Todos extrañan al fútbol local. Los de Boca, River, Racing, Defensa y Justicia y Tigre se la bancan mejor porque están en la Copa Libertadores, pero los demás patalean y es muy comprensible que lo hagan. 

Medio año ya pasó desde la última vez que rodó la pelotita en un torneo local. "Si las ligas nacionales se reanudaron en todo el mundo, ¿por qué no hacerlo acá?", razonan. Claro que los que piden esperar un poco más, también tienen elementos válidos para respaldar su posición. El primer dato es que del torneo que se estaba jugando cuando se entró en la cuarentena (la Copa de la Superliga) sólo se había disputado una fecha. 

Se lo anula y listo, porque inclusive la Superliga ya no existe más como tal. Y por otra parte, en casi todos lados donde volvió el fútbol, las burbujas explotan, se producen situaciones irregulares, contagios de futbolistas, suspensión de partidos y se aumentan los riesgos de contagios. Que a veces los clubes no los denuncien no quieren decir que no se incrementen los casos.

En la Liga Rusa, por ejemplo, cuando la curva de contagios estaba en pleno ascenso, el Rostov que debió aislar a su plantel porque había registrado seis positivos, se presentó con juveniles a jugar contra el Sochi y perdió 10-1, y enseguida el Dynamo de Moscú se vio beneficiado por la suspensión de su partido contra el Krasnodar, después de que se supiera que había tres jugadores contagiados. 

Lo más reciente, el sábado, en México, se conoció la noticia de que 14 futbolistas y 16 integrantes del cuerpo técnico del Tijuana dieron positivo de covid-19, y eso obligó a la postergación de dos encuentros. En todos los países se producen situaciones parecidas, lo que implica que todos los certámenes resulten extraños. Pensar en la vuelta de los torneos de las categorías más inferiores acá es una locura. 

Los futbolistas deberían ir a entrenarse en transportes públicos, con el peligro que eso conlleva, y no hay condiciones para respetar ningún protocolo, pero en Primera se dan otras condiciones, dicen quienes pugnan por el regreso y ponen en la balanza las apretadas que reciben de los dirigentes de los canales que transmiten los partidos, que se dicen hartos de poner plata a cuenta de partidos que no se disputan. 

En este panorama, si es inevitable que el fútbol deba volver, deberá pensarse en un campeonato relámpago para que se juegue desde mediados de octubre hasta fin de año. Se lo podría llamar la Copa de la Improvisación o algo así. 

En dos meses se termina con ese engendro, y en febrero (es de esperar que con la curva de infectados en descenso) se baraja y se da de nuevo. No es lo ideal, ni mucho menos, pero en este panorama no se vislumbran muchas alternativas.