de la inflación.
4. De enorme importancia: suprimir la explotación infantil como fuerza laboral.
5. La contabilidad empresarial es un dibujo para ocultar ganancias, licuar capital, exagerar costos, ocultar trabajadores ilegales.
Quizás estemos ahora en condiciones de entender que la clase empresarial confunde parasitismo con libertad, éxito del capital con verdad, e impunidad con justicia, subrayando que todo lo que favorece sus negocios, favorece la trampa y no el fair play.
* Economista.