“La creación instantánea es algo tan común para nosotros como respirar. Todos somos de una manera u otra improvisadores”, dice Stephen Nachmanovitch al comenzar la conversación por Zoom con Página/12. Enseguida, el músico, docente y escritor estadounidense pone como ejemplo el habla común, para a partir de ahí elaborar una larga serie de relaciones, que desde la música, la pintura, el teatro, el cine, la informática se articulan entre Oriente y Occidente para explicar lo que bien podría definirse como un tratado sobre la invención de la espontaneidad. Desde esas intuiciones apuntaladas por convicciones, Nachmanovitch escribió hace ya treinta años un libro que hoy es un clásico del arte de vivir el momento. Free Play. La improvisación en la vida y en el arte, trabajo del que Editorial Planeta lanzó recientemente su cuarta edición, en la traducción de Alicia Steinberg.

“Hablando de música, el tiempo de la improvisación es el ‘tiempo real’, como dicen en el lenguaje informático. En ese tiempo se funden los momentos de la inspiración, de la composición, de la ejecución, de la percepción por parte de un público”, continua Nachmanovitch y agrega: “La improvisación se llama también extemporización, que quiere decir ‘fuera del tiempo’, pero también ‘desde el tiempo’. Jugamos con la fugacidad continuamente y el sentido del improvisador es el de extender esos fogonazos momentáneos hasta que se fundan con la vida cotidiana”.

Nachmanovitch nació en 1950, estudió violín, en 1971 se graduó en Harvard y en 1975 en la Universidad de California, donde obtuvo un doctorado con una tesis sobre William Blake. Ha viajado por el mundo ofreciendo conciertos improvisados de violín, viola y violín eléctrico y dictando conferencias sobre la creatividad y las dimensiones espirituales y sociales del arte. Entre improvisaciones y certidumbres la charla discurre de pantalla a pantalla, cuando de pronto Nachmanovitch sonríe al ver por la ventana del Zoom la nueva edición argentina de su libro. “No había visto la tapa”, dice admirado por el colorido impacto del diseño.

¿Escribir Free Play fue más improvisar o componer?

– Es que no hay diferencia entre una cosa y la otra. En ambos casos se toma algo que estaba antes, se edita, se le da una nueva forma. Cada acto creativo –sea música, escritura, danza– es una mezcla entre improvisar y componer, circunstancias que están completamente interrelacionadas. Cuando escribís, cada oración viene de antes, y de antes, y de antes, de muchos “alguien” más. Desde tus padres, que te enseñaron tu lengua, tus maestros, de todo lo que te precede. Cada vez que escribís una oración estás determinado por millones de influencias en tu vida. Cuando has digerido todas esas influencias, para sumar la tuya, ahí estás improvisando y estás creando. La nota que escribirás después de esta charla será improvisación y composición. A pesar de que nunca hablamos antes, de que entre nosotros hay una distancia de miles de kilómetros, a pesar de la diferencia de lenguajes, a pesar de comunicarnos a traves de este extraño medio de Internet, aun podemos comunicarnos. Y podemos tener una conversación interesante. Y eso es porque vos y yo estamos respondiendo a lo que había antes que nosotros. Eso es improvisar: simplemente responder a lo que había antes.

¿En qué momento se comenzó a interesar en el tema de la improvisación?

– Tengo dos respuestas. Cuando tenía unos veinticinco años, ya había escrito mi tesis sobre William Blake, un poeta que habla de la creatividad de una manera tal que no podés solamente estudiarlo, tenés que practicarlo. Por eso comencé a escribir poesía. Por entonces vivía en Suiza, dejé de tocar el violín, amaba la música pero no me dedicaba a eso. Hasta que a través de un amigo descubrí la música india, que representa una de las grandes formas de improvisación entre las músicas del mundo, como el jazz y otras formas. Cuando volví a Estados Unidos sentí que tenía que empezar a tocar el violín de nuevo. Para eso tuve que desaprender todo lo que me habían enseñado, sacarlo de mi cuerpo. Tenía que aprender de nuevo cómo tomar el violín y el arco, como si nunca lo hubiera hecho antes, y como si tuviera una nueva extensión de mi cuerpo.

¿Cambió su forma de tocar?

-Absolutamente. Encontré que me estaba concentrando tan profundamente en cómo estaba tocando, que no pensaba en qué estaba tocando. Y así fue por meses, hasta que me di cuenta de que no necesitaba más compositores. Quiero decir, era también un compositor, pero no lo necesitaba más. Eso pasó cuando tenía 25, y empecé a improvisar y a trabajar con músicos y bailarines. Pero tengo otra respuesta que incluso es más importante para tu pregunta anterior.

¿Cuál?

– Que en realidad aprendí a improvisar cuando era un bebé. Como todos, porque esa es la etapa en la que cada cosa nos sirve para comunicar y como los adultos la entienden, podemos comunicarnos con eso. Es como cuando estoy dando un workshop en improvisación. Los participantes pueden tener más o menos conocimientos de música, otros pueden ser bailarines, o tener diferentes tipos de habilidades, pero la única forma de comunicación que todos conocemos es el balbuceo, como los bebés. Ellos se comunican de todas maneras, con todos los idiomas, mientras van aprendiendo el lenguaje de los adultos, van dejando el propio. Improvisar es recordar lo que sabíamos cuando éramos bebés.

Pero para improvisar en un violín hay que conocer el lenguaje del violín...

– Si vas a improvisar tenés que olvidar temporalmente todos los sonidos que conocés. Y estar presente. Ahora estamos teniendo una conversación, temporalmente olvidamos todo lo que nos rodea, nuestros planes, y nos escuchamos uno al otro, y nos prestamos atención. Del mismo modo, cuando tocás olvidás que había un sonido, y que ese sonido lleva a otro, y a otro. Gradualmente hacés una pieza que tiene una estructura.

Una estructura supone una lógica...

– Depende de lo que quieras entender por lógica. Por ejemplo: toco una nota, otra diferente, y repito con una leve variación la primera nota. Formalmente podríamos decir que es A - B - A. Es aburrido, pero tiene lógica y estructura. Cada uno es una variación de un patrón lógico, pero cada uno es diferente. La lógica del arte y la vida nos acerca a los patrones, a la relación entre las formas.

Entonces ¿se puede aprender a improvisar?

– Por supuesto. No tanto en el sentido de recibir una serie de datos, cuanto en aprender a reconocer lo que ya tenemos, para ponerlo en juego. Y hacerlo de modo interesante en relación a ese momento preciso. Improvisación es presencia y receptividad.