Desde Quito
Esta noche se despejará la incógnita de la elección presidencial en el Ecuador. Y según ella se resuelva sabremos si ese país decide continuar por la senda transitada desde hace diez años, con las rectificaciones que sean necesarias, o si mirándose en el espejo argentino, opta por arrojar por la borda todo lo conquistado, dar un salto al vacío y entregarse mansamente a la depredación neoliberal. El resultado no sólo es importante para el futuro del Ecuador sino también para Latinoamérica. Será, en caso de ganar Lenín Moreno, un punto de inflexión que ponga fin a una serie de derrotas experimentadas en Argentina, Brasil, Bolivia y Colombia. En cambio, si llegara a triunfar Guillermo Lasso la contraofensiva restauradora y la recolonización del continente impulsadas desde Washington cobrarían nuevos ímpetus para arrojarse con saña sobre Venezuela y Bolivia. Se daría así un gran paso adelante en la anhelada “limpieza política” que la Casa Blanca promueve en la región y cuya meta es retroceder el reloj de la historia al punto en que se encontraba la noche del 31 de diciembre de 1958, en vísperas del triunfo de la Revolución Cubana.
Las cinco consultoras más importantes del Ecuador coinciden en pronosticar una ventaja del candidato de Alianza País, pero nadie en su sano juicio está aquí dispuesto a dar por descontado el triunfo del oficialismo. Lo que sí es seguro es que por ningún motivo la derecha aceptaría ese desenlace. Consternó a los numerosos observadores internacionales convocados por el Consejo Nacional Electoral que en la presentación que ante ellos hicieran los representantes de la Alianza CREO-SUMA el eje excluyente de su discurso fuese el “derecho a la resistencia” garantizado por la Constitución. Derecho que deberá ser ejercido según ellos porque el CNE no garantiza la honestidad del comicio. Argumento falaz porque si de algo ha dado pruebas esa institución ha sido de su independencia del gobierno. En la primera vuelta, celebrada el 19 de febrero, el CNE arrojó un resultado que por apenas un 0,64 por ciento privó a Lenín Moreno de ser consagrado presidente del Ecuador. Si ese organismo fuera como denuncia la derecha, seguramente podría haber “dibujado” las cifras para complacer al oficialismo, pero no lo hizo. Cabe recordar que en esa ocasión los distintos candidatos opositores vaticinaban que habría un fraude escandaloso para facilitar el triunfo de Moreno. Cuando se realizó el conteo, se comprobó la falsedad de todas esas acusaciones y debió irse a la segunda vuelta, que tendrá lugar el día de hoy. Por eso, lo único que este analista puede pronosticar sobre bases firmes es que la derecha rechazará cualquier resultado que no la favorezca, por más amplia que pudiera ser la ventaja que obtenga el candidato oficialista. Y ya ha convocado a sus partidarios a movilizarse para defender una victoria que dan por segura y que sólo mediante las artimañas de la “dictadura” correísta podría serles arrebatada. Si Lenín ganase por 8 puntos de diferencia gritarían “¡Fraude!”. Si llegara a triunfar por un margen estrecho, digamos 2 puntos, gritarían “¡Fraude! aún más fuerte, ratificando la verdad contenida en aquella sentencia de Maquiavelo que dice que no hay oposición leal. Dado lo anterior, nadie debería sorprenderse si hoy tuviéramos un anochecer agitado en las principales ciudades del Ecuador.